LABIOS ROTOS

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El Domingo había llegado y Mateo estaba muy emocionado aunque también estaba un poco nervioso, pues ese día sería su primera cita con Diego, él quería que todo fuera mágico y perfecto, pues eso era lo mínimo que el chico de sus sueños merecía, si fuera por él hasta le bajaría la Luna y las estrellas. Al despertar, Mateo tenía una gran sonrisa en su rostro, se sentía impaciente por ver a su novio, ya que desde el Viernes no lo veía porque estuvo pasando tiempo con sus padres, quienes Mateo aún no podía creer que lo aceptaran, aunque cada vez que les intentaba hablar de Diego, ellos cambiaban de tema, el judío suponía que sus padres necesitaban tiempo.

Mateo miró su reloj y observó que había llegado demasiado temprano a la privada donde vivía el ojiverde que le robaba el aliento, quizá era tanta su emoción por verlo que no calculo bien sus tiempos, y eso que hasta se había tomado el tiempo de prepararle unas galletas de plátano y mango, usando la receta de las tías de Diego, él aún no sabía cómo su novio las había convencido de ayudarle a perfeccionarlas.

— Mateo, me da mucho gusto verte — dijo Nora al ver a Mateo sentado en las escaleras fuera del departamento de su sobrino —, ¿cómo te fue con tus papás?

— Muy bien, me dijeron que me aceptaban y que me amaban sin importar a quién yo decidiera amar — Mateo se levantó y la abrazó —, gracias por todos los consejos que me dio y por haberme tenido tanta paciencia ese día.

Nora Ortega no se consideraba una experta en el tema de salir del clóset, ya que con su hermana no lo había hecho necesariamente, puesto que Dora la había descubierto besándose con Bárbara cuando eran jóvenes, sin embargo, lo aconsejo lo mejor que pudo, utilizando las vivencias de su sobrino como referencia.

— Yo encantada de ayudar, ya sabes que con confianza puedes ir a buscarme cuando necesites algo.

— Muchas gracias, Señora Ortega.

— Dime Nora — le respondió con una sonrisa —, mi hermana es la Señora Ortega.

Casi parecía que habían invocado a la Reina de Roma, puesto que en cuanto la mencionaron, Dora salió de su departamento y comenzó a caminar hacia ellos con cara de indignación. Ambas sabían que hoy Diego tendría una cita con Mateo, les había avisado porque faltaría a su comida familiar de todos los Domingos.

— ¡Hermana! — reclamó Dora mientras clavaba su mirada en el novio de su sobrino — ¿Qué haces abrazando a este? Te estaba buscando como loca por el departamento.

— Hermana, lo vi sentado solito fuera del departamento de nuestro sobrino y quise venir a hacerle compañía, ya sabes que Dieguito puede tardarse mucho en arreglarse.

— Ni me lo recuerdes, con lo vanidoso que es siempre es el último en estar listo — respondió Dora mientras se abanicaba el rostro —, la navidad pasada tuvimos que empezar dos horas después porque se cambió de ropa como veinte veces.

— No exageres, hermana, empezamos 30 minutos después.

La verdadera razón por la que se había retrasado Diego es que B. había ido a darle una sorpresa a Nora y le pidió a su sobrino que entretuviera a sus hermanos mientras ella iba a recibir su regalo.

— Es lo mismo, Nora — dijo mientras tomaba a su hermana del brazo —. Pero ya vámonos que se nos va a hacer tarde para ir a misa.

— Está bien, hermana, pero no me jales — Dora soltó a su hermana pero la miró fijamente para presionarla —. Nos vemos, Mateo, suerte en tu cita con Diego.

— ¿Una cita? — dijo Dora se persignó y luego puso su mano derecha sobre su pecho — ¡Qué barbaridad!

Sin decir más, las dos hermanas salieron de la privada y comenzaron a caminar hacía la Iglesia pues a Dora no le gustaba llegar tarde. Mateo las observó con una sonrisa, Nora era un amor de persona y Dora era todo un caso, pero él sabía que detrás de su exterior frío había un gran corazón que adoraba a su sobrino.

TALK ME DOWN | MATIEGO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora