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Pain changes people,
it makes them trust less,
overthink more,
and shut people out.

- Thomas Shelby.


Encendí el cigarrillo que tenía entre los labios y le di una larga calada. Me temblaban las manos y estaba sudando como nunca antes. Estaba nerviosa, no podía negarlo, pero también estaba resuelta en terminar este asunto cuanto antes. Sacudí mis manos intentando así eludir cualquier atisbo de indecisión. Pegué otra calada al cigarro y expulsé el humo antes de arrojarlo al suelo.

Todos los pensamientos que llegaban a mi cabeza en ese momento eran de lo más pesimistas, sin embargo, no podía apartarlos aunque quisiera. Era un plan descabellado pero si no lo llevaba a cabo, entonces la peor parte sería para mí.

Asomé la cabeza y vislumbré entre la penumbra el lugar al cual me dirigía.

Saqué el revólver del bolsillo de la gabardina y me aseguré de que estuviera cargado en caso de necesitar usarlo. No tenía ninguna intención de emplearlo para matar a nadie, lo llevaba encima por simple seguridad y para asustar a quien fuera necesario. O eso pensaba. Lo guardé de nuevo en el bolsillo y comencé a andar hacia el pub.

Con cada paso que daba, el temblor en mis manos se tornaba más perceptible a la vista.

Alargué la mano para abrir la puerta, tomé una gran bocanada de aire y le di un último vistazo al letrero antes de internarme en el lugar; The Garrison.

Dentro del pub quedaban solamente un par de borrachos y el camarero, el cual mostraba un cansancio visible a leguas. Eran pasadas las dos de la mañana y había estado observando el local todo el día, yo también daba señales de estar bastante cansada pero me las arreglé para poner una sonrisa falsa y dirigirme a una banqueta.

- ¿Qué puedo ofrecerle señorita?.- El camarero dejó de pasar un trapo viejo por una de las mesas para volver detrás de la barra y atenderme.

- Whiskey, solo.- Ni siquiera miré en su dirección pero sabía que para él era extraño ver a una señorita, como me había llamado, en un pub a las tantas de la mañana sin compañía y pidiendo un whiskey solo.

- ¿No es usted muy joven para andar por aquí sola?.- Apoyó los codos en la barra y me observó fijamente hasta que decidí alzar la mirada y contestar.

- ¿No es usted muy mayor para estar aún vivo?.- Bebí de un sorbo el contenido del vaso y lo dejé bruscamente en la barra. - Sirvame otro.- Vertió de nuevo más de aquel líquido del demonio con un cabreo evidente.

No buscaba emborracharme, quería ganar tiempo hasta que los dos borrachos decidieran marcharse de una vez.

Quince minutos y cuatro whiskys después, por fin nos quedamos los dos solos.

- Voy a cerrar ya, deberías marcharte. - Se colocó en la puerta, una clara indirecta para echarme. Cruzado de brazos esperó unos minutos hasta que me levanté y caminé hacia él.

No iba a mentir, estaba un poco mareada y quizás era eso lo que provocaba que mis pasos fueran torpes, lentos. Maldito whiskey. A tientas metí la mano en el bolsillo y apreté el revólver con más fuerza de la debida. Lo saqué y apunté al camarero antes de que pudiera decir alguna palabra más. Su cara no cambió en absoluto cuando vio el arma y por el contrario, parecía incluso más calmado. Probablemente pensaba que no iba a ser capaz de apretar el gatillo.

Bloody LuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora