Algunos días habían pasado desde aquel Viernes por la noche, desde aquella discusión que había dejado dos corazones rotos. Diego sabía que al principio el alcohol lo había llevado a sobre reaccionar un poco, en su defensa no era cualquier cosa ver al chico que te gustaba besándose con su exnovia, quizá dijo una que otra tontería por sus celos. Pero aún así Mateo no había sido claro sobre sus sentimientos, y Diego se había cansado de jugar ese juego que solamente le causaba dolor. Aunque, si Diego era sincero, él tenía miedo de que todo este tiempo había malinterpretado las intensiones de Mateo, quizá el único jugador era Diego y por eso iba perdiendo, porque Mateo solo lo veía como un amigo.
Durante el fin de semana, Diego no salió de su habitación ni para comer, así que Aris y Temo llevaban la comida a su cuarto, los tres comían juntos y jugaban juegos de mesa. Se esforzaban mucho por sacar a Mateo de sus pensamientos y sacarle una sonrisa. Sin embargo, ellos sabían que no era suficiente, Mateo y Diego se habían vuelto muy cercanos, al punto que había ropa de Mateo en el cuarto, hasta uno que otro regalo que el judío le había obsequiado en ocasiones especiales como en Janucá.
Diego trataba de no pensar en él, pero todo en su cuarto le recordaba a las pijamadas que a veces hacían, le recordaba a la perfección de cuerpo y corazón que era Mateo Symanski Tenembaum, el niño de un millón de flores. También le recordaba el dolor en el rostro de Mateo luego de su discusión, esa imagen era una que perseguía a Diego hasta en sus pesadillas, no quería verlo así, quería verlo sonreír y reír. Sin embargo, ese ya no sería el papel de Diego pues tenía que soltar a Mateo, debía de dejar de aferrarse a algo imposible, debía romper su maldición en el amor, y la única forma era no volviéndose a enamorar, dejar de soñar con un príncipe azul.
En consecuencia, Diego había decidido por una temporada irse a vivir con sus tías, ya que necesitaba cambiar de ambiente, necesitaba alejarse de cualquier cosa que le recordara a Mateo Symanski, y ante la imponente presencia de Dora Ortega, él sería lo último en su mente.
— Nora, Diego, ya me voy a trabajar porque el dinero no crece de los árboles — dijo Dora mientras le daba un beso en la frente a su hermana y a Diego —. Hermana, asegúrate de que nuestro sobrino desayune bien, ayer cenó muy mal.
— Sí, hermana, no te apures, yo lo cuido.
Nora y Dora se tomaban turnos para asegurarse que Diego nunca se quedara solo, o al menos que la mayoría del tiempo tuviera compañía. Ambas sabían que él necesitaba de su apoyo, aunque a Dora le costara trabajo aceptar la homosexualidad, Diego era su sobrino, y la familia era primero.
— Y recuerda que no le puedes dar galletas, si no se come toda la fruta.
— Ay tía, ya no soy un niño pequeño.
— Entonces no te portes como tal y acábate tu fruta — Dora acaricio el rostro de su sobrino —. Yo sé que crees que soy dura contigo, pero solo lo hago porque quiero lo mejor para ti.
Diego sonrío ante las palabras de su tía, extrañaba que lo chiqueara, como lo hacía antes de que les confesara que era gay, él sabía que ella había pasado por varias experiencias complicadas que la habían llevado a acercarse demasiado a la religión. Sin embargo, cuando les contó lo qué pasó con Mateo, ella lo consoló, pudo haberle dicho que ese era su castigo divino por ir contra la palabra de Dios, pero no lo hizo, en su lugar le dijo que ese muchacho no sabía de lo que se perdía, que Diego Ortega era único y que si él no lo podía ver, pronto llegaría un chico que lo hiciera. Ese día, Diego sintió una paz interna, ya que Dora dejó sus creencias a un lado por su sobrino, el amor le había ganado al odio
— Además, no deberías estar triste por ese chico — Dora dijo con tono compresivo —. Alguien que te provoque tanto dolor, no te merece.
— Es que es complicado tía, yo sé que él no me lastimó intencionalmente — respondió Diego con una sonrisa triste, Dora lo miró con afecto mientras acariciaba su cabello —, pero ya no somos niños para seguir jugando juegos de amor, me quiere o no me quiere, no puedo esperar toda la vida hasta que se decida, eso solo me dolería más.
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TALK ME DOWN | MATIEGO
FanfictionA veces te enamoras sin darte cuenta, a veces lastimas a esa persona sin darte cuenta. Mateo Symanski es un chico muy inteligente que toda su vida busco las respuestas a los misterios del universo en el lugar incorrecto, ¿será que Diego Ortega posea...