Abril, tutora.

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Desperté, como siempre, con mucho sueño. Ya eran parte de mí esas leves ojeras que se habían formado por mi falta de sueño. Me peinaba, amaba mi cabello largo. Tal vez otras en la escuela gastaran mucho dinero en mantener un lindo cabello. Dinero que yo no tenía. Pero aún así, para mí, cepillarlo cada mañana era mi momento relajante del día, nada estaba mal esos minutos. Me puse mis grandes gafas y salí del orfanato.

Llovía torrencialmente y yo no había llevado el paraguas. Que tonta. Había visto las nubes negras formarse desde hace un rato por lo que la lluvia iba a llegar de todas maneras. Suspiré. No podía moverme de la tienda de discos musicales si es que no quería mojarme. Y ya estaba llegando tarde a mi primera reunión con Sebastián. Ese chico alteraba mucho a Ricardo. Usualmente él suele tener un mejor manejo emocional, pero ayer después de enterarse que yo sería su tutora todo pareció ir de mal en peor. Mi teléfono empezó a sonar, número desconocido.

-No esperaras que pase toda la tarde solo en la biblioteca ¿verdad?

-¿Sebastián? ¿Quién te dió mi número?

-Si ibas a renunciar me hubieras avisado antes.

—Estoy en la tienda de discos, no tengo paraguas.

—Los discos, tanto como tus gafas están fuera de moda. Hoy todo es más tecnológico, más digital.

—¿Por qué no estamos siguiendo una línea natural en la conversación?

—Así que quieres que vaya a tu rescate, ¿eh?

—¿Qué? Yo no he dicho eso, pensé que tal vez podríamos dejarl...

Me había colgado. Ese chico no tenía modales y yo no tenía escapatoria.

Supuse que no tenía opción, no podía alcanzar a Sebastián en la biblioteca porque me mojaría y no podía volver al orfanato por la misma razón, así que decidí entrar a la tienda a observar un rato mientras esperaba a que la lluvia terminara.

Sebastián tenía algo de razón al decir que los discos estaban fuera de moda, en esta época la mayoría de personas descargaban la música por internet, solo algunos pocos venían a la tienda a comprar algunos discos, creo que había que amar mucho al artista para comprar el disco original y no limitarse a descargarlo. Yo era una de esas personas, tenía muchos discos en mi habitación. Me gustaba más así, era más simple, no había peligro de virus, y me sentía más cerca de la música, con los discos ahí, a mi lado. Y esta tienda era una de mis favoritas, era enorme, estaba perfectamente dividida según género musical, según año de publicación y según clásicos a la música más reciente. Fui a la sección clásico y cogí un disco de The Rolling Stones era un edición de completa de sus canciones, una opción interesante si quieres comprar todo de una vez, aunque también algo cara, no puedes tenerlo todo de una sin pagar el precio que se merece.  

̶—Así que te gusta el rock eh—era Sebastián, había llegado más rápido de lo que pensé—para ser usualmente tan tranquila y callada pensé que te gustaría otra clase de música.

̶—Soy tranquila, no callada. Que no te hable mucho solo quiere decir que no me caes bien—ok, no había filtrado mi respuesta por mi mente, así que al terminar la oración pude notar que sonaba un poco a la defensiva.

̶—Ya te he dicho que tú no me conoces, no deberías dejarte llevar por todo lo que Ricardo te ha dicho de mí—dijo, sonaba algo ofendido—pero no vamos a discutir por su culpa ¿verdad?

̶—Hablas muy rápido—dije sin mirarlo, los discos habían atrapado más mi atención. Algo que creo exasperó un poco a Sebastián, pues bufó molestó y me tomó del brazo obligándome a verle.

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