Capítulo II.

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"No pedía mucho, únicamente necesitaba a alguien que me diera ánimos para calmar mis crisis existenciales en lugar de burlarse o que me tratara mal. Y, pensándolo bien, tal vez ése sea el error... No pido mucho, pero necesito bastante."

—Alemania.

Kazán, Rusia, Septiembre de 2035.

Cada golpe se hacía más y más punzante conforme se iba realizando. Cada uno se replegaba justo en las zonas menos visibles, donde nadie podía denunciar que fuese algo muy grave, mucho menos algo que se lo hizo alguien más. Era como un carnaval de porrazos, los cuales poco a poco se hacían inevitables.

Siempre que se encontraba en esa situación dejaba que una agradable música sonara en su cabeza, al tiempo en que esperaba que todo desapareciera. Se trataba de una técnica para reducir el dolor, pensando en las piezas que su padre solía tocar una y otra vez, pensando en su figura deslizar sus dedos largos por el enorme piano de cola que solían tener.

Un golpe, una nota; cada golpe, una canción. Las nubes crujían y advertían de una pronta lluvia, una que jamás llegaría. Todo era tan... gris...

Adam se hallaba divertido en la azotea, observando al resto siendo brusco con el menor. Una risa leve se hizo presente, para luego llamar de un gesto a Luke, el cual se acercó gustoso a su lado.

—¿Precisas algo, Polonia? —preguntó el americano.

—¿Puedes traer unos baldes con agua? Hace tiempo que no duchamos a ésta zorra —mencionó con diversión.

Estados Unidos obedeció, asintiendo, para luego acercarse con su pandilla para pedirles que lo acompañaran a una parte un tanto alejada dentro de la misma azotea. Por su parte, Polonia se acercó al inerte cuerpo de Frederich, el cual se encontraba temblando, temeroso a recibir más golpes.

—Torpe alemán —lamentó el joven a penas mayor, poniéndose a la misma altura quedando en cuclillas—. Es más que claro que tú no vales nada y sólo eres una criatura inservible que merece una muerte segura para pagar todos los pecados que cometió su padre, ¿por qué no te mueres de una vez?

Sin esperar respuesta o consentimiento, el polaco comenzó a levantar el uniforme de su víctima, notando marcas extrañas en su piel más allá de los golpes que recibía a diario. Éste sólo se rió, regocijándose en su descubrimiento, comenzando a quitarle la camiseta sin siquiera un dejo de pena.

—Miren, muchachos —dijo ni bien el resto se le acercó—. Parece que no nos equivocamos diciéndole puta alemana, ¿no es así?

Varios se echaron a reír, acercándose con los recipientes llenos de agua. Luke sonrió.

—No estaría mal... Llenar de agua a esta abominación, así trata de limpiarse el pecado —dijo el estadounidense—. Después de todo, no es como que fuera a desaparecer.

El agua sólo lo inundó, mas no lo ahogó como él quería. Los ojos de la cámara lo retrataron ahí, completamente desnudo sobre el suelo, recibiendo el frío viento de Rusia, al tiempo en que todos se reían y lo molestaban.

Pese a que la música agradable lo distraía, ya no le era suficiente, puesto que poco a poco comenzó a rogar por alguien... Alguien... Alguien que sólo lo salve, alguien que lo reciba.

Sólo necesitaba a alguien. Quien sea, quien quisiera, sólo... Que lo mantenga a salvo. Por un lapso de tiempo sólo olvidó su entorno, hasta que el sonido de la puerta de la azotea se hizo presente. Él no era capaz de verlo, sin embargo Luke y Adam se voltearon a la entrando, quedándose el primero con el ceño fruncido.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó en un tono repelente, dejando a un lado a su víctima.

Por el sonido de los murmullos, se dió cuenta de que era alguien distinto, alguien diferente, el cual tenía pinta de ser nuevo. Un muchacho que jamás en su vida había visto.

Debido al aturdimiento, Alemania a penas pudo escuchar las palabras que había dicho el recién llegado, el cual tampoco podía ver. Hablaba muy bajo, además de que corría demasiado viento en ese instante, al igual que el sonido del timbre se hacía presente.

Polonia se levantó del suelo, acariciando el hombro del americano, presionándolo para luego escuchar cómo hablaba.

—Vámonos —sonaba decidido—. No vale la pena perder el tiempo con este tipo, luego tendremos tiempo para enseñarle el lugar.

Dicho esto, todos se pusieron de pie, al tiempo en que sólo Frederich quedó allí con el extraño. Éste pensó que se encontraba llanamente solo, sin embargo se sorprendió al notar al muchacho extraño parado ahí, frente a él, notando cómo se quitaba su abrigo para ponerlo sobre sus hombros.

Su cabello era, en su totalidad, blanco, al igual que su piel; sólo sus ojos parecían tener un vivo y puro color, dando la ilusión que en éstos se hallaba un campo de lavanda decorándolo por completo. El menor sólo se estremeció, sorojándose para luego bajar la mirada al piso y jugar con sus dedos.

—Yo... Esto... —Sus ideas no se podían aclarar, sólo balbuceaba con timidez, jugando con sus dedos—. Gra-Gra-Gracias.

El albino misterioso no contestó y sólo lo observó, provocando una única sensación que, por primera vez, era agradable. La música volvió a abrirse paso en su mente, pero no parecía tener ánimos de querer borrar ese recuerdo o mantenerlo muy en su interior, sino que, por el contrario, era para resguardarlo en su memoria.

Resguardar el claro recuerdo de la primera vez que hacía un amigo.

▓ ÖFFNE DIE TÜR ▓ ✠RusGer✠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora