°˖✧Mi Margarita✧˖ °

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El día se mostraba fantástico para salir y dar un paseo por la ciudad. Había pasado un tiempo desde que no lo hacía (por una pequeña situación vergonzosa que pasó), y sentía que ya era el momento.

Las calles no estaban tan congestionadas como él pensaba, y las personas parecían estar más calmas y pacientes respecto a otros días. Con las manos en los bolsillos y los auriculares en sus oídos, se dirigió a la pastelería más concurrida de la ciudad para comprar algo para desayunar, y además, aprovechar para saludar a su querida tía, quien trabajaba en dicho lugar. Con cada paso que daba, el ritmo de la música lo envolvía cada vez más, provocando que su cuerpo comenzara a moverse de a poco, al compás de las notas; así fue hasta que finalmente llegó. Una vez dentro, fue directo a la caja.

—¿Estará mi tía? —preguntó con interés. La mujer frente a él le sonrió.

—Por supuesto que sí, ya la busco —se retiró y fue hacia la parte de atrás del local, donde realizan todas las cosas deliciosas que tienen. Con una mano limpiándose el rostro y la otra sobre el delantal quitando los restos de harina, su tía salió con una gran sonrisa.

—¡Peter! Mi niño, hacía un tiempo no te veía por aquí.

—Hola tía, estoy feliz de verte también —la abrazó fuerte, sin importarle si se ensuciaba un poco con harina—. Digamos que no he salido mucho desde... bueno, tú sabes... el pequeño incidente con...

—Si, lo recuerdo bien, no es necesario que lo repitas querido. ¿Has venido a verme o a comprar también?

—Ambas —soltó una risita.

Como ya era de suponerse, su tía le preparó una bolsa con galletas con chips de chocolate, diciéndole que eran un regalo de su parte. Le costó aceptarlo, pero finalmente cedió; se retiró de aquel lugar con una sonrisa y retomó su camino por la ciudad.

Mientras iba caminando y cortando en partes las galletas se topó con una florería, la cual era una de las más nombradas y reconocidas por el lugar. Miró al interior y divisó un ramo de margaritas; era precioso y lo deseaba comprar, pero su timidez le jugó en contra y se alejó. Aquel pensamiento resurgió de su memoria, y no estaba para nada feliz. Siguió caminando cuando, al frente de la otra vereda, la vio; estaba hermosa como siempre, y no podía evitar posar su mirada en ella. «¿Y ahora qué hago? ¿me animo de una vez y le hablo?», pensaba el joven. En el momento en que iba a cruzar, la muchacha lo distinguió de entre las personas que estaban a su alrededor y lo saludó con la mano en alto, y él hizo lo mismo.

Decidido ya de hacer frente e ir a hablarle, se dio cuenta de que quedaría mal si no le llevaba algo como, por lo menos, un pequeño presente. Regresó a la florería y compró aquel ramo de margaritas; cuando salió, una gran sonrisa se plasmaba en su rostro. Ambas manos sostenían las flores y buscó con la mirada a la muchacha, pero se le hacía difícil encontrarla. Ella finalmente pudo cruzarse en su campo visual y al unísono sonrieron; no se dejaban de mirar y eso provocaba que la química entre ambos comenzara a surgir de a poco.

Con gran ánimo y entusiasmo, el joven cruzó la estrecha calle.

Sunnie.

↬ Mis ideas, mis inspiracionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora