Teresa celebra su cumpleaños"

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—¡Feliz cumpleaños! —escuché decir.

Me giré y allí estaba mi querido padre, acercándose con una hermosa caja de terciopelo azul en sus manos.

—¡Oh, papá, no tenías que molestarte! —exclamé con una enorme sonrisa.

Extendió su mano con el regalo y justo cuando iba a tomarlo, Berta apareció. Al ver la caja en las manos de mi padre, sus ojos se abrieron desmesuradamente. Tomé la caja de mi padre y comencé a abrirla de tal manera que ella también pudiera ver su contenido. Un hermoso collar de diamantes. Levanté la mirada para ver qué expresión tenía esa maldita; sus ojos casi se salían de las órbitas y su boca estaba abierta hasta el suelo, tan descarada que ni siquiera lo disimulaba.

—¡Qué belleza! —exclamó Berta, sin poder ocultar la envidia que sentía, ya que mi padre jamás le había dado algo así en su vida y nunca lo hará, esa fue la condición que puse cuando supe que se casaría de nuevo, y más con alguien como ella.

—¡Aquí está la mujer más hermosa del mundo!

Austin, mi prometido, interrumpió, pasando sus manos por mi cintura para luego besar mi cuello. Tenía un padre maravilloso que cumplía todos mis deseos y un novio que me amaba con locura. Mi vida estaba completa, me sentía inmensamente feliz por la vida que tenía.

—¡Feliz cumpleaños! —susurró Austin en mi oído. —Eres tan dulce —respondí mientras pasaba mis manos por su cuello. Él me giró, quedando cara a cara. Al reflexionar sobre la situación, creo que tuve suerte de conocer a Austin; es uno de los hijos del señor Brow, un exitoso abogado y dueño del bufete más grande de Nueva York. Conquistar a este galán no fue nada fácil.

—Querida, tus invitados te esperan —interrumpió Belma, a quien lancé una mirada asesina. Siempre encuentra la manera de arruinar mis momentos con Austin y no entiendo por qué. Austin insiste en que son solo ideas mías y quizás tenga razón.

—Ve, no hagas esperar a tus invitados —dijo él, besando mi frente.

No me quedó más opción que poner buena cara.

—¡Queridos amigos, gracias por venir a mi vigésimo sexto cumpleaños! —levanto la copa con gracia, mostrando un hermoso anillo de compromiso. Busco a Lesly con la mirada, deseando ver su reacción al notar la argolla de compromiso en mi mano, segura de que la impresionante piedra es visible, antes de continuar. —Estoy muy agradecida de tenerlos como mis más leales amigos y me alegra que estén aquí en mi celebración, y por supuesto... a mi querido padre, gracias por acompañarme.

—¡Qué encanto eres! —grita Belma, captando mi atención. Con su copa de martini en mano, me envía besos volados.

—¡Que comience la diversión, vamos a bailar! —exclamo con entusiasmo, levantando mi copa de champán mientras la música empieza a tocar.

La emoción se contagia y todos comienzan a bailar al ritmo de la música. Me dirijo a bajar del escenario y veo a Austin esperándome al pie de la plataforma. Avanzo con cuidado hacia las escaleras y al llegar al último escalón, él extiende sus brazos. Me toma de las manos y me levanta en el aire, girando como en una escena de película.

—Querida, perdóname pero necesito salir a hablar con un cliente— fue lo que escuché en cuanto mis pies tocaron el suelo. —¿Cómo? Es mi cumpleaños, no puedes hacerme esto.

Le reclamé molesta; siempre es trabajo y más trabajo.

—Ya sabes cómo es mi trabajo— se excusó.

—¿Es muy importante? — pregunté.

—De vida o muerte, sabes que si no fuera por eso...

—Está bien, vete — contesté, interrumpiendo su frase.

En cuanto escuchó mi aprobación, metió su mano en el bolsillo interior de su esmoquin y sacó su celular, tecleando rápidamente. Levantó la mirada y me sonrió, guiñando su ojo derecho. Fue entonces cuando apareció Belma, que al ver a Austin alejarse de la fiesta, me preguntó de inmediato por él. —¿A dónde va?

—Tiene un problema que resolver — respondí, girando mi cuerpo para darle la espalda. Detesto a esta mujer con todas mis fuerzas; se casó con mi padre un año después de la muerte de mi madre y aún no entiendo qué fue lo que vio en ella. Es una mujer de poca clase y valores, con gustos horribles que no se comparan en nada con mi distinguida madre.

Ella era una mujer hermosa, emanaba elegancia y belleza, con su cabello rubio dorado y unos ojos enormes y celestes como el cielo; su belleza era perturbadora. Nadie que no hubiera conocido a mi madre podría negar la belleza extraordinaria que poseía, además de ser una mujer de corazón puro, no como esta otra, que apenas tiene la oportunidad de aprovecharse de las personas, lo hace.

—Te ves hermosa con ese vestido.

La verdad es que era un vestido horroroso, parecía comprado en una tienda de chucherías o de segunda mano. Con tanto dinero que le da mi padre, eligió ese vulgar vestido de imitación de satén color burdeos con encajes anticuados.

—¿Lo crees? —pregunta ella, mirando su vestido.

—¿Dónde lo adquiriste? Por favor, dime para evitar esa tienda. ¿Los zapatos estaban en descuento? ¿Acaso mi padre no te proporciona suficiente dinero, querida Belma?

—¡Oh, querida Tess, tus insultos no me afectan! —responde ella con una sonrisa más falsa que las barbas de Salomón.

—¿Insultos? Me ofendes, Belma, yo te estoy elogiando.

—¡Aquí están las mujeres de mi vida! —exclama mi padre al llegar, y ambas sonreímos como si nada sucediera, aunque en el fondo Belma parece molesta.

—Iré al tocador, nos vemos querida... esposo mío —dice ella, besando su mejilla. Tan pronto como se aleja, mi padre se acerca afectuosamente, acaricia mi rostro y acomoda un mechón rebelde detrás de mi oreja. —Querida, ¿podrías ir al estacionamiento y buscar algo en mi auto?

—¿Qué cosa? ¿Por qué no mandas a alguien más?

—Hija, ¿piensas que si fuera algo sin importancia te lo pediría? Es una sorpresa.

—¿Sorpresa? ¿Qué es? —pregunté. Él me observa con detenimiento, la sonrisa en su rostro parece desvanecerse lentamente. ¿Qué le sucede? Sus ojos parecen a punto de llenarse de lágrimas. —¿Qué pasa, papá?

—¡Oh, nada! —responde acariciando mi hombro—. Aquí tienes, descubre tú misma cuál es la sorpresa. Me entrega las llaves de su auto; las tomo emocionada y nerviosa. ¿Qué podría ser? ¿Un nuevo auto? Al examinar el llavero, me doy cuenta de que son sus llaves, pero aun así le arrebato el llavero de las manos y me giro emocionada para salir. Vuelvo hacia mi padre y le lanzo un beso; él sonríe y corre con los brazos abiertos para abrazarme.

—¡Papá! ¿Qué pasa? —pregunto al verlo tan conmovido y a punto de llorar.

—Te amo, no lo olvides.

—¡Oh, papá, yo también te amo! —le doy un caluroso abrazo y luego me dirijo al estacionamiento. Este ha sido el mejor cumpleaños que he tenido y estoy ansiosa por saber qué regalo tiene preparado para mí.

(Editando la historia)

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