Día: #25550
Muchos años habían pasado desde que Alaska se convirtió en la Reina de las Sombras, sin embargo esta no parecía haber envejecido más que unos segundos. Su cabello alvino sigue exactamente igual que el primer día. Lo único que cambió de su aspecto fue su ropa. Al llegar ella no pegaba con el lugar, sus colores chillones la hacían resaltar demasiado, pero, con el tiempo, su ropa fue cambiando hasta tener un gran vestido negro y rojo. Ahora, ella pegaba por completo con el ambiente que la rodeaba, tal y como pensó que lo hacía Memphis la primera vez que lo vio.
Memphis resulto ser alguien muy agradable. Él sabe muchas más cosas que cualquier ser humano que haya conocido. Sabía de Geografía, economía, música, arte en general, biología, cocina, entre muchas otras cosas. Con una de las que más se divierte constantemente es en su extraño don del sarcasmo que incluso lo usa con ella.
Ahora mismo se encontraba en un despacho planificando las muertes de los próximos días. Los papeles pasaban por sus manos. Ya había terminado con la planificación de los nacimientos y se encontraba a más de la mitad de las muertes. ¿Quién diría que todo esto llevara tanto papeleo? Y eso que los humanos creían que morir era fácil.
Cuando estaba terminando un papel en especial se posó en sus delicadas manos. “Margarita Clarisa Acosta”, ese era el nombre que se podía ver en esas elegantes letras en la parte superior del papel. Su madre. Parecía que había llegado el momento.
Alaska sabía que ese día llegaría, después de todo, su madre se encontraba en una cama de hospital. El cáncer la estaba venciendo poco a poco. Sin embargo, eso no significaba que fuera fácil. Ella había tenido que planear la muerte de su padre un par de años antes. Nunca había hecho algo que le doliera tanto como firmar la hoja que contenía su muerte, evidentemente, hasta este momento.
No podía darle una muerte ni dolorosa ni trágica a su madre, no creía ser lo suficientemente fuerte para hacerlo, así que simplemente decidió causarle una falla general mientras dormía.
Ese día lloro como no lo hacía hace 20 años por la muerte de su padre, incluso más se atrevería a decir Memphis. Levantarse al día siguiente y tener que enfrentar su trabajo como normalmente lo hacía fue la peor de las torturas.
Los días pasaban y Alaska no se recuperaba. Memphis, preocupada por ella, decidió hacer algo que no se había hecho nunca. Cuando su Reina estaba durmiendo decidió preparar todo para que ella pudiese ir al funeral de su madre, es decir, al mundo humano.
Él nunca había estado en el mundo humano y realmente no quería estar, pero no había de otra. Quizás eso ayudara a sanar la herida que la muchacha tenía.
Cuando Alaska se despertó noto que no se encontraba en sus aposentos, sino en su carruaje real. Memphis se encontraba junto a ella. No sabía por qué razón estaba ahí. Por un momento recordó la primera vez que llego al Espacio Profundo, ya que se sentía tan desconcertada como en ese momento.
—¿A dónde vamos, Memphis?
Él levanto la vista anteriormente posada en el suelo y le sonrió.
—Vamos al funeral de su madre, su Majestad. Espero que no le moleste que me haya tomado la libertad de hacerlo sin su permiso.
Alaska se congelo. No esperaba oír eso. Iban a ir al funeral de su madre. Ella, la mujer que le había dado la vida, vida que ella le había arrebatado.
Sus ojos se llenaron de las lágrimas que hace días no aparecían. Memphis se acercó a ella y la abrazó. Él sí que era un amigo, siempre había estado para ella, hace 20 años y ahora.
Cuando el carruaje se detuvo Memphis la ayudo a bajar de este. Frente a ella se encontraba una puerta negra con grabados de oro blanco. Nunca la había visto antes, pero sabía lo que era: La puerta entre el Espacio Profundo y el Mundo Humano.
Recién cuando su mano derecha se posó en el pomo noto que su mano, o mejor dicho, su cuerpo entero, estaba temblando. Sin importarle mucho simplemente tiro del picaporte. Esta era mucho más liviana de lo que creía. Al otro lado se encontraba un cementerio muy bien cuidado.
Vagos recuerdos le vinieron a la mente. Este era el cementerio por el que pasaba cuando tenía que ir desde su escuela a su casa en su anterior vida.
A lo lejos pudo notar a muy poca gente amontonada. Su madre había perdido a casi todas sus amistades, así que no le sorprendía realmente la poca cantidad de gente que había, Entre ellos estaba Julián, su medio hermano. Era el hijo de su madre con un hombre que se había suicidado cuando su hijo era tan solo un niño.
Cuando todos se fueron Alaska se acercó. Ella no podía ser vista por nadie, así que se sorprendió al notar una mano posarse en su muñeca. Al voltear vio a Julián, el cual la miraba con la sorpresa impregnada en sus ojos.
—Vos… Yo te reconozco de las fotos viejas de mamá, sos Alaska... ¿Acaso estoy alucinando?
La muchacha no sabía por qué se había impresionado tanto al principio. Quizás era por el duro momento que estaba pasando, por eso se le había olvidado que este chico podía verlos. Él, al igual que su padre, había sido mal diagnosticado con esquizofrenia.
Detrás de él pudo ver a Rigel y a Ermis, los dos guardianes que ella había decidido enviar para evitar que ellos lo atacaran. Este chico parecía atraer a los más malvados de todos los Sombras. Ankaa también estaba detrás de él, tan hermosa y radiante como siempre, solo que ahora su mirada se notaba asustada. Esa era la reacción más común que tenían al verla.
—No, Julián, no estas alucinando. Soy Alaska, tu media hermana.
—Esto… ¡Esto no tiene sentido! ¡Vos deberías tener como 80 años o más! ¿Có-Cómo es que estas acá?
—Yo te lo voy a explicar todo, solamente me vas a tener que acompañar.
—¿A dónde?
—Al Espacio Profundo. Quédate tranquilo, esto no es una alucinación ni tampoco entraste en un ataque.
Julián, increíblemente sumiso, se alejó junto a Memphis hacia la puerta. Ella se quedó un rato más admirando la tumba de su madre. Ese chico sí que la había cuidado bien.
Después de unos minutos se volteó, para encontrarse con la mirada juguetona de Memphis y la de perrito apaleado de Julián. Este último no tenía a nadie más, nadie se molestaría en buscarlo realmente, así que no tenia de que preocuparse.
Sin más, Alaska entro a la puerta junto a los otros dos. Ella se encargaría en persona de explicarle todo a su hermano y él seguramente la agasajaría con anécdotas de su vida en donde esperaba que apareciese su madre.
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Pequeña Reina
ParanormalEl Espacio Profundo necesita nueva Reina y Alaska es la elegida para dicho trabajo, el cual consiste en asesinar y dar vida, un trabajo que consiste en ser Dios, o al menos, así es desde el punto de vista de todo humano, ¿no?