CAPÍTULO 52

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Cada vello de mi cuerpo se eriza mientras la noche avanza con lentitud, y conforme avanzo entre las tinieblas, una desconocida ansiedad me apremia a que me apure a buscar a James, a quien inicio a ver como el único capaz de detener la desconcertante pelea que parece a punto de tomar lugar en la recepción.
El recuerdo de que este no es el primer enfrentamiento de Kalid que veo, es como un semilla que florece cuando me llena de una exquisita calidez el simplemente ser capaz de visualizar con claridad como es que movía con una agilidad sorprendente los cuatro botones que controlaban al muñeco ninja con la pantalla de la máquina. Imaginar lo que podría hacer en la vida real no resulta tan aterrador, y aun así no descarto la idea de que pueda vencer a Luke.
Vuelvo a llamar a James mientras el desasosiego pica desde mi interior.
Al principio nada luce diferente hasta que me percato de la falta de suciedad que se había vuelto la característica principal de este escalofriante lugar, además de la brillante luz que pinta los pasillos gracias al foco (supongo) que recién puesto.
Agradecida por el detalle a pesar de nuestro reciente rompimiento, me emociono como una niña pequeña al pensar que James todavía se preocupa por mí, y su detalle de volver más cálido el lugar que genera mis mayores pesadillas. Solo falta poco para que se vuelva el castillo que una vez pude vislumbrar.
Mi alivio es palpable al encontrarlo en el pasillo frente a mi cuarto, como si fuera a entrar, pero no se decidiera si hacerlo o no. Mi repentina indecisión de si acércame a él igual que un reflejo de la suya.
—Puedes entrar...si quieres—intento alentarlo recortando la distancia.
Sus ojos chocan con los míos mientras en sus labios se dibuja una sonrisa triste, causando que me pregunté por primera vez si hice lo correcto al preferir a Kalid sobre él a pesar de las incontables veces me ha demostrado que me quiere y estará dispuesto a protegerme. Y sin embargo no importa porque la sensación que comparto con Kalid es más grande.
—Ya llegaron—. El tono en su voz disimuladamente sorprendido, como si no creyera que le seguiría hablando después de todo.
—Mmm...sí.
—Este...—empieza a decir, inseguro —¿Por qué tardaron?
Desvió la mirada con las mejillas unos tonos más brillantes, apenada por seguir dándole vueltas al asunto en el campanario, cosa que hace tiempo debí haber dejado estancado.
La razón que me impulso a venir por James se difumina en mi mente casi por completo cuando unos gritos y gruñidos vibran hasta nosotros desde la planta de abajo, como una alarma.
James frunce el ceño, dejándome con la duda de si esta desconcertado, sorprendido o furioso mientras continúa avanzando por el pasillo.
La mueca triste en mi rostro aparece como por arte de magia cuando lo escucho bajar las escaleras. Evito hábilmente encogerme de preocupación, sabiendo que va a tener cuidado al bajar el tramo de escaleras rotas donde ocurrió lo de Ulaní.
Mi pulso late con fuerza casi amenazando con romperme la piel al llegar a donde están los demás.
—¡¿Qué diablos pasa?!— grita James con furia justamente cuando voy entrando.

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