Capítulo 3 " La vida es muy injusta"

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El eco de mis tacones resuena en las paredes del estacionamiento mientras la temperatura cae dramáticamente. Escudriño entre los lujosos autos buscando el de mi padre; su rostro triste y al borde del llanto invade mi memoria mientras camino. ¿Qué le habrá ocurrido? Nunca ha sido un hombre de lágrimas, ni siquiera lloró en el funeral de mi madre.

El aire frío hace temblar mi piel y acelero el paso. Saco la llave y activo la alarma, lo que me permite localizar el auto gris de mi padre, estacionado a dos filas de distancia.

Al llegar, abro de inmediato la puerta del copiloto en busca de mi regalo, pero por más que busco, no lo encuentro. Confundida, pienso en llamar a mi padre, pero me doy cuenta de que no tengo mi celular. Cierro la puerta del auto con fuerza, molesta. "¿Es esto una broma?" me pregunto, mientras me preparo para confrontar a mi padre por su mal gusto.

Estoy a punto de llegar al ascensor cuando siento una mano fría y áspera agarrar mi brazo con fuerza. Un escalofrío me recorre, y asustada, me giro intentando liberarme.

—No te muevas, princesa —escucho.

Es un hombre de mi estatura, con un pasamontañas negro que solo deja ver sus ojos de un marrón claro. Al principio, no comprendo la gravedad de la situación, incluso pienso que es una broma. Pero todo cambia cuando el sujeto me apunta con su arma. ¿Es esto real? ¿Es real esa arma? Paralizada, observo detenidamente el cañón que apunta a mi frente, notando incluso el polvo en su interior.

—No te quedes ahí parada, princesa, camina —ordena el hombre encapuchado.

¿Qué está diciendo? Es como si lo oyera de lejos, mi mente aún no asimila el peligro que me acecha.

—¿Qué quieres de mí? ¿Dinero? Puedo darte dinero, si me sueltas...

Alcanzo a decir antes de que mi voz se quiebre. 

—¡Por favor, no me hagas daño!—suplico con la voz temblorosa, —te daré lo que quieras, pero no este anillo.

Él mira mi anillo y suelta una carcajada siniestra que resuena en todo el estacionamiento, poniendo la piel de gallina y acelerando mi pulso. Comienzo a temblar como un flan y trato de mantener la calma para pensar cuidadosamente en mi siguiente movimiento, pero su aparición lo cambia todo.

—¿Qué haces? Se suponía que solo íbamos a robar un coche, hermano, baja esa arma—dice un hombre alto de cabello negro y piel blanca.

—¿Dónde está tu pasamontañas?—pregunta furioso el otro delincuente—¡Idiota! ¡Idiota!

—¡Hermano, cálmate! Deja a la chica y vámonos—insiste.

El hombre de piel blanca y ojos oscuros parece más razonable que el otro, quien, lleno de ira, se quita el pasamontañas revelando su rostro; tiene el pelo teñido de azul y la piel llena de acné. Baja el arma que tenía en mi frente y, sin soltar mi mano, la apunta amenazadoramente hacia el otro, que se sobresalta al ver el arma en su cabeza.

—¿Qué estás haciendo?—pregunta con voz ronca.

No me había dado cuenta hasta ese entonces, que aquel otro hombre llevaba un cuchillo en la mano hasta que lo usa en señal de advertencia.

—¡Deja la chica en paz!

—¡No puedo!—responde el de cabellos azul mostrando su horripilante sonrisa

—Esto no es lo que acordamos, me largo—dijo, marchándose. —Un paso más y le vuelo la cabeza de un tiro. Amenazó apuntando su arma hacía mí.

Nerviosa, no puedo evitar soltar un grito tembloroso. El sujeto de gran estatura se vuelve hacia nosotros con pasos rápidos y una actitud desafiante.

—Así es Dean, regresa como un perro—susurra cerca de mi oído—. Acércate...

Dean, el sujeto mencionado, se aproxima con una mirada llena de odio, semejante a la de un perro rabioso a punto de atacar. Su mirada es intensa y, aunque no tan siniestra como la del otro, también infunde gran temor.

—¡Mátala! —exclama el hombre de cabello azul, sonriendo ampliamente.

¿Qué dijo? ¿Matarme?

—¿Qué dijiste? —su semblante cambia y parece totalmente sorprendido al igual que yo al oír esa palabra. Niega con la cabeza

—Si no lo haces tú lo haré yo...

Apunta su arma esta vez contra mi pecho, le quita el seguro y... —¡Bam! 

Gritó con horror pensando que aquel sujeto había disparado, gracias al cielo solo había sido un juego. Aquel sujeto se ríe al ver nuestros nosotros pálidos y nuestros cuerpos temblando.

—No lo diré una segunda vez o lo haces tú o lo hago yo, tu decides

—¡Estás loco! No, no puedo—responde mirándome a los ojos

—¿No puedes? Ya vez bonita, tú suerte no es la mejor—susurró, mientras pasaba su arma por mis pechos, —¿Qué prefieres tú? Una bala o... un cuchillo

—Prefiero que me dejes ir... —respondí

—Pides demasiado y... ¿A dónde irás? Ya no tienes un hogar a donde ir—vuelve a susurrar, no logro entender una sola palabra

—¡Por favor, hermano no hagas esto! Deja a esa chica tranquila, larguémonos de aquí—vuelve a suplicar aquel sujeto llamado Dean, con los ojos vidriosos y su manos temblorosas. Aun no logro entender la situación ¿él es bueno o malo?

—Así que te gustan las zorritas millonarias... —me causa repulsión de solo escucharlo. Todo esto me resulta irreal, no puedo creer que esto me esté pasando ¿de verdad moriré? Quisiera suplicar por mi vida y pedirle a aquel sujeto que me ayude,pero, cuando veo su rostro me da miedo y a pesar que se niega a matarme, todo puede ser un plan de ellos. Quizás debería ofrecerles dinero

—Puedo darte... —pienso en mi anillo que bordea los tres millones de pesos, —mi anillo, ten, vale unos tres millones... no diré nada a nadie

El mira mi anillo, mordiendo su labio y moviendo su cabeza, saca el anillo de mi dedo, luego me empuja hacía aquel otro sujeto que rápidamente me sostiene. Mi pie se dobla debido a mis tacos provocando un dolor insoportable.

Cuando pensaba que el terror había terminado, trato de sostenerme por mi misma, quitándome las sucias manos de aquel delincuente llamado Dean. La expresión de su rostro parece haber cambiado.

—¡Ahora muere perra! —grita aquel sujeto de cabello azul

—¡No! —escuché gritar

Un escozor seguido de un dolor insoportable hacen que suelte quejidos ¿Qué había sucedido? No había escuchado a aquel sujeto disparar ¿Por qué siento tanto dolor?¿Qué fue lo que pasó? Alzo la mirada mientras siento un liquido caliente recorrer parte de mi abdomen y parte de la pierna.

—¡Perdóname!—Dijo con los ojos abiertos y mirada asustada,—al menos esto no te matará

Ese hombre, Dean, me había apuñalado. ¿Qué hice para merecer esto? ¿Por qué yo? Mi visión se nubla, mi respiración se hace más corta y, aunque intento respirar profundamente, el dolor me lo impide.

—¡Sí, eso! ¡Muy bien!—oí gritar con euforia, como si fuera un triunfo, mientras yo me desangraba. Miré de nuevo al hombre de ojos oscuros que me sostenía con sus manos, cada vez que mi cuerpo se tambaleaba. No cesaba de repetir que lo sentía.

—Esto no es culpa nuestra, pregúntale a tu padre—dijo el hombre con una sonrisa en su rostro. —Vamos Dean, date prisa, viene la policía...

 —¡Perdón!—volví a escuchar, mientras se alejaban. 




(Pido disculpas por mis faltas ortográficas, estoy trabajando en ello. Lo digo por si hay alguien leyendo esto) 

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