Capítulo 12: Sueños infiltrados

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Todo el mundo debe haber soñado alguna vez con imágenes de algo que le sucedió ese día, esa semana o en algún momento de su infancia, o quizá también con algún tema que le preocupase en particular o incluso con nimiedades de su día a día. Es común arrastrar fragmentos de nuestras vidas al mundo de los sueños, pero aquellos elementos o criaturas que son propias del mundo onírico no deberían poder sobrepasar los umbrales del inconsciente para abrirse paso a la realidad de la vigilia. Permitir que algo así suceda parecería ir en contra de las leyes naturales, de la misma forma en que no se puede regresar de la muerte o caer hacia el firmamento desafiando la gravedad. Aquellas criaturas no deberían estar en nuestro mundo. Los seres de mis sueños habían atravesado aquella barrera que les debería ser prohibida, el umbral que las separaba de quienes pueden soñar, y ahora estaban aquí.

Desperté sobresaltada al igual que tantos otros días, pero en aquella ocasión, en lugar de un grito ahogado comencé a sentir como si mi alma quisiera escaparse de mi cuerpo. Una corriente helada salía de mis pulmones y se abría paso por mi garganta y por mi boca mientras sentía que me asfixiaba. Una luz cegadora que emanaba de mi interior se fue moldeando en la figura de un ser que se desdobló a sí mismo creando otra criatura idéntica a él.

Aquellos extraños seres me observaron con sus rostros sin facciones durante algunos segundos en los que me quedé paralizada. Tan solo podía temblar. Pasados unos instantes, se esfumaron frente a mí. Me aferré a la esperanza de despertar tarde o temprano, pero eso no ocurrió. Estaba despierta y aquellos seres ahora formaban parte de mi mundo. Eso no podía estar bien.

En cuanto pude volver a moverme me dirigí lo más rápido que pude al cuarto de mi madre y abrí la puerta procurando no hacer ruido. Ella dormía profundamente al igual que mi bebé. Me acerqué al moisés y besé la frente de mi hija con ternura.

No sabía qué era lo que buscaban aquellos extraños e inquietantes seres en mi mundo, pero tenía un mal presentimiento. Lo único que esperaba era que no viniesen a hacernos daño. Sentía que tenía que proteger a mi familia, pero lo cierto es que no tenía idea de cómo hacerlo. Ni siquiera podría revelarle lo ocurrido a mi madre sin que me tomara como a una completa demente.

Aquella mañana nadie notó el temor que sentía. Probablemente, después de todo lo que me había ocurrido, había incorporado el miedo como una constante en mi vida.

Las palabras del conductor del noticiario me sacaron de mis pensamientos. Al parecer, habían encontrado asfixiadas a las dos primeras jóvenes que habían logrado escapar de los prostíbulos. Distinguí cómo una sombra de preocupación surcaba el rostro de mi madre y me pregunté si la muerte también me estaría acechando. Tenía el presentimiento amargo de que los seres de luz que salieron de mi interior podrían estar de alguna forma involucrados con aquellas muertes.

 Tenía el presentimiento amargo de que los seres de luz que salieron de mi interior podrían estar de alguna forma involucrados con aquellas muertes

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