Un alma, una condena.
Jung Hoseok ha visto muchas almas a través de su larga espera, pero ninguna de ellas se compara a la de Jeon Jungkook.
Sabe que no tiene que ver con el aspecto deplorable, casi atemorizante, con el que llegó aquel joven de 17 años ante él: sus ojos inyectados en sangre y rodeados de profundas ojeras que hacían lucir su rostro cadavérico, la sangre seca en un costado de su cabeza y su ropa casi tan desgarrada como su piel, la misma que tenía un tono grisáceo enfermizo. Ni hablar de que, de manera extraña, Jungkook solía toser sangre de vez en cuando, como si todavía tuviese que expulsarla de un cuerpo destruido por dentro, pero que no le pertenecía más.
No, Hoseok ha visto muchas almas en condiciones similares a lo largo del tiempo, incluso mucho peores a las de Jungkook, con cuerpos destrozados por las condiciones de su muerte y que, por más que se intentara sanarlas antes de que trascendiesen, siempre tendrían la señal del profundo dolor físico que atravesaron antes o durante el momento de morir.
Así que no tiene que ver con su cuerpo destrozado y lo aterrador que luce en la oscuridad de la habitación que le fue asignada y de la que no sale en absoluto, sino con su alma oscura y envenenada. Hoseok no ha visto, en todo el tiempo que ha sido un ángel de la muerte (y realmente es mucho), un alma que pareciese más una sombra, un ente errante de la oscuridad, que el vestigio de un ser humano.
Jeon Jungkook tenía un alma tan enferma de rabia y odio como ninguna.
Pero, ¿qué había hecho aquel adolescente de 17 años en vida para cargar de tales sentimientos su alma, pero, aun así, ser capaz de llegar hasta él y no desaparecer? Hoseok sabe que la explicación es sencilla, ni siquiera tiene que leer el expediente del adolescente para dar con la respuesta: Jeon Jungkook vivió como un ser humano de sentimientos íntegros, pero fueron las circunstancias de su muerte las que envenenaron lo único que la muerte no podía arrebatarle: sus recuerdos.
.- Su alma es demasiado oscura para este lugar, demasiado odio – fue lo primero que declaró tras conocerlo Yeon Hoon, el guía que había asignado para el recién llegado y quien contaba casi con la misma experiencia que él – No tiene oportunidad alguna de trascender, Hoseok. No recuerda ni siquiera su nombre y con cada momento que pasa encerrado, menos posibilidades hay de que lo recuerde.
Quiso creer que eran una exageración del guía, sin embargo, Yeon Hoon no estaba nada alejado de la realidad. El alma de Jungkook se consumía más y más con cada día que pasaba en la oscuridad, alimentándose del odio y la rabia que había traído consigo desde el mundo terrenal, ocultándose en un rincón de la habitación que Hoseok le había asignado y olvidándose, con cada segundo que pasa, de los pocos recuerdos que aún conserva.
Y sabe que, si Jeon Jungkook no es capaz de reconocer su humanidad en medio de la rabia y el odio, su único camino para no desaparecer sería convertirse en un ángel de la muerte más y Hoseok, que ha vivido como aquello más de lo que quiere recordar, sabe que el adolescente no merece, ni merecerá jamás, aquel destino.
Condenado a esperar para siempre algo que nunca llegará.
No, Hoseok no le desea a nadie aquel destino que él ya carga sobre su espalda.
.- ¿Recuerdas tu nombre? – es la pregunta que le hace todos los días, deteniéndose en la puerta de la habitación y sin atreverse a entrar, Jungkook era un alma demasiado cargada y destructiva, Hoseok no deseaba exponerlo - ¿Recuerdas algo?
La única respuesta que obtiene, como todos los días, es una risilla repleta de rencor desde algún punto de la habitación cubierta en tinieblas.