𝕿𝖗𝖊𝖘

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—Este lugar es bonito, ¿verdad? —preguntó contenta la pelinegra. 

A pesar de haberse negado al principio, Deidara terminó asistiendo de acompañante con la chica. Tal vez había sido por su insistencia o porque de verdad quería despejar su mente un rato. 

—Como digas —respondió tomando de su limonada. 

—Oye, en verdad quiero pasar un rato feliz contigo, ¿podrías dejar de ser una niña malcriada durante el resto de la noche?

El chico puso los ojos en blanco, algo fastidiado ya por la muchacha. Imaginaba a ratos estar en su hogar, acostado viendo televisión o durmiendo alejado de aquel ser demoníaco con pintas de mujer. 

—Deberíamos aprovechar el tiempo que estamos juntos y conocernos más —sugirió Dorothy, quitándose la boina—. ¡Yo empiezo! Dime cuál es tu color favorito. 

—¿Qué edad tienes?¿ocho? —se burló el ojiazul. 

—No, pretendo crear un ambiente de confianza ¿ok? Gracias por ser amargado —recitó con tono divertido. 

—Digo, no me imaginaba charlas de colores y a ti en una misma escena. Creí que sería más como cuál es mi infierno favorito, cuántas veces al día suelo sacarme sangre para invocar a Satanás o ese tipo de cosas triviales —mencionó Deidara restándole importancia. 

—Yo no hago cultos a Satanás, niña. Me dedico a preservar la religión que adora al supremo dios Jashin. 

—Sí, por supuesto, debí suponerlo antes —fingió sorpresa el rubio.

—Búrlate ahora, muchachita, después querrás verlo todo. 

La ojinegra se acomodó el cabello, pasándose sus delgados dedos por entre cada hebra, como si en un comercial de shampoo se encontrara. 

Deidara debía admitir que era muy linda, pero todo eso no contrarrestaba el hecho de que estaba loca de remate y que, además, tuviera un carácter que le provocaba estrés crónico.

—Hidan me mencionó que terminaste con tu hembra hace poco —comentó repentinamente ella, captando la atención del hombre. 

—Recuérdame echarlo de la casa lo más pronto posible. 

—Oye, no está mal que me lo haya dicho. 

—Son cosas privadas que no comparto con cualquier persona, y menos con alguien como tú. 

—¿Debería sentirme ofendida?

—Un poco. Ahora, no lo vuelvas a mencionar. 

—¿Están listos para ordenar?

Dorothy iba a reprochar, pero la voz de su mesera les interrumpió, provocando que una sonrisa divertida apareciera en su rostro, mientras que en el de su contrario se reflejara sorpresa. 

—¿Nanami? —preguntó él, casi atragantándose con su propia saliva. 

—¿Deidara? —cuestionó a su vez ella, mientras le miraba con la misma expresión. 

La única que parecía estar más contenta que nunca era la pequeña azabache, quien alzó su vaso con alcohol y bebió de él. 

—¡Y Dorothy! —se presentó, mientras la muchacha con mándil ahora fijaba su vista en ella—. Amor, ¿quién es ella? —preguntó al ojiazul. 

La cara del chico no pudo expresar todo el asombro interno y confusión que sentía, se quedó sin habla. Dorothy aprovechó esa oportunidad de silencio y le tomó de la mano, apretándola con cariño. 

—¿De dónde se conocen? —volvió a preguntar, mientras acercaba más su asiento al del chico, quedando prácticamente pegada a él. 

—Él y yo salíamos, hace no más de dos semanas —se atrevió a subir la voz, con un tono de molestia la camarera y sonando a reconvención.

—Ah, cosas del destino —habló con indiferencia la pelinegra—. Ahora es mío. Por cierto, quiero una hamburguesa doble con los pepinillos aparte y...

—Qué pronto olvidas, ¿no, Deidara? —le volvió a interrumpir la castaña, muy enfadada. 

Ahí fue cuando el hombre por fin reaccionó, y le devolvió el gesto molesto a su ex-novia. 

—No eres quien para decirlo. Por cierto, ¿cómo se encuentra Yuta? ¿aún salen o ya estás detrás de otro? —cuestionó casi escupiendo las palabras con odio. 

—Uh, golpe bajo —agregó Dorothy. 

—Sabes muy bien lo que en verdad pasó, Dei, no tenía opción. Pero yo sigo queriéndote y...

—Oye, zorra, es mi novio. 

—¿En verdad me reemplazaste por esto? —habló con repugnancia, señalando a la ojinegra. 

Excelentes modales, cómo no.

—Ella y yo no estamos... —comenzó el rubio, a punto de delatar el engaño. 

—¡Dispuestos a seguir escuchándote! —detuvo su hablar ella, apretando con fuerza a propósito la mano contraria—. Tráeme mi hamburguesa o si no hablaré con el jefe de este sitio y le diré que la pseudo virgen que tiene como empleada no deja de fastidiar a mi novio y se niega a tomarme la orden. Y por favor —pidió—, ya me sé todas esas artimañas de escupir a mi comida, así que abstente o mi pie tendrá que cavarse tanto en tu rostro que quedarás como un mono deforme. 

SATANIC GIRL || deidaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora