Sorpresa

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Todo se encontraba lleno de oscuridad.

Había perdido la noción del tiempo. Su cuerpo estaba masacrado, sus labios estaban resecos, y su estómago rugía sin piedad. A las monjas les pareció divertido probar su látigo en ella una y otra vez, sin remordimientos y mucho menos lástima, era sumamente asqueroso la manera en la que se reían de ella, la trataron como a un animal salvaje, una bestia sin sentimientos, como   una completa basura.

Debió haber muerto junto con sus padres, así hubiese sido más feliz al no tener que vivir una vida donde ellos no estuviesen, pero las cosas no pudieron ser más diferentes.

El dolor que sentía era horrible, su cuerpo no respondía, sus músculos se encontraban contraídos, trataba de levantarse pero caía al mínimo intento. 

Genial, si esas monjas no la mataron, lo haría la falta de insumos y las heridas en su cuerpo que podrían estar infectadas. Su ropa se pegó a su piel al secarse la sangre, quitarla sería una maldición.

— Odio esto— Ochako sollozó cansada.

—...— Un ruido a su derecha la sacó de su trance.

Si nuevamente eran las monjas no podría defenderse, ni siquiera podía levantarse. ¿La habrán escuchado y por eso volvieron? Debía aprender a cerrar su bocota. 

A su derecha la cerradura de la puerta comenzó a girar. 

— Dios tenga compasión de mí—Rogó por milésima vez.

— Hola, discúlpame, no quería incomodarte— Ochako vio a un pequeño niño entrar por la puerta— Escuché ruidos extraños y entré.

-¿Ah?- lo miró confundida.

Nunca había visto a ese niño en el orfanato, pero tampoco era como sí ella tuviese el tiempo para detallar a cada niño en ese terrible lugar; normalmente estaba muy ocupada planeando sus escapes para visitar a sus padres como para notar a los demás huérfanos.

— ¿Quién eres?— Ochako trató de enfocarlo, pero el cansancio ya estaba haciendo estragos en su cuerpo y su visión se volvía borrosa y nublada por momentos.

— Ah, jeje, esto, yo...— Izuku estaba avergonzado. Había ido hasta aquel lugar con su madre y su hermano, pero se había perdido al distraerse con el ruido que venía de aquella habitación. Al acercarse observó mejor a una niña que estaba en mal estado— Dios, ¿Estás bien?— Corrió hasta ella preocupado— ¿Qué te sucedió?— Izuku interrogó preocupado.

La niña parecía tener la mirada perdida.

— Vete.. Si las hermanas te encuentran te harán lo mismo— Soltó Ochako en un murmullo. 

Ella no quería que ese pequeño se metiera en problemas por su culpa, las hermanas podrían volver en cualquier instante, y sí lo encontraban ahí, lo castigarían severamente. No quería eso, no aguantaría la culpa de que él sufriera por su culpa, no era justo.

— Ellas no me tocarán— Afirmó sonriente—. No sabía que los trataban así. Están enfermas— Izuku la sostuvo gentilmente y la acomodó en el suelo, Ochako notaba la sinceridad en su voz—. Espera un segundo, volveré, confía en mí— Izuku le ofreció una sonrisa amable  para luego desaparecer por la puerta dejando a Ochako confundida.

Su cuerpo estaba entumecido, realmente estaba mal, le costaba respirar, y comenzaba a delirar por la fiebre, ¿Será qué Dios finalmente se apiadaría de ella y se la llevaría?

— Te mataré, idiota, ya para— Ochako oyó una voz diferente fuera del pasillo.

— Vamos Katsu- Nii, no falta mucho, necesito tu ayuda— Ochako reconoció esa voz en medio del alboroto. Esa era la voz del niño que  hace solo un momento había estado con ella.

— Si nos metemos en problemas por tu culpa, te mata..—

—Llegamos— Exclamó Izuku, interrumpiendo al otro.

¿El niño había traído a otra persona? ¿Acaso era suicida, estúpido o muy noble? Ahora cargaría un peso mayor en su conciencia por meter a otros en problemas, ¿Es qué acaso no la había escuchado?

La manilla de la puerta fue girando lentamente hasta que finalmente se abrió, dejando ver dos figuras. Podía verlos debido a la poca luz que se filtraba, eran dos niños, de su misma edad o mayores, pero.. No parecían huérfanos, al menos no con la ropa que llevaban. El más bajo se acercó a ella.

— Hola de nuevo, dije que volvería, y aquí estoy— El peliverde sonrió una vez más—. Nada malo te pasará, te sacaremos de aquí, lo prometo.

— Deku idiota, ¿Qué mierda haces?— Katsuki miró alrededor en busca de su hermano. Dos figuras captaron su atención. Una era, obviamente, del idiota su hermano, pero la otra era de una pequeña, y estaba en muy malas condiciones según su perspectiva. Katsuki suspiró frustrado—. Tienes 10 segundos para explicarte— Completó mirando al peliverde.

— Bueno..— Dijo llamando la atención del rubio—. Necesitamos sacarla de aquí, en el estado en el que está no puede moverse, y si la dejamos morirá por agarrar alguna infección por las heridas que tiene. Cuando ella esté a salvo puedo darte todas las explicaciones que quieras, aunque antes, ella deberá dárnoslas primero— Izuku miró a Ochako de reojo—. Eres más fuerte que yo, podrás cargarla con facilidad, por eso te llamé.

— ¿Has pensado en todos los problemas qué tendremos por esto?—interrogó. No es que no la fuese a ayudar, pero quería que el tonto de su hermano menor considerara mejor las cosas.

—Cómo no tienes idea- Bufó Izuku apretando los puños .

— Tks. Podemos llevarla con nosotros— Katsuki soltó con simpleza dejando atónito a Izuku—. ¿Qué mierda me miras? la vieja bruja nos hizo venir por algo, ¿No?— Concluyó.

Ochako los observaba en silencio extrañada.

¿Cómo podían hablar tan fácilmente de ella cómo si les perteneciera?

 Se expresaban tan naturalmente que le daba impotencia, ¡al menos podían preguntarle a ella que opinaba al respecto! Puede que ella no se encontrara en sus mejores condiciones como para hablar con ellos, pero la estaban ignorando, esto ya era el colmo. Su cabeza comenzó a dar vueltas y soltó un grito por la impresión, llamando la atención de los hermanos.

— ¿Estás bien?— Le preguntó el pecoso a Ochako para luego tocarla—. Está ardiendo en fiebre—Preocupado miró fijamente a su hermano.

— Mierda— Katsuki se acercó a ella, y le devolvió una mirada neutra a Izuku—. Abre la maldita puerta y salgamos de aquí—Gritó a su hermano mientras cargaba a Ochako en brazos—. Está perdiendo la consciencia. Joder, como me sigas mirando, te mataré—Katsuki se apresuró y amenazó a su hermano.

Para cuando por fin salieron, la niña ya había perdido la consciencia, y Katsuki e Izuku pudieron observar mejor a la pequeña.

— Es bonita— Pensó el cenizo—. Tiene la cara redonda, parece una maldita ardilla, que puto asco.


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