Podía escuchar los pasos del asiático cerca de su posición, pero hasta ese punto, siquiera se había atrevido a mirar hacia atrás. El beso había sucedido y ya, solo porque sí, sin razón, sin lógica, sin explicación. Apartar a Minho fue casi un acto de reflejo, de mera cordura.
Aquello no estaba mal, pero algo en su interior gritaba a todo pulmón que así era. No estaba buscando consuelo, no estaba buscando llenar el vacío, él solo quería llegar al final de esa miertera cosa y continuar con su vida, al menos hasta donde C.R.U.E.L. lo permitiera.
Escuchó la voz del ex corredor no muy lejos de donde estaba, escuchó su petición, escuchó que bramaba por sobre el viento que azotaba sobre ellos, escuchó que gritaba que lo esperara, que debían hablar. Pero Newt comprendía perfectamente, que aquello no era posible. Estaban a punto de llegar al final, el refugio estaba a unos cuantos kilómetros, pronto todo lo que sucedió en el desierto quedaría finalmente atrás, permitiéndoles mirarse a las caras y simplemente olvidar. Así de fácil, así de sencillo.
Minho era su amigo, y por encima de ello, algo suficientemente cercano a lo que podía llamar hermano, después de Alby, él era lo que le quedaba del área, considerando el hecho de que Thomas había dejado de figurar en esa ecuación.
Thomas.
El nombre del castaño le supo amargo, le hizo apretar los ojos, acelerar el paso. El larchito estaba en las montañas, seguramente, divirtiéndose en los brazos de cierta pelinegra. Qué fastidio. Debía comenzar a ignorar las escenas que se repetían en su cabeza, o terminaría por volverse loco.—¡Newt! —de nuevo la voz de Minho sonó cerca, logrando que el rubio enterrara los pies en la arena, que buscara una roca donde esconderse, pero más tardó en pensar una posible solución a la charla que no quería tener, en sentir como el asiático le daba alcance y le sujetaba de uno de los brazos. Odió su renguera, odió que el mayor siempre se hubiese destacado como uno de los mejores corredores.
—Nos falta poco —fue una voz plana, seca, sin emoción. Los pardos del rubio estaban fijos hacia al frente, hacia donde suponía, debía observar que aparecería una construcción, algo, lo que fuera.
—¿Quieres detenerte un segundo, pedazo de plopus andante? —no había sarcasmo, no había reproche, solo una enorme muestra de exasperación pura. Newt le observó fijamente, ausente, ligeramente fuera de sí.
—Evidentemente no puedo caminar si me sujetas así. ¿Podemos continuar y dejar esto para otro momento? —Newt rodó los ojos con fastidio, movió el brazo para tratar de deshacerse del agarre del mayor. Algo dentro de él, hervía lentamente, era como si su mecanismo se hubiese transformado en una olla de presión que estaba a punto de reventar.
—Shuck ¿Cuándo dejarás de ser tan malditamente miertero, Newt? —Minho estaba dolido, era algo que probablemente era evidente para cualquiera que presenciara aquel encuentro, pero no para Newt, no al menos en ese momento.
—El día que tú dejes de ser un experto pendejo. ¿Acaso hacen competencia entre ustedes? —había una pequeña risa que reflejaba ironía pura, fastidio en su estado natural. Él no era así, por mucho que rascara en el fondo de su memoria, jamás había actuado de esa manera, pero justo en ese momento, parecía no querer detenerse, no quería pensar, solo quería olvidarse de todo y ya.
Minho le observó fijo con los ojos bastante más abiertos, tratando de descifrar lo que sucedía con su recién descubierto, interés particular. Pero Newt simplemente había desviado la mirada, retomando su paso, olvidando que él existía.
Bien, no podía culparlo. A él mismo se le había ocurrido andar buscando los besos de quien había sido uno de sus mejores amigos, justo al mismo tiempo que a este lo habían botado. Probablemente, Newt tenía razón, era un fuco pendejo en todo el maldito sentido de la palabra.
Ahogó esos pensamientos antes de finalmente continuar su andar, olvidando que habían un par de metros de distancia entre ellos y el resto de los dos grupos.
Dio apenas un par de pasos más poco antes de atreverse a elevar la mirada, a hurgar en las montañas que se alzaban a su costado. Parpadeó confundido cuando fue capaz de percibir unas cuantas figuras que se movían no muy lejos de donde estaban, haciéndole saber casi de inmediato, que se trataba de sus dos personas no favoritas, y del larcho que estaba logrando que se perforara el estómago como consecuencia del enojo. Genial.
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Ya no puedo tenerte | Newtmas | Libro 2
Fiksi Penggemar"Estaban vivos, estaban a salvo, estaban juntos. Y de momento, eso era suficiente." Libertad. La palabra había sido grabada en sus mentes cuando dejaron el laberinto atrás, pero estaban muy equivocados: Ese solo había sido el comienzo. Newt finalm...