Capítulo 2.

11 4 0
                                    

Me giré y vi a Aarón torcer la esquina a la derecha, comencé a correr dirección a él y le agarré suavemente del abrigo de cuero negro que llevaba.

-Oye perdona qué... siento lo de antes, en realidad si me apetece pasar contigo esta hora.

Puse mi mejor sonrisa o por lo menos lo intenté, ya que estaba congelada y con media cabeza blanca y mojada a causa de la nieve. A Aarón le pasaba tres cuartos de lo mismo.

-Vaya la señorita tiene frío y parece que ha entrado en razón, ¿Y si a mi se me han quitado las ganas de estar contigo esta hora, qué?-Me miró intentando hacerse el ofendido, pero con una sonrisa ladeada.

-Pues qué perderás la oportunidad de conocerme y conseguirás que me resfríe.- Le dije en un tono amenazador pero a la misma vez con esa gracia que solo yo sabía darle a estas situaciones.

El comenzó a reírse y miró hacía un bar que quedaba a tres pasos de donde nos encontrábamos.

-Eso de conocerte... no me ha convencido del todo, pero creo que me arriesgaré, ¿Qué te parece si vamos a ese bar de ahí y tomamos un chocolate caliente? Yo invito, todavía nos quedan cuarenta minutos y estamos a dos calles de la Universidad. Espero que mis argumentos te hayan convencido. -Y miró de nuevo su reloj digital. La verdad que la idea de pasar cuarenta minutos con un extraño al que acababa de conocer no me hacía demasiada ilusión. Pero la de resfriarme y morirme de frío en la puerta de la Universidad tampoco me la hacía. Además, ¿Qué podía perder? Invitaba él, ¿Qué más quería?

-Me parece bien. -Y los dos, como si se tratara de una excursión nos dirigimos hacia el bar en fila india. Entramos y lo primero que vi fue una extensa barra a lo largo de la mitad del bar, en la otra mitad había cuatro mesas con tres sillas cada una, menos una, ocupada por varios madrugadores de profesión, que tenía cuatro sillas.

-Vaya, este lugar parecía mas confortable desde fuera, ya decía yo que no era buena idea venir aquí. -Me limité a decir y empecé a observar aquel lugar con detenimiento, estaba un poco sucio, y digo poco por ser amable, la verdad es que daba la sensación de que por allí no había pasado una escoba y una fregona en años.

- No lo dijiste, te pareció una buena idea pasar el r...- Le miré con una mirada amenazante del tipo: " O te callas y me das la razón o en menos del tiempo en el que tardas en mirarte el reloj te arranco esa estúpida sonrisa que llevas a patadas".

-Da igual, lo pensé y eso para mí es suficiente, si no sabes intuir lo que pienso, no es mi problema.- Entonces ocurrió, todavía sigo sin comprender como, pero el desconocido se puso frente a mi y me miró a los ojos, se quedó un instante mirándome fijamente, lo cual a mi me parecieron años, pero los allí presentes jurarían que fueron escasos quince segundos. Me puse bastante tensa y lo notó. Dejó de mirarme y se aproximó a la mesa en la que nos íbamos a sentar. Me sonrió levemente como haciéndome saber que ya era hora de sentarme y entablar una conversación coherente.

-Esto... ¿Con qué quieres el chocolate? ¿Tortas? ¿Pan tostado?... - Me miró dubitativo, como pensando en lo que acababa de pasar pero a la misma vez esperando una respuesta.

-Pues me encantaría con pan tostado, pero cómo tu quieras, tú eres el que paga. -Dicho y hecho. Cómo si de mi mayordomo se tratara se acercó a aquel camarero de pelo largo cuya melena tenía mas grasa que un bocadillo de calamares bañado en aceite.

-Perdone, quería dos tazas de chocolate caliente con pan tostado si no es mucho pedir.- Y me lanzó una sonrisa a la que le siguió un guiño.

-En diez minutos lo tiene usted allí calentito y recién hecho, señorito. -Dijo el camarero , con un acento que no parecía de aquella ciudad si no... parecía más bien extranjero, parisino cómo mínimo. ¿Qué habría hecho aquel hombre, de no más de cuarenta años para acabar en aquella taberna repleta de mugre y grasa? Además, ¿Había oído bien? ¿Le había dicho a Aarón, señorito? La probabilidad de que mi oído hubiera funcionado bien y de que le hubiera dicho tal cosa me hizo reír a lo que Aarón volvió a la mesa donde me encontraba y se sentó enfrente de mí. Me sentía cómoda con ese chico. No sabría explicarlo bien, pero tuve la sensación de que lo conocía de antes. Pero siendo un completo desconocido para mi, claro.

-¿Y que le hace tanta gracia a la señorita?- Me miró de una forma que no sabría describir, entre intentando adivinar lo que pensaba y riéndose también por la cara que tendría que estar poniendo en aquel momento.

-De ti. - Y ya no pude parar, ¿Qué me pasaba? Había sido una simple palabra de educación, "señorito", después de pensarlo varias veces no me hacía gracia, pero la manera en que Aarón me miraba , entre haciéndose el ofendido y queriendo saber el porqué de mi risa, me hacía reír y reír más fuerte.

-¿Ah, sí? Pues si tanta gracia te hago a lo mejor no te hace tanta gracia que te diga que... -No terminó la frase, el camarero que antes le había dicho señorito, le había puesto la taza de chocolate y su porción de pan torrado en su parte de la mesa, cortando la conversación a tajo y seguidamente me lo puso a mí. Cuando el camarero se fue detrás de la barra me dispuse a mirarlo seria.

-¿Qué mirás tan seria señorita pesadilla?- Me miró con media sonrisilla pícara.

-Lo tonto que eres.- Sonreí para mis adentros, cogí un trozo de pan tostado y lo introduje dentro de mi taza de chocolate caliente.

-¿Yo tonto? Pues tú... vas a estar manchada de chocolate. -Y fue entonces cuando sin darme cuenta acabé con media barba de chocolate. Parecía un rey mago en sus años mozos. ¿Pero qué había hecho? Se iba a enterar. Cogí su taza y sin querer, o eso es lo que le hice creer la deslicé un tanto a la izquierda, lo que hizo que media taza de chocolate ardiendo precipitara sobre sus vaqueros color azul.

-¿Quién dices que iba a estar manchado de chocolate señorito Aarón?- E hice una carcajada sonora lo que provocó que todo el bar se nos quedara mirando y empezaran a cuchichear cosas. La cara de Aarón era indescriptible, creo que esta vez se había enfadado de verdad, quizás me había pasado un poco, él simplemente quería hacerme una pequeña broma y yo lo había dejado de arriba abajo repleto de chocolate y por lo que tenía entendido, el chocolate costaba sacarlo de la ropa... Mientras él intentaba desprenderse del chocolate con varias servilletas sin éxito...

-Por lo visto yo, estoy enfadado contigo. -Y miró hacía otro lado haciéndose el ofendido.

-Venga Aarón no te enfades ... , si han sido unas manchitas de nada. -Intenté quitarle importancia, pero por lo visto no surgió efecto.

-¿Manchitas de nada? ¡¿Manchitas de NADA?! ¿Pero tú has visto? Si mis vaqueros azules, parecen vaqueros marrones oscuros , joder.- Y me miró con cara de "arrepiéntete o mueres".

-Lo siento enserio, pídeme lo que quieras y te será concedido, ¿Vale? Pero perdóname, lo siento. -Me miró con cierto desdén pero al momento de pensarlo pude notar que se le encendía una bombilla en la cabeza y me miraba con una sonrisa graciosa.

-Ya sé, tienes que decirme tu nombre y qué estudias. No pido demasiado, ya que seguramente tenga que comprarme otros pantalones. –Lo miré con media sonrisita, me había caído bien, iba a decirle la verdad.

-Vale, pero tras esto espero un perdón, eh... Mira me llamo Idara, Idara Marchetti y hoy se supone que comenzaba primero en Derecho  ¿Y tú... qué estudias?

-Yo estudio criminología y actualmente curso el tercer año, ya decía yo que no me sonabas. Bueno, eres guapa y agradable, no creo que te cuesta conocer gente nueva. - Y me miró con una sonrisa en la que pude identificar hasta que dentífrico usaba.

-¿Estás intentando ligar conmigo? -Lo miré con cierta indiferencia.

-Puede, ¿Lo estoy consiguiendo?- Y soltó una leve carcajada.

-¿Te miento o te digo que no?

-Vaya, eres dura de pelar eh.

-No voy a tirarme a tus brazos, posiblemente ni nos volvamos a ver. -Y le guiñé el ojo suavemente.

-Quién sabe... -Y me dejó con la palabra en la boca, un segundo después ese rubio de ojos azules había desaparecido corriendo por la puerta del bar, dejando unas monedas de propina para el camarero y habiendo pagado todas las consumiciones. Miré un gran reloj que había encima de un montón de botellas de licor, y pude observar que eran las diez menos cinco. Me quedaban cinco escasos minutos si no quería volver a llegar tarde otra vez. Me despedí del camarero y corrí directa a la Universidad, crucé la puerta de la verja y me dirigí a mi clase, por lo que había visto en mi horario me tocaba Teoría del Derecho. Me senté en un banco a esperar fuera del aula, ya que todavía quedaban dos minutos para que la clase finalizara y yo me pudiera disponer a entrar.

Quizás nada era lo que parecía...Where stories live. Discover now