Epílogo.

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No encontraba a Sakura por ningún lado. Quería salir con ella, charlar, sentirla cerca. Llevaban 5 meses de relación y todo iba genial.


Se infiltró en el departamento de la chica, no estaba en la sala, ni en la cocina. Llegó a su habitación, estaba entre abierta, así que decidió entrar.

La encontró, pero en unas condiciones inesperadas.

La pelirosa estaba semi desnuda, viéndose minuciosamente frente a un espejo de cuerpo completo, tocaba sus senos de distintas formas, por último adquirió una mueca triste y decepcionada.

—Soy yo quien en realidad necesita células de Hashirama.

Giró dispuesta a buscar su ropa, quedando congelada al verse frente a su novio.

—¡N-Naruto!– gritó enrojeciendo hasta las orejas, mientras se tapaba con los brazos.

Él no dijo nada.

—Yo... Tenía miedo de que algún día pasara esto y te decepcionaras, ni siquiera sé por qué rayos me cubro si no hay na... ¿Naruto?.

El chico estaba serio, su mirada era algo obscura, y ni hablar de la enorme fuerza de voluntad que estaba empleando para no tener una hemorragia nasal épica.

—¿Decepcionarme?.– susurró caminando hacia ella.

La pelirosa retrocedía, hasta caer de lleno en su cama, para estabilizarse tuvo que descubrir su pecho.

—Sakura-chan, no tienes idea de cuantas veces se me ha acalambrado la mano, y la prótesis a causa de tus pechos.

Ella sonrió tímidamente. Se alegraba de que no fuera la única deseosa del otro, pero aún así, se sentía muy acomplejada.

Naruto se dio cuenta de ello, y no lo entendía, mientras para ella eran pequeños y nada atractivos, él estaba en una nube, conteniendo las ganas de hacer con ellos hasta lo inimaginable.
Se puso de rodillas frente a ella, hizo ademán de tocar esos pequeños montes y quedó fascinado.

—S-Se ve que cabrían perfectamente en mis manos. Son... Mejor de lo que había imaginado, perfectos.

Era un niño con el mejor dulce de la creación, y como todo niño sucumbió ante la tentación.

La chica soltó un jadeo, sorprendida, Naruto había comprobado que sí cabían en sus manos.

Él se había dado cuenta, que aquellos pezones eran de un rosa bastante familiar.

Como los labios de su chica y aquellos caramelos que solía comer.

La sorprendió de nuevo, besando suavemente cada uno, y después se dio la oportunidad de comprobar que, efectivamente, su nariz cabía entre sus pechos.

—Sakura-chan. Golpeame, dejame chimuelo si es necesario, pero me cuesta mucho contenerme.

Feliz, deseada, bonita, así se sentía la chica. Y sin dudar más, accedió a todas las reacciones que su cuerpo experimentaba.

—No te contengas.

Y eso era todo lo que necesitaba escuchar.

Y fuiste tú...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora