Boulevard of Broken Dreams || Drarry.

5

Draco salió a hacer las compras, cubierto por un pantalón de mezclilla, una camisa sin mangas negra y unas botas. Había insistido a su madre quedarse a acompañarle, pero no pudo hacer mucho con ella refunfuñando que debía salir a por los víveres y cosas de la casa.

Hacía demasiado poco que Draco se encargaba de tal labor. Y no le había molestado. Sin embargo, aquel día tenía un extraño presentimiento, uno que no le agradaba. Y tenía más afán de terminar su tarea que nunca.

Ignorando las miradas repulsivas yendo por la calle, dirigiéndose a una panadería situada en la calle. Cuando sonó la campanilla que anunciaba a un nuevo cliente, siguió su camino a paso firme y con la cabeza en alto, sin darle importancia a las malas miradas o a los murmurllos ofensivos. Pidió una tarta de melaza para llevar, y mientras sacaba el dinero para pagar, sintió una mirada bastante diferente a las otras en su nuca. La campanilla de la entrada había sonado segundos antes, y esas risas podía reconocerlas a la perfección. Eran Harry Potter, Ronald Weasley, y Neville Longbottom. Por un momento, las risas cesaron, y sintió más miradas penetrándole.

Cuando le entregaron su pedido, acercó su mano con el dinero al chico tras el mostrador, quien en vez de mirarle de mala forma o con repudio, le regaló una sonrisa amable, y que se notaba era sincera. Lo que le hizo soltar un suave:

— Quédate con el cambio... -dedicándole una sonrisa de igual manera.

Sin embargo, al girarse, Harry Potter lo miraba de una manera que no lograba descifrar y que aún así, era aterradora. Frunció el ceño, y justo antes de abrir la puerta, un "plop" sonó tras él, haciéndole girar, y vio Krizall buscando algo con la mirada. Al ubicarlo, notó que tenía lágrimas en sus grandes ojos, y le tiraba de la túnica con desesperación.

— ¡Amo Malfoy, amo Malfoy! -su chillona voz tenía un tono alarmante. Y los sentidos de Draco se pusieron alerta. Sólo una cosa pasaba por su mente en ese instante, pero no podría...- ¡Tiene que venir conmigo!¡Es su madre! —Y el aire se fue de los pulmones de Draco. Soltó las bolsas que llevaba en las manos, sintió sus ojos acristalarse, tomó la manito de Krizall y se apareció de allí.

El lugar había quedado en completo silencio. Y un Harry lleno de dudas y una extraña preocupación también.

— Wow... Eso fue intenso... -soltó Ron seguido de una risita, intentando aligerar el ambiente. Pero la mirada gélida que le había dedicado el moreno, le hizo callarse inmediatamente—. Eh, ¿y a ti qué te pasa?

— No seas insensible, Ron -habló Neville rodando los ojos, como si fuera obvio—. Si se tratara de tu madre, estarías peor.

— Sí, bueno, mi madre no es una arpía -atacó el pelirrojo, a la defensiva.

— Su madre tampoco -Harry sólo podía observar la pelea que estaban teniendo, con una ceja arqueada, pero su cerebro se desconectó un instante, con el pensamiento de que Draco no merecía estar viviendo ese infierno. Y entonces, recordó la canción que le escuchó cantar aquella madrugada en las calles de Hogsmeade.

(...)

— ¡Mamá! -gritó Draco apenas se apareció en la Sala de estar de la mansión. Y un grito en las habitaciones del segundo piso le hizo correr como nunca había hecho, llegó a la habitación de su madre, y la vio retorcerse en el suelo; rápidamente se acercó a ella y la levantó, escuchó su respiración pesada y sus quejidos que le aprerujaban el corazón—. Tranquila, mami, estoy aquí. Aquí está tu dragón, y tú eres su reina, te protegerá de todo, y todos los que quieran hacerte daño, ¿sí?

Intentando no derramar ni una lágrima, sorbió la nariz y con un Accio, trajo una pequeña taza y unos paños de tela suave. Los dejó en la mesita de noche, recostando con cuidado a su madre en la cama, tocó su frente, que ardía en calor. Y mordiéndose el labio remojó uno de los paños, lo enjuagó bien y lo puso sobre su frente, haciendo caso omiso al chistar de su madre.