Capítulo 1

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Luego de la fuerte lluvia, se sentía el olor a tierra húmeda. Los árboles aún dejaban caer algunas gotas que habían sostenido sobre sus hojas durante unos minutos. Levante la cabeza del almohadón mientras mi cerebro se llenaban de pensamientos, no recuerdo cuando mi vida cambio tanto, tan solo ayer estaba en la secundaria y hoy  casada y con hijos. Miro mi pasado y me entristezco tanto, pues no e logrado absolutamente nada, sin embargo si no fuese por mi convicción  probablemente ya me hubiese ahorcado de un palo de mango.

La monotonía de todos los días me estaba enervando: levantarse a preparar a la niña para la escuela, lavar toda la ropa sucia  mientras cuido a mi otro hijo; ese niño es un amor de  bebé, pero cuando se molesta puede ser un arma letal, hacer desayuno, esperar que Cecilio regrese del trabajo para discutir por alguna razón. Hace mucho tiempo que dejamos de ser la familia feliz, las puertas se nos han cerrado de manera espantosa aunque seamos unos profesionales, todavía no hemos visto la gracia de Dios, y los días se vuelven más complicados y difíciles.

 Todo empezó aproximadamente dos meses, cuando decidimos casarnos  sì "decidimos", por que los dos tomamos la decisión de dar ese paso tan importante, tanto él como yo pensamos habernos conocido lo suficiente, pero creo que nos equivocamos, nunca se deja de conocer a la persona con quien convives,  tuvimos viviendo juntos casi 8 años, era entendible el deseo de unirnos en matrimonio. La ceremonia fue sumamente sencilla, fueron quince pareja  que se casaron ese día, a veces creo que es una casualidad, y otras pienso que Dios lo quiso así; un día común y corriente me llego una notificacion por instagram avisando que era una de las afortunadas para un matrimonio múltiple, lo platique con Cecilio y bueno aceptamos; pues firmar un papel no iba a hacer la diferencia ya que llevamos mucho tiempo conviviendo juntos, fue mi pensamiento en ese momento.

"Este hombre es extraordinario aunque muchas veces sentía la necesidad de querer ahorcarlo, no se si me odia o me ama, pero es mi polo opuesto. Es un hombre joven de treinta y tantos, de estatura promedio, atlético, con piel clara, y una voz muy peculiar  que proporcionaba una gran energía, era absolutamente extrovertido, pero de caracter fuerte, me hizo la mujer más feliz, ese día creí que nunca llegaría, siempre digo, que las cosas llegan en el momento en que tienen que llegar ni un minuto mas ni un minuto menos...

La puerta se abrió ligeramente. 

—Mami llegue estoy cansado casi la lluvia me daña todo, pero salio para el arroz con frijoles. Estoy harto de esta vida, pero tu no tienes la culpa.

Ella frunció el ceño.

—Algo es algo, por lo menos tenemos para el dia de hoy, ya mañana sera otro dia.

ÈL dudo antes de contestar.

—Las cosas cada vez se ponen más difícil y yo sin poderte ayudar... Como puedes decir eso, si tu me ayudas mucho, limpias la casa, cuidas de los niños, lavas, cocinas, me siento orgulloso de ti.

Cecilio se soltó los cordones de las botas negras que tenían las suelas llenas de lodo, luego se desabrochó la camisa y se pasó una mano por el brazo para sacudir una hormiga que lo estaba picando. Tenía unos dedos largos y delgados, y unas manos sin callos muy suaves y habilidosas, cualquiera que lo tocara pensaría que es delicado. Ella adoraba esas manos; sabian donde tocar para causar el máximo placer. 

—¿Cómo fue tu dia?

Nazareth aparto la mirada y hecho un vistazo por la ventana, observando los carros pasar.

—Bueno lo mismo de siempre la misma monotonía, pero que se puede hacer hay que salir adelante, aun no pierdo la fé  que todo se solucionara, y algun dia esto sera tan solo una pesadilla.

Cecilio entrecerró los ojos.

Nunca le había gustado que se expresara así, pues se veían en sus ojos el sufrimiento que su alma guardaba. Nazareth lo fue conociendo poco a poco y por eso evitaba a toda costa no decir ninguna palabra que resulta hiriente hacia su esposo. Aquella misma noche cuando aún eran chiquillos, mientras conversaban  le contó que padecía de nerviosismo, un trastorno que calma con un tè de tilo; no se lo decía a nadie, para no parecer loca, pero le pareció prudente comentarselo porque quería algo en serio con èl.

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