Capítulo 5.

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Me encuentro en la oficina de Nidal, en el momento en que puse un pie en su club me mandó a llamar.

Me felicitó diciendo que el chico quedó encantado y como si fuera poco, debo aceptar su propuesta ya que quiere otro baile privado.

¡Como si no fué suficiente con el anterior!

Me retiro de su oficina y le hice prometer que sería el último baile que le haría.

Me preparo y salgo en escena. Hoy el club está lleno, mis pasos son rápidos y llenos de energía.

En una vuelta me fijo en el grupo de hombres de hace semanas, el ojimiel me observa con una sonrisa peculiar.

Le sonrío de vuelta como si me observara, que idiota.

Termino de bailar y me despido de mi público con la típica caminata, el club estalla en aplausos y camino a mi camerino.

—Habitación 309, Al. Te espera el chico—entró Tamer sosteniendo el barril—, aquí tienes tu dinero.

Lo guardé y salí dejando a Tamer en mi camerino, caminé por un largo pasillo repleto de puertas que revelaban habitaciones cuyo uso iba más allá de una simple siesta.

Entré en la habitación que me correspondía y empecé a bailar, no me detuve ni siquiera en ver al chico, quería terminar ya.

Justo cuando ya me iba, el varón se levantó rápidamente del sillón y me tomó por la muñeca.

Me removí incómoda pero aún así, me quedé en mi sitio, no me volteé a encararlo.

—Suelteme.

Una risa fué su respuesta, me di la vuelta y le dediqué la mirada más aterradora que pude hacer.

—Ve acostumbrándote a mi presencia. Nos veremos muy seguido, chica misteriosa.

(...)

Camino con mi asistente detrás de mi, parlotea acerca de citas que han pedido varios empresarios con el fin de realizar negocios conmigo.

Llego a mi oficina y al entrar, observo la silueta de un hombre en una silla. Este se gira ante mi llegada y siento como se me baja la tensión.

Es el hombre insistente de los bailes, siento como poco a poco un aura de desconcierto me invade y obligo el hecho de que lo encontré en mí oficina.

Me giro para ver a Samira —mi asistente—, esta solo me mira con  vergüenza.

—¡¿Qué es esto, Samira?!—grito furiosa, la fulmino con la mirada e ignoro la presencia de aquel hombre.

—Puedo explicarlo—murmura rápidamente— es un señor muy insistente, fué quizás en un momento de descuido que se coló en su oficina, señora.

Presiono las palmas de mis manos con mis uñas y empiezo a hiperventilar ¡incompetentes!

—Hablaremos más tarde, Samira. No quiero verte ahora, son todos unos incompetentes. ¿Para qué les pago? Si van a dejar que cualquiera meta sus sucias manos en mi empresa—me giro hacia aquel hombre— y usted, retírese si no quiere que llame a seguridad ¡abusador!

El varón sorprendido por mi reacción, sonríe abiertamente.

—Es un placer conocer en persona a la gran Alia Fairuz, siento que la he visto en otra ocasión.

Siento ser víctima de un ataque de pánico pero recobro mi postura desafiante y sonrío suspicaz.

—Sería muy hipócrita de mi parte decir que es un placer conocerlo—suelto una risita y le dedico una mirada rápida a Samira para que abandone la habitación.

Ignoro olímpicamente el hecho de que el chico recuerda haberme visto en algún sitio y rezo a todos los dioses que no reconozca mi voz.

Me adelanto a sentarme en la silla que me corresponde y desbloqueo el ordenador esperando alguna razón por la que entró a mi oficina.

—Desde que llegué a este país he estado intentando obtener una cita con usted, me encantaría llegar a acuerdos muy exitosos de la mano de Alia Fairuz— recita mi nombre por segunda vez.

—Eso no será posible.

—¡No te hagas de rogar, castaña! Podríamos hacer jugosas cantidades de dinero—me sobresalta su confianza.

—Somos empresarios, señor. Le agradezco que me trate como tal.

— Le pido una oportunidad, Alia. ¿No sabe quién soy? Me llamo Saad Bdeir. Deme al menos una razón por la que no considera mi propuesta.

—No puedo realizar negocios con personas que se escabullen en mis instalaciones, el trato que recibo es de una niña pequeña y se nota que usted es difícil de manejar. Puede retirarse, gracias por la oferta.











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