Capítulo 2

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Sus ojos pardos quedaron fijos en la figura que yacía frente al espejo. Se había quitado la sencilla camisa de tela para dejar al descubierto su pecho, ladeando su torso ligeramente para poder ser capaz de leer el tatuaje en su nuca.

El Nexo. La palabra se repetía una y otra vez en su mente, tratando de hallar una explicación a lo que ello significaba. Momentos atrás, Aris les había confesado que vivió prácticamente en una versión opuesta a su laberinto, donde en lugar de larchos mierteros había chicas, chicas que se suponía, estaban por ahí, en algún lugar. Todo había sido prácticamente un reflejo de su vivencia, incluso había habido una chica que era la versión de Thomas, la única diferencia era que ella había muerto, tal cual había sucedido con Chuck.

Apretó los labios en una fina línea y bajó la mirada al tiempo que sus manos se apoyaban en la orilla del lavamanos. Una escasa sonrisa se fugó de sus labios al segundo que fue capaz de notar el lugar donde estaba. Una noche atrás, Thomas había estado ahí con él, en ese mismo y preciso lugar. Era irónico pensar que justo en ese momento el castaño pareciera solo pensar en Teresa, buscándola hasta por debajo de los jodidos colchones de cada garlopa cama del lugar.

Aunque los cuerpos habían desparecido y los cranks parecían haberse esfumado, continuaban encerrados en ese jodido lugar de tres habitaciones. Ya habían intentado romper las cerraduras de las puertas que suponían, daban al exterior. Pero todos los experimentos de escape terminaron con la misma conclusión: estaban encerrados ahí, solo porque sí.

No necesitaba ser un genio para saber que solo tenían que esperar. Tal cual como había sucedido la primera vez que llegaron al laberinto, las respuestas comenzarían a llegar cuando ellos así lo quisieran.

Un suspiro y sus tripas volvieron a rugir de manera insistente. Acabó por inclinarse nuevamente sobre el lavamanos para abrir la llave y beberse tanta agua como le fue posible. Un día, llevaban un día con las ventanas cerradas por paredes de ladrillos y sin nada más que agua para mantenerse vivos. Todos los habitantes se habían resignado a vagar sin rumbo fijo por el complejo, sin atreverse a hablar, solo estaban ahí... Como si se negaran a aceptar que la espera era incierta.

Apretó los parpados nuevamente al tiempo que cerraba la llave del lavamanos. Con la prenda ligeramente arrugada que tenía de lado, terminó por secarse la cara. Cuando sus ojos volvieron a fijarse en la figura que se reflejaba en el cristal, quiso reír al instante. Las marcas de los besos seguían ahí, las uñas de Thomas seguían marcadas en su piel y ahora eran más notorias que nunca, probablemente mera consecuencia de la lenta recuperación de su sistema gracias a la falta de alimentos. Rodó los ojos y bufó bajito, terminando por volver a colocarse la sencilla prenda de ropa para finalmente, poder abandonar el baño.

Sus ojos pasearon rápidamente entre las figuras de sus amigos, cortando su recorrido al tiempo que halló a su habitante favorito echado en una de las camas: dándole la espalda a todos.

Caminó lentamente en la dirección en que se hallaba el menor, odiando terriblemente la cojera que ahora parecía ser más evidente que nunca. No dolía, pero ahora era tan incómoda que siquiera la podía disimular. Soltó un suspiro ahogado en un vano intento de abandonar el pensamiento al tiempo que sus pasos finalmente se detenían justo a un lado de donde yacía Thomas aún echado, durmiendo.

—Tommy... —un suave murmuro brotó de sus labios al tiempo que terminaba por inclinarse en la dirección del castaño, completamente dispuesto a despertarle para poder saciar la duda que no le había permitido estar tranquilo desde muchísimas horas atrás.

Pero la intención del rubio se vio truncada al segundo que el menor se aferró a la almohada que sostenía, separando los labios únicamente para pronunciar un nombre: Teresa.

Ya no puedo tenerte | Newtmas | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora