Capítulo IV.

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"No sigas insistiendo en algo de lo cual la vida ya te dijo de mil maneras que simplemente no es para ti.
Después de todo, no fue tu culpa que me enamorara de ti, tú no te dabas cuenta lo perfecto que eras tanto para mi corazón como para mis ojos"

—Alemania

Kazán, Rusia, Septiembre de 2035.

Los nervios lo azotaban ferozmente. Sentado al lado de quien lo había salvado, tan cerca de su brazo, siendo capaz de hablarle mucho mejor que la última vez que se vieron...

Tenía un fuerte deseo por quedarse a su lado, después de todo, él se había mostrado amable con él. Eso, sumado al hecho de que Luke y Adam lo estaban viendo. Por eso mismo es que pasó toda la hora pensando en qué decirle, cómo acercarse mejor dicho, notando la forma en la que ése joven, del cual ya sabía su nombre, seguía absorto en su mundo. No quería interrumpirlo, pero...

El timbre del segundo receso del día los sorprendió, quedándose en blanco. Sus cuadernos no tenían ninguno de los apuntes escritos en la pizarra, además de que el profesor estaba anunciándoles algo sobre un examen, detalle al cual no había prestado atención. Todo por querer seguir a ese muchacho que desapareció con la multitud de varios otros dispuestos salir en estampida.

Los ojos verdes buscaron al ruso, para luego levantarse sin demorar con el fin de intentar correr tras éste cuando no lo vio cerca.

Por su parte, Aleksei miraba con desgano a todo aquel que pasaba por su lado, haciendo que la gente se alejara un poco. Odiaba tener contacto con estudiantes sudorosos, en sí, con gente en general, pero nada podía hacer. Después de todo, su familia se había mudado a ese lugar por el trabajo de su padre.

—Maldito día de mierda —se dijo a sí mismo, mientras metía sus manos en los bolsillos de aquel pantalón azul. Sus ojos azules, casi violáceos, rodaron al ver tantas personas allí, hablando, riendo. Le daba náuseas la hipocresía, ya que de seguro éstos hablarían con otros a sus espaldas.

El alemán lo seguía notándolo por el pasillo. Su sonrisa se dibujó en su boca, comenzando a acercarse con pasos nerviosos, mas pronto se percató que estaba avanzado a pasos rápidos otra vez, dejándolo extrañado, pues se había detenido en el medio del camino hace un momento.

Mordió su labio inferior, sin embargo continuó, sintiendo como si el pasillo se volviera más y más amplio, todo culpa de los susurros y burlas que se cernían en su espalda. Cosas sobre que se prostituía, que era escoria, entre otras.

Un nudo en su estómago casi lo hace quedarse de pie, sintiendo como si esos susurros se volvieran potentes, al igual que las miradas, mas se obligó a continuar. Todo porque quería hablar con él.

Se alivió cuando lo notó parado frente a la máquina expendedora del fondo, aproximándose casi corriendo.

Por fin, cuando estuvo tras su espalda, apretó su propia camisa con sus manos.

—¡Ho-Hola! —dejó escapar, al tiempo en que le temblaban los labios—. Y-yo... Hum... Quizá no me recuerdes mucho, tú y yo nos vimos hace unas semanas y... Ah... Quería decirte que...

Mientras el alemán trataba de pronunciar lo que quería decir, el ruso simplemente esperaba a que bajaran algunas papas y otras cosas nada saludables para él. Seguro su hermano lo regalaría, pero, le daba igual. Todos hacían lo que querían.

El sonido de SABATON - Great War llenaba sus oídos tras los airpods negros, al menos así se distraía un rato de tanto estudio de porquería. Él era inteligente y aquellos estudios prácticos, demasiados simples, no iban con su persona.

▓ ÖFFNE DIE TÜR ▓ ✠RusGer✠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora