El deseo de Merlín

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Había pasado días desde que Merlín una mañana encontró a Arthur durmiendo...con todas las almohadas en el piso.
Respiró hondo y comenzó a recoger cada almohada, más con enojo y rudeza que con la elegancia que debería tener el sirviente del rey, pero ¿A quién le importa? Arthur estaba dormido y Merlín se sentía molesto de tener que lavar las almohadas nuevamente.
Ahora se encontraba en su pequeña habitación, la vida simple a veces se sentía cansina; más con el contraste de las sedosas cortinas que cubrían las ventanas del principe, otras veces parecía burla del destino que por su ventana desnuda el sol entrara directo en sus ojos...
—Bueno, al menos te tengo a ti. — susurro contento formando una pequeña llama en la palma de su mano.

Merlín había decidido que necesitaba unos días de descanso de las órdenes del principe, pues comenzaba a sentirse irritado con facilidad. Estaba claro que Arthur no le brindaría tan fácil el "privilegio" de unas vacaciones, menos actuando tan torpe y brusco como siempre.
Recordó como ayer apenas había estado "distrayendo" al príncipe al recoger su ropa mientras él trataba de estudiar.
-¡LARGOOO DE AQUÍ!- Le había dicho mientras le lanzaba un tintero en la cabeza.

—¡MERLÍÍÍÍN!— Gritó Arthur desde fuera de la habitación, trayendo a Merlín a la realidad.
Maldición, de nuevo era tarde.

El joven de cabello negro salió alegre como de costumbre, pero en cuanto vio los ojos azules de su príncipe, trató de volver elegantes sus movimientos, y usar su mejor léxico para preparar el terreno.

Obviamente Arthur malentendió todo.

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