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- ¿Quién demonios eres? -gruñó Max con una mano en su cabeza.

Aquel hombre se le hacia conocido, como si estuviesen emparentados, y su sexto sentido le decía que cualquier cosa que su familia le mandara, no sería buena.

-Soy un Dios Guerrero, hijo de Ares -habló con una voz grave y tosca- mi nombre es Deimos.

- ¿Dios Guerrero? -preguntó Eros con burla- los débiles siempre tratando de ocultar su falta de poder con nombres estúpidos.

-Yo te mostraré qué es poder, Eros -gruñó Deimos arremetiendo contra Max.

Eros silbó impresionado mientras Max gruñó bloqueando la embestida de Deimos con sus antebrazos. Levantó su puño en alto y lo impactó con tal fuerza contra el rostro de este, que el hijo de la guerra se tambaleó por un momento hacia atrás. Max aprovechó ese descuido y al instante lanzó una gigante bola de fuego que mandó a volar a Deimos unos metros hacia atrás.

-Eres fascinante -halagó Eros.

-Cierra la boca y deja de estorbar -rugió Max enfurecido.

No pasó mucho tiempo para que Deimos se incorporara con una mirada llameante y una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Un digno oponente! -exclamó con emoción- ¡Pero no podrás vencerme con trucos baratos de circo!

Chocó sus palmas causando un gran estruendo y varios guerreros se materializaron a su alrededor, un pequeño batallón se formó delante de Max y este no pudo quedar más irritado. Sin embargo, el sonido de diversos cuernos de guerra sonaron por el campamento y en un abrir y cerrar de ojos varios campistas armados con gladius y escudos dorados se hicieron presentes. Eran los hijos de Marte, creando una fila perfecta al lado de Max. Belona caminó con su armadura dorada completa a través de las filas, viéndose tan imponente como peligrosa. Al llegar al frente, incrustó su jabalina en el suelo y su tropa gritó en respuesta.

-No nos quedaremos con los brazos cruzados mientras atacas nuestro hogar -habla en un tono severo.

Deimos aun no perdía esa expresión perturbadora de su rostro.

- ¡Eres hija de Marte! -exclama- ¡Todos ustedes! Puedo percibir su aroma; son mis hermanos, pero no me voy a contener solo por vosotros.

Bel curvó un poco los labios, como si estuviese tratando de reprimir una sonrisa.

-Sentirás el temple de la legión, "hermano".

Max casi se sintió pequeño entre los gritos de guerra de ambos bandos, y así se encendió la lucha a su alrededor. El choque de las espadas resonaron por todos lados, como si estuviesen en una de las guerras antiguas. Deimos dejó caer de sus brazos unas cadenas que desprendían algunos destellos naranjas. Y sin dudarlo arremetió contra sus hermanos. Su técnica era descuidada y muy mal planeada, pero tenía algo que la hacia efectiva; las cadenas parecían bailar en el aire enroscándose en cualquier extremidad de su enemigo y así derribarlos como si nada, calcinando en el acto el lugar donde se enroscaba. Max casi sintió un poco de envidia.

-Engreído -murmuró antes de abalanzarse contra él.

A grandes pasó llegó hasta Deimos y logró acertarle un puñetazo en el costado, pero poco pareció afectarle, debido a su armadura. Retrocedió tratando de replantear la situación, pero la cadena se enroscó en su pierna derecha y sintió como un ardor intenso le recorrió toda la sangre. "Con que así arden", pensó ignorando por un momento el dolor. Una extraña luz plateada impactó contra el pecho de Deimos y una gran nube de humo los envolvió a ambos. La cadena rompió su agarre y Max pudo retroceder. Y fue allí que pudo ver a Altea de pie a unos cuantos pasos con su brazo extendido en su dirección.

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