Jungkook:
Yo era ese típico hijo consentido, y con consentido no digo que era de esos consentidos que tenían todo lo material que quisiera si no que soy el hijo menor y mis padres a diferencia de mis hermanos mayores me mimaban y nunca me habían dejado trabajar.
No soy de una familia adinerada por lo que las cosas comenzaron a complicarse una vez que entré a la Universidad.
Ya estoy en segundo año y los gastos son muchos así que tuve que buscar un empleo por obligación.Ese día caminaba y ví ese anuncio pegado en la vitrina de la cafetería.
No voy a mentir, no quería trabajar y menos ahí, sabía que sería un fastidio pero entré igual forma.
El señor Nam fué amable y me dió el trabajo de inmediato.
Luego de unos días todo fué normal, aún no me gustaba del todo pero las cosas cambiaron ese día que lo ví entrar allí por primera vez.Alto
Delgado
Su piel canela
Sus ojos azules y profundos
Su cabello castaño y sedoso
Su forma de vestir tan fina
Su forma de caminar
Su semblante
Su sonrisa
Y ese libro que cargaba entre sus manos.Miraba al señor Nam, le hacía una reverencia y luego le sonría amplio dejando ver esa sonrisa cuadrada perfecta.
Ese mismo día fué que caí rendido a sus pies.
Ya era costumbre verlo cada día sentado en el mismo lugar.
Tomar su pedido y que me lo pidiera sin nisiquiera mirarme.
Siempre era igual, el mismo café cada día.
Yo me acercaba y sin dejarme decir nada el solo seguía mirando su libro y decía- Café
Desde la primera vez que escuché su tono de voz la amé.
Era grave y su acento era extraño.
Por sus rasgos sabía que no era extranjero pero aún así no pensé más en eso y solo seguí atendiéndolo.Los dos meses de mis vacaciones mientras trabajé mi hora preferida era justo esa antes de irme.
Salía de la cafetería a las seis y ese chico guapo siempre llegaba a las cinco de la tarde puntualmente.Ya había hablado con mi colega y le había pedido que me dejara a mí atender a ese chico.
Al principio se rehusó, le gustaba hacerlo a él ya que sabía que dejaba buena propina.Y claro, tuve que hacerlo.
Tuve que prometerle que le daría el dinero a él para que me dejara atenderlo a mí y accedió.Luego de un mes, me encargaba de tenerle siempre esa mesa libre para cuando el llegara.
Reacomodaba la servilleta, ponía flores frescas y siempre la madera estaba brillante.El señor Nam y mi colega ya sabían de mi afán y no me decían nada.
Solo a veces sonreían al ver que yo hacía de todo cada vez que alguien quería sentarse allí. Usaba cualquier pretexto y los cambiaba de lugar.Aquel hombre jamás me había dirigido la palabra, tampoco me miraba a los ojos, tampoco hablaba con nadie más ni tampoco llevaba acompañantes.
El señor Nam lo conocía por ser cliente pero respetaba su espacio y decía que no sabía nada acerca de él.
Aunque sé que está mintiendo.