N.a: Este OS era en realidad el 'prólogo' de un fanfic que llevo planeando desde hace mucho tiempo. Sin embargo, este fic murió (xD) y por lo tanto este prólogo también. Está terminado, eso sí, y es un tanto largo (unas 3000 palabras). Me parece que los escribí entre finales del año pasado e inicios de este año; lo he revisado un montón de veces y aún así siempre encuentro algún error, así que capaz que todavía queden algunos xd En fin, espero que les guste (porque yo lo amo).
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Estados Unidos x Chile
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Los días siempre eran agitados para ambos. Manuel maldecía el momento en el que a Alfred se le ocurrió mudarse a Detroit, ciudad bonita pero peligrosa. Probablemente la más peligrosa del estado, o del país (si le permitían exagerar). Pero les daba trabajo, y eso era bueno. En parte.
Alfred era el que más disfrutaba de la situación, porque en cada esquina se encontraba con algún maleante al que detener; y, siendo un superhéroe enmascarado, tenía la tarea fácil: Con la fama que se había ganado en New York los delincuentes le temían. Manuel, en cambio, sufría por los recortes presupuestarios que le hacían al cuerpo de policías, además del poco respeto que le tenían a la autoridad y los terribles crímenes con los que se podía topar. Él, estando en el departamento de homicidios como detective, tenía la peor parte. Quizás el único que podría superarlo era el médico forense, aunque a él le gustaba su trabajo (por más retorcido que sonara el hecho de que a alguien le agrade abrir cuerpos de muertos para examinarlos).
La rutina era simple: Manuel se levantaba temprano por la mañana, desayunaba, iba a despertar a Alfred para que comenzara con los deberes del hogar (y comiera, claro, aunque eso no había que pedírselo), dejaba el almuerzo casi listo y se iba al trabajo. Mientras pasaba el día, Alfred estaba obligado a lavar la ropa, tenderla y ordenar la cama a la vez que estaba atento a la televisión y la radio, a la espera de alguna noticia de un crimen que se estuviera realizando en ese momento y que requiriera de su ayuda.
Un día de esos las cosas cambiaron.
Como siempre, Alfred se encontraba viendo el noticiero local, algo aburrido por la cantidad de noticias sobre asesinatos, hasta que un comunicado de último momento interrumpió a los conductores.
―«Informamos que el supervillano Aeon ha tomado de rehenes a unos estudiantes en el Museo Charles H. Wright, exigiendo a la policía que le lleve al detective J. Manuel González para la liberación de los casi treinta menores de edad que tiene detenidos...»
Alfred no necesitó oír nada más para salir corriendo en busca de su traje. Si Aeon quería a Manuel... Entonces las cosas no terminarían para bien. Y si además tenía rehenes dentro del museo, probablemente su novio idiota no dudaría ni un segundo en entregarse a ese psicópata, que llevaba acosándolo desde hacía bastantes años.
¿La razón?
Era complicado responder la pregunta.
Llegó mucho más rápido de lo que pensó a la entrada del museo. El lugar estaba ya custodiado por policías, algunos de los cuales lo recibieron con sonrisas aliviadas y le pidieron que se reuniera con el comisario Beilschmidt para que discutieran la estrategia.
―No debemos permitir que González entre ―le dijo al comisario (un hombre rubio de pelo largo y muy intimidante) en cuanto lo tuvo frente a él, muy serio. Tanto así que sorprendió al hombre, que no dijo nada durante unos momentos―. Aeon lo quiere muerto, y es muy poderoso. Logra controlar el tiempo y fácilmente podría dispararle a Manuel.