Llover a cántaros

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Fernando Operé

Tienen las calles

los labios secos,

pequeñas rascaduras

abiertas en la piel.

Tienen el pecho hendido,

azuzado con brea,

fustigado de culpa ajena.

Coches, humos

que todo lo secan,

cicatrices, cloacas

que se llevan

la resaca y las promesas, y sed.

Y digo por eso

que tiene que llover a cántaros,

para enjuagar las manchas

de sangre del pavimento,

y dejar que los perritos

muertos y los niños dormidos

se escurran inertes

en las alcantarillas.

Tiene que llover a cántaros

para aplacar la sed

de los gorriones

y el dolor de las madres.

Que la arcilla

retorne el camino,

que los geranios

desciendan de los balcones

y la hierba se sienta, por fin,

ciudadana de los parques.

Porque tienen las ciudades

quemaduras de insomnio,

mal de ladrillo,

y mucho, mucho miedo.

Poesía y vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora