Chapter 2: La transformación de los Bandicoot

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Crunch se quedo de piedra, mirando a su hermana menor. Ella nunca haría algo malo, pero estaba planeando un robo y eso era algo realmente nefasto. La desesperación de Coco se había transformado en una obsesión.

—¿Estás loca? —le dijo Crunch, cuando al fin pudo reaccionar—. ¿Robar? Ni creas que te voy a ayudar, Coco. Y tampoco voy a dejar que lo hagas.

A Coco le temblaron las piernas. Hubiese parecido cómico, de no haber sido por la situación.

—Está muy mal —continuó—. No quiero que ninguno de mis hermanos cometa una locura como aquella ¿Serias capaz de convertirte en una criminal por ese deseo tuyo de ser humana?

—¡No es un acto criminal! —balbuceó Coco, poniéndose de pie, indignada—. Estamos hablando de Cortex. Voy a usar su máquina para algo bueno, mientras que él va a hacerlo con fines maléficos.

—Pero aun así…

—¡Por favor! —tenía un dejo de desesperación en su voz—. Esto no es solo por mí, es para ti también. Sé que las humanas te gustan, que más de una vez has intentado estar con una de ellas… esto podría ayudarte.

Crunch se mordió el labio. Su hermana aprovecho ese momento de debilidad para continuar

—Podrías salir de aquí. Participar libremente de los deportes, dedicarte a ello como profesional. Nadie te volvería a rechazar por no ser humano.

Crunch desvió la mirada hacia la pequeña ventana redonda. Se veía un pedazo de cielo negro, tapado a medias por la vegetación. ¿Era justificable lo que quería hacer? Coco tenía razón: estaban hablando de robarle a Cortex, no a una persona honrada. Y si todo salía bien, podría ser humano y al fin poder tener una relación con una humana.

Su vista se desvió a los ojos verdes de su hermana, que lo miraba entre asustada y ansiosa. Y asintió con la cabeza

Coco se acercó en dos zancadas, lo tomó de la muñeca y lo sentó en la cama

—Bien, entonces escúchame: mañana mismo Cortex irá a una reunión de científicos malvados. Lo averigüé hacheando su computadora. Sera de noche. Tenemos que tener cuidado: el lugar está infestado de guardias. Y todavía tengo que pensar cómo evitarlos. Están muy bien armados.

Dijo todo eso casi sin respirar. Crunch le apoyo una mano en el hombro para tranquilizarla.

—Tenemos armas. Podemos defendernos si algo sale mal —le susurró—. Todo va a salir bien. Ahora descansa.

Coco se fue a dormir. Crunch no pudo pegar un ojo en toda la noche. Cortex podría matarlos si descubrían su plan, pero no podía dejar pasar esa oportunidad. Se dio vuelta en la cama y se concentro en dormir. Mañana seria un día muy agitado.

El día del robo, sin duda, fue uno de los días más largos de la vida de los dos bandicoots. Crunch limpiaba la casa de manera compulsiva. Coco parecía tener la nariz pegada a su laptop rosa, seguramente averiguando algo sobre la seguridad del laboratorio de Cortex. Más de una vez, el pensó en echarse atrás, pero la posibilidad de ser humano estaba muy cerca y bien valía la pena robar para ello

Según Coco, Cortex saldría a las diez de la noche. La reunión bien podría extenderse hasta la tres de la mañana. Los guardias eran pingüinos que estaban armados, pero vigilaban solo la parte de atrás del laboratorio. El frente estaba despejado. Pero no podían confiarse para nada, así que Coco llevaría una pequeña bazooka, por si algo salía mal. Crunch no iría armado: su brazo bionico ya era más que suficiente.

Hundiendo el iceberg  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora