Prologo

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París, Francia 2018

La noche era helada. Estábamos todos reunidos en una misma casa. Aroa no estaba muy lejos de mí. Daniel se encontraba con Gini, Marcus intentaba consolar a Dana, pero le era imposible. Después de todo lo que había sucedido, todo lo que habíamos pasado, de nada nos había servido. Finalmente habían regresado, el temor de los caídos y los hijos de la luz, nuestro gran temor.

Eran pocas las horas que había pasado todo el terror. Vi morir a Varik frente a nuestros ojos, Dylan había partido a enfrentarse contra Asmodeus, no sabía si regresaría, era muy poco probable que eso sucediera. Luchamos con todo lo que teníamos, pero nada fue suficiente, no esperábamos que nos traicionarán. El costo de nuestro error fue el fin de todo y de todos. Solo quedamos algunos, unos sobrevivientes del consejo, algunos hijos de los miembros del cónclave, y Marcus.

Las doce naciones habían desaparecido.

Nosotros entre otras pocas personas habíamos logrado escapar. Apenas unas cien mil personas lograron escapar de Glliss, del millón de personas que vivían en ella. Otras naciones no tuvieron tanta suerte como Alpha que fue destruida y no hubo quién se salvara, a excepción de Sefora.

Y aquí estábamos nosotros ocultos en una ciudad totalmente desconocidas para nosotros. Daniel, Dana, Marcus, Cush, Gini, Sefora, Diana, Silvino, Aroa y yo estábamos dónde nos había dicho Varik que escapáramos: en la casa de Victoria Feraud.

Victoria era una mujer muy hermosa. Su cabello era corto y de color castaño, y sus ojos eran de un color oscuro. Su piel era blanca, casi tan blanca como la nieve. Era baja de estatura. A pesar de ello, era una mujer imponente, de una mirada que por momentos era seria, y por otros lograba sonreír incluso cuando todo se le complicaba. Cuando se reía, tenía los mejores resultados con los pacientes que estaba atendiendo. Me parecía un caso curioso esa mujer para mí. La única mujer que fue expulsada del consejo luego del levantamiento...veía la razón por lo que lo habían hecho. 

Victoria Feraud vivía en una casa cerca del río Sena. Su casa era algo pequeña, pero era confortable para nosotros. Era una casa de dos pisos y con toques de la edad media. Nosotros habíamos ido donde ella en cuánto llegamos a ese lugar; ella estaba curando todas las heridas posibles junto con Gini. Habían intentado ayudarme pero no me había dejado, les dije que había otros con mucha más importancia que yo.

Tenía en mi memoria fresca el momento en que Azazel moría ante nosotros, cuando Varik moría por traición, y el beso de Dylan que me dio cuando se fue.

Victoria me sirvió algo de tomar, se miraba caliente, pero no tenía ganas de nada y le negué con la cabeza.

-Es para el frío-me dijo tomando unas de las tazas y poniéndola en mis manos-. Y para la tristeza.

Cush era uno de los que peor estaba. Victoria le ofreció lo mismo.

-Es una pena-le comentó Victoria con tristeza-. Sé que estás pensando que pudiste salvar a Sali acabando con el diablo, pero ya viste lo que le sucedió a Varik-su tristeza era palpable, Cush intentaba no romperse, aunque por dentro estaba totalmente destruido.

Cush dio un suspiro.

-Ya no importa-le contestó Cush-. Dylan Salvatore ya no está, ha muerto junto con su mejor amigo: Varik White-lo decía con una tristeza, pero más que eso parecía resentimiento.

No pude evitarlo, sentí como una lágrima me resbala por la mejía, no podía permitirme llorar, no en ese momento.

-Y ya el mundo perdió parte de su brillo-dijo de pronto Silvino, sabía que él y Dylan se llevaban bien, fue el primero en enterarse que era un hijo de la luz, y era la persona en quién más confiaba-, nos engañaron desde un principio, pero al final...prevaleció su lado honesto-levantó la taza que le había dado Victoria-. Por Varik y Dylan.

-Por Dylan y Varik-dijeron todos al unísono levantando sus bebidas.

Yo no pude decir nada, sentí como un nudo en la garganta se me formaba. Se me rompía todo el corazón por dentro al pensar que ya no lo podría ver más, pensaba que caer en la realidad sería caer en la locura, y pronto...esa locura a la que estoy huyendo se estaba apoderando de mí lentamente.

En ese instante Cush se puso en pie y se sentó junto a mí. Ambos habíamos perdido a la persona que amábamos. Pero supongo que porque él estuvo casado con mi madre biológica, siempre me miro como una hija y me trataba y me cuidaba como tal, yo por mi parte me costaba verlo así gracias a que los dos padres que había tenido no habían sido los mejores, sin embargo...él lo era, Cush se había vuelto padre para mí.

-Si hubiera algo que pudiera hacer para que vuelva-me comentó Cush casi intentando darme consuelo.

- ¿Lo harías? –le preguntó de pronto Victoria sorprendida y llena de ánimo, algo que en todos nosotros nos tomó por sorpresa-. ¿Qué harías? –me preguntó viéndome a mí a los ojos-. ¿Qué estarían dispuestos a hacer ustedes? –les preguntó a todos los demás, creo que ninguno de los que estábamos ahí comprendía lo que ella se estaba refiriendo-. ¿Irían hasta los confines de la tierra y más allá para traer de regreso a Dylan y Varik?

Nadie respondió de inmediato, todos estábamos algo confundidos y nos mirábamos los unos a los otros.

-Sí-respondió Silvino tomando la iniciativa.

-Sí-respondió de pronto Daniel, él nunca se había llevado bien con Dylan o con Varik, pero fue el segundo en responder.

-Sí-respondí yo y todos comenzaron a tener valor y acordamos que haríamos lo necesario para rescatarlos a ambos, ya que ambos nos habían salvado de lo que pudo ser el fin de las doce naciones.

-De acuerdo-dijo ella con una sonrisa en el rostro-, pero si van a desafiar los extraños y embrujados muros que limitan este mundo con el otro, van a necesitar a alguien que los conozca.

En ese momento se escucharon pasos que provenían del segundo piso. Todos nos asomamos a ver de quién se trataba esa persona de la que ella estaba hablando. Era un hombre de cabello plateado y corto, su barba era corta, usaba lentes, llevaba un traje fino y elegante sin ninguna mancha, y le faltaba una mano, su mano derecha. Nadie logró reconocerlo a excepción de Sefora, que fue la única que pareció sorprenderse de verdad.

-Y díganme...-dijo élmientras comía una manzana verde y jugosa-... ¿Qué le paso a mi sobrino? 


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Ángeles Caídos: Costa del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora