Daytona Cubs

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Mi debut para una organización de Grandes Ligas, en este caso una sucursal de los Cachorros de Chicago, se dio en el año 1994 con el debut en los Cachorros de Daytona.

Como lo mencioné anteriormente, la Liga del Estado de Florida me cayó como anillo al dedo. Los viajes no eran muy largos y no me alejaba mucho de mi familia y seres queridos. Además, cada vez iba tomando más experiencia en mi camino hacia "The Show", como suelen llamarle a las Grandes Ligas de béisbol.

Mi primera temporada no fue muy espectacular, ni siquiera podría llamarla o describirla como una temporada regular, no vi mucha acción en el campo de juego, pues por ser mi año de debut, los entrenadores y el manejador decidieron darme poco tiempo activo, para evitar alguna lesión de consideración. Esa temporada fue una reconstrucción en el equipo y sirvió para que manejadores y entrenadores observaran al talento nuevo, para ir nutriendo a las demás sucursales, al tiempo que formaban una novena que compitiera por el campeonato.

Vuelvo a comentarlo, mi primer año fue más bien de adaptación y de "disfrutar el viaje" en las ligas menores. Y cuando hablo de "disfrutar" me refiero a "sobrevivir".

Uno piensa que tras ser firmado por una organización de Grandes Ligas y de jugar para ellos, uno tendrá lujos, fama y dinero. Eso es un gran error, no tienes nada de eso en las ligas menores.

Aunque los viajes son de distancias cortas, los viajes se realizan en autobús, muchas veces con los asientos incomodos, muchas veces sin aire acondicionado y siempre con olores fétidos que provienen de la parte trasera del bus, sí, del baño.

¿Desayunos, comidas y cenas espectaculares? No. No encontrarás nada de eso mientras juegues en las sucursales. Sobrevivirás con hamburguesas, comida rápida, pollo y lo que sea que encuentres en el camino. Pero no tienes que preocuparte por subir de peso, los entrenadores se encargarán de activarte físicamente y que no aumentes tu tonelaje.

¿Suites de hotel? Para nada. Si tienes suerte, te tocará dormir en una cama individual, si no la tienes, compartirás cama con algún otro compañero y habitación con mínimo 3 de ellos.

¿Patrocinios de guantes Rawlings, lentes de sol o alguna marca deportiva? Déjame que me ría de ti. No va a verte jugar ni tu familia, ni la familia de tus rivales. Tendrás suerte si a cada juego asisten 200 espectadores. No ganarás fama, no mientras deambules en las menores.

Tras la etapa de adaptación y con una base sólida de jugadores, los entrenadores comenzaron a darnos roles en el equipo.

Como yo me desempeñaba como lanzador, decidieron darme un rol de relevista corto, en el cual trabajaba como máximo una entrada completa. Tras un buen trabajo y luego de ciertos cambios, fui asignado como pitcher abridor, aunque mi labor nunca superaba las cinco entradas, por decisión meramente del manejador.

Luego de un inicio flojo y de un cierre espectacular, logramos colarnos hasta la final del campeonato de 1995 en la Liga del Estado de Florida.

Nuestro rival fueron los Miracle de Fort Myers quienes eran sucursal en Clase A (Avanzada) de la organización de Grandes Ligas de los Mellizos de Minnesota. Tras vencerlos en la Serie Final por 3-2, logramos el primer campeonato en la historia de la franquicia.

Cuando logras el campeonato en las ligas menores, piensas y te haces ilusiones con que tu organización de Grandes Ligas te llamará de manera automática al equipo grande. Pero no es así, a menos que tengas una bendita suerte, lo cual no fue mi caso.

A mediados de la campaña de 1996, específicamente un día miércoles, día en el que teníamos descanso, recibí muy temprano una noticia por parte del manejador de los Cachorros de Daytona.

- Bregman, alista tus cosas, la sucursal de Doble A espera que te incorpores el día de mañana con ellos – lo mencionó con un tono frío que me heló la sangre.

De inmediato hice mi maleta y comencé a despedirme de todos y cada uno de mis compañeros de equipo, deseando de todo corazón no volverlos a ver jamás, por lo menos no compartiendo el mismo equipo en las ligas menores.

El equipo me pagó el taxi y me dio un par de tickets para trasladarme por autobús a la ciudad de Orlando en Florida, donde me reuniría con mi nuevo equipo los Cachorros de Orlando.

Mientras me trasladaba en el taxi, pensaba en que mis números no habían sido espectaculares con los Cachorros de Daytona, pues había trabajado por espacio de 35 entradas con dos tercios, había permitido 10 carreras, 12 bases por bola y 29 ponches.

Honestamente no creía que fuera el mejor pelotero para subir a Doble A. Sin embargo, ¿Quién era yo para negarme a esa oportunidad?

También, mientras iba en camino a la terminal de autobuses, lucía orgullosamente mi gorra de mi ahora ex equipo, los Cachorros de Daytona. Al mismo tiempo, agradecía haber comprado un par de uniformes para tenerlos como recuerdo en casa de mis padres.

Una vez que llegué a la terminal de autobuses, me acerqué a la señorita de un mostrador, para pedir informes sobre mi viaje que estaba a punto de comenzar. Ella amablemente aclaró mis dudas y me ayudó a identificar el autobús indicado.

Tras un corto viaje de aproximadamente dos horas, llegué a la nueva terminal de autobús, en donde me esperaba un señor, que en sus manos sostenía una pancarta blanca con mi nombre escrito en ella.

Al acércame a él, me preguntó si yo era Shaun Bregman, a lo cual asentí.

- Bienvenido a tu nuevo equipo, muchacho – me comentó con una gran sonrisa en su rostro, mientras abría sus brazos ofreciéndome un abrazo.

Una vez que terminó de platicarme un poco de él y su rol con mí ahora nuevo equipo, le pedí unos minutos para llamar por teléfono a mi familia, pues no había tenido la oportunidad de comentarles la noticia de mi ascenso. 

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