UNA NOCHE DE COPAS

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Dos semanas habían pasado desde aquella noche, aquella noche de la que había un acuerdo silencioso de no hablar, Mateo no sabía que si Diego se había dado cuenta de que habían dormido abrazados  así que omitió hacer comentarios al respecto, y Diego no entendía en qué juego de ajedrez estaban, a veces Mateo era muy cariñoso, las otras veces era distante y reservado.

Para Mateo, el tema de sus sentimientos por Diego Ortega era un asunto complicado como un laberinto de amor y drama. Su conflicto no era sobre si se sentía atraído por los hombres, ya que Mateo sabía que era bisexual desde los dieciséis años, en un principio le costó aceptarse pero a sus 18 años ya había hecho paz con ello. Sin embargo, Mateo nunca había tenido la valentía para tener una relación seria con un hombre y no sabía si podría hacerlo por Diego, no quería lastimarlo.

De hecho, Mateo solamente se había besado con hombres cuando estaba un poco pasado de copas, solo en esos momentos podía callar esa voz en su interior que le decía que sus padres se decepcionarían de él, esa voz que le decía que le estaba fallando a su fe. Mateo quería ser libre de amar a quién su corazón le dijera, quería amar a alguien como Diego que era todo lo siempre buscó, y ahora que lo tenía frente a él, le era imposible dar ese salto, pues Diego no podía estar más alejado de los estándares de su familia.

Desde que Mateo tenía memoria, su madre siempre lo había presionado para que encontrara a una mujer judía que lo acompañe por el resto de sus días, para que continuara con la familia Symanski Tenembaum. Ya que él era el varón primogénito, él debía ser quien trajera honor a su familia, al menos en eso insistía su padre. E irónicamente, Mateo se tuvo que enamorar de un hombre agnóstico, de un hombre que tenía los ojos color verde más lindos del mundo, y el sentido del humor más bizarro de cualquier plano existencial.

— Maty, ¿en qué piensas? — preguntó Diego, mientras se metía un pedazo de waffle a la boca — Se te van a enfriar tus hotcakes.

Esta semana había sido un tanto curiosa entre ellos, había sido todo un viaje emocional pues por lo general eran muy unidos, ambos se querían mucho y sentían paz al estar en la compañía del otro. Después de todo eso había hecho que su relación se encontrara en la delgada línea entre amigos y algo más.

Sin embargo esta última semana fue diferente. El Lunes tuvieron una pequeña pelea, porque Mateo no quería que Diego siguiera usando sus aplicaciones para ligar, no le parecía correcto, y Diego se enojó, ignoró sus llamadas y mensajes por el resto del día. El Martes no tuvo tiempo para buscarlo ya que Ubaldo lo saturó de trabajo, por un momento se olvidó de él. Luego, el Miércoles ya lo extrañaba, pero Diego le aplicó la ley de hielo. Así que el Jueves le propuso a Diego tomarle la palabra y que al día siguiente fueran a desayunar.

Y eso explicaba cómo habían llegado a este Viernes, ambos sentados en una mesa para dos en iHop, la tensión por las palabras no dichas era visibles, de nuevo estaban jugando su extraño juego de amor, en viernes otra vez. Sin embargo, Diego ya no quería seguir jugando un juego que aparentemente iba perdiendo, si Mateo no le aclaraba pronto lo que sentía por él, entonces seguiría saliendo en citas con extraños. Por su parte, Mateo solo quería proteger a Diego, o mejor dicho tenía miedo de perderlo para siempre, de que encontrara a alguien mejor.

— En nada, Dieguito — le respondió con una sonrisa falsa, Diego lo notó, Diego siempre era capaz d e ver a través de la gente —, es solo que estaba meditando si pedirme una malteada de vainilla, no sé si sea demasiado pesada para mi solo.

— No te apures Maty — Diego hizo una pausa dramática —, la podemos compartir.

Antes de que Mateo pudiera objetar, Diego ya había pedido una malteada de vainilla con crema chantillí extra. En la mente de Diego se había maquinado un plan un tanto maquiavélico.

TALK ME DOWN | MATIEGO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora