I

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Joel levanta la mirada de su teléfono cuando ve a su mamá cargar un pequeño maletín a la puerta, sin ninguna intención de ayudar.

—¿Puedes hacer algo más que vegetar en ese sofá todo el día? —pregunta cruzando los brazos y el rizado levanta los hombros sin ponerle cuidado.

—Estoy de vacaciones.

—Pero yo no y tengo que salir de la ciudad para atender un paciente.

—Suerte con eso —responde regresando la mirada al celular hasta que Patricia lo arranca de sus manos.

—¡Mamá!

—Tu hermano está entrando en su primer celo, así que alcánzale los supresores si despierta y asegúrate de no permitir que salga, porque alguien podría olerlo y no está listo para eso.

—No es niño, puede cuidarse solo.

—Joel, por favor, quiero que hagas esto por Erick, sabes lo difícil que será para él pasar estos días en su habitación.

El mayor asiente suspirando para afirmar que está de acuerdo.

—Está bien, mamá.

—Gracias, cariño —susurra besando su frente y Joel sonríe, viéndola caminar a la puerta— volveré temprano en la mañana.

Joel sigue asintiendo hasta que cierra la puerta y vuelve a concentrarse en su teléfono, acomodándose en el sofá.

—Supresores y no dejar que salga —se dice a sí mismo tecleando en la pantalla— no puede ser tan complicado.

Él sabe que Erick actuará extraño durante esos días, pero nunca ha estado a solas con ningún Omega en su celo.

No nota en qué momento se ha quedado dormido, pero sus ojos se abren de golpe cuando la mano de su hermano presiona los dedos por todo su rostro.

Apenas puede ver la luz que entra por la gran ventana que da a su jardín así que supone que es tarde.

—Joey, ¿Dónde está mamá? —pregunta el ojiverde en un susurro.

La nariz del alfa capta rápidamente su aroma y se inquieta, levantándose de inmediato.

—S-Se fue —indica alejándose y carraspea nervioso caminando a la cocina para buscar sus supresores.

La mano le tiembla cuando abre el estante superior y un frasco cae, resonando en todo el piso.

Erick camina hacia él, pero ni siquiera parece que le importe el desorden que hay, porque su otro problema es más fuerte.

—Joey —dice soltando un quejido lastimero que va directamente a la entrepierna de su hermano— me duele.

—¿Duele? —cuestiona confundido abriendo el congelador y saca una jarra con agua— ¿Necesitas un doctor?

—Necesito a mamá, esto es vergonzoso —murmura el menor sentándose incómodo en la silla de la barra.

—Toma esto —ordena colocando un vaso lleno frente a él, junto al frasco.

—¿Por qué? —pregunta el menor frunciendo el ceño al leer "Vitamina C" en la etiqueta.

—Oh, no, no es eso, l-lo siento —indica abriendo el estante otra vez, pero no encuentra nada más— ¿Er, sabes dónde mamá guarda tus supresores?

El menor niega con la cabeza moviendo las manos, intranquilo.

—Umh, no —susurra en lo que parece ser un gemido.

—Tienes fiebre —dice acercándose aún con miedo y pasa la mano por su frente— ¿Realmente no necesitas un doctor?

—Es normal en estos días para los Omegas —responde mordiendo su labio inferior mientras mira al suelo avergonzado— c-creo que iré a mi habitación.

Erick intenta concentrarse en calmar su respiración desapareciendo de su vista, pero el alfa continúa, preocupado.

Sí, es un omega, pero no siente normal que su aroma esté afectándole tanto porque es su hermano.

Eso no debería suceder.

—¡Ah! —escucha casi en un gruñido de frustración y resopla con profundidad, caminando hacia la habitación del menor.

No puede solo quedarse y esperar que todo pase por arte de magia.

—¿Erick? —pregunta abriendo la puerta para intentar ayudarlo y siente su cuerpo arder, cuando lo ve retorciéndose en la cama.

—Vete —le pide casi sollozando.

—¿Er, es esto normal? —susurra observando a detalle como el ojiverde se frota contra la cama— ¿Debo pedir una ambulancia?

—¡No! —grita moviendo la cabeza negativamente— yo solo... ¡ah!

—Er...

—Me duele, Joey —dice mirándolo a los ojos por unos segundos y el mayor capta deseo en la forma en que se dirige a él— necesito tanto ser follado.

El rizado es incapaz de pronunciar una respuesta y se limita a solo moverse en su lugar, tratando de disimular la erección que ya tiene en sus pantalones.

—Er, mamá... mamá dice que tú no.... tú no puedes hacer esas cosas, porque eres muy pequeño y no debes salir de acá.

—No soy pequeño —se queja con su lobo desplazándolo.

Joel retrocede al notar que se levanta y gatea hacia la base de la cama, para luego subir las manos por su cuerpo.

—Erick, no hagas eso —susurra incapaz de alejarse.

—¿Me cogerías, Joey?

—Erick, n-no —responde jadeando cuando el menor llega a su entrepierna y la acaricia con desesperación.

—Me duele mucho —le recuerda haciendo un puchero— por favor, ayúdame.

12 horas || Joerick || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora