Capítulo 2

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"La emoción que te puede romper el corazón es a veces la misma que te puede curar."
Nicholas Sparks

Mi día había sido un infierno. Me había encontrado con Jared y su estúpido grupo de amigos subnormales. ¿Por qué no me dejaba en paz si me había dejado claro que no quería nada de mí? ¿No más de lo que ya le había dado? De lo que me había arrebatado. Sonrió cínico y me guiñó un ojo. Repugnante. Mi estómago se agitó por el asco. Sentía asco hacia él. Hacia mí misma por haber creído que alguna vez podía haberme querido. Por el largo período de tiempo en que estuve idiotizada por la máscara tras la que se escondía basura.
Al llegar a casa todo estaba silencioso. Mamá tenía que trabajar y no tenía a nadie más. Ni amigos, ni siquiera conocidos. Cogí las llaves de casa y salí de allí sin rumbo.
Cuando me detuve frente al edificio la imagen que estaba frente a mí me parecía conocida. Aquí estaba él. El chico de ojos grises que por un segundo me había dado esperanzas de tener más de lo que nunca soñé. Al entrar lo busqué por todas partes. Estaba desesperada. Necesitaba verlo. No sabía el por qué. Solo necesitaba ver su sonrisa nuevamente. Necesitaba que iluminara un poco de mi profunda oscuridad.
Una voz grave y baja me distrajo de mi cometido y al darme la vuelta vi a lo que tanto estaba buscando.
- Hola. - dijo con una sonrisa. Su rostro se veía más cansado que cuando lo vi por primera vez, sus ojeras lo demostraban.
- Ho-Hola. - tartamudee al hablarle. No supe por qué lo hice hasta más tarde. Necesitaba de su luz, pero en realidad esta me daba miedo. Me daba miedo que iluminara mis sombras. Las sombras en las que me había refugiado luego de haber sido rota.
El silencio lo cubrió todo. Los nervios me carcomieron. Moví nerviosamente las largas mangas de mi camisa que cubrían mis brazos y aparté la mirada.
No importaba lo que hiciera. El era un imán. Más bien era como el sol. Atraía mi mirada. No importaban las consecuencias. Sonrió. Su voz era tan calmada y tranquila que parecía hipnotizante.
Comenzamos a hablar y descubrí fascinada que amaba los clásicos. Jane Ayre y Orgullo y Prejuicio. No sentí pasar el tiempo con él. Fue como un respiro de aire fresco, como si pudiera hablar de todo con él no importaba cuán tonto fuera.
Me invitó a ver una película con él. Mi corazón latió desenfrenado. Pensaba en negarme. No quería abrirle mi alma a alguien que pudiera destruir mis escudos, pero me dijo que se sentía muy solo. Sonrió de forma inocente haciendo que un par de hoyuelos infantiles se marcaran en su rostro.
- Eso es chantaje emocional. - murmuré divertida por su táctica. Hacía mucho tiempo que no hacía nada tan normal como ver una peli con amigos. Aunque no sabía si todavía podía llamarlo así cuando apenas éramos poco más que conocidos.
- Si hasta ahora no te he dado la suficiente pena no sé porque lo haría esto. - musitó por lo bajo. Un pedazo de mi se agitó furiosamente como por una descarga. Lo escuché y quería aceptar. Quería.
Eso fue lo que hice.

Hecha Pedazos: Memorias de una Chica RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora