PARTE I
Kevek
Desde mis días como cachorro siempre supe cuáles eran mis responsabilidades como hijo de la pareja alfa, los altos sabios se encargaron de repetirme constantemente que mi rutina era totalmente diferente a la de otros cachorros, puesto que no tenía permitido emplear mi tiempo para jugar, al contrario, debía entrenar cada que pudiera.
Admito que en ocasiones era tormentoso notar que no podía ser como cualquier criatura de mi edad, mas, logré acostumbrarme y aprendí a disfrutar de ello. No fue tan malo como creía, hasta era divertido ver las pequeñas flamas de fuego rodeándome cada que saltaba o corría.
«Un lobo bendito, por más que lo desee, jamás será como los demás, hijo mío. Admito que puede ser un enorme peso con el cual cargar, sin embargo, en algún momento notarás que es grato ser especial ante los ojos de nuestra creadora, aunque eso signifique pequeños sacrificios.»
Las palabras de mi padre, repercutían a mi mente, cada vez que desfallecía en mi entrenamiento.
No era fácil ser un lobo bendito, tener un don no nos convertía automáticamente en seres magníficos, de hecho, tal virtud podía tornarse una maldición de la cual nunca podríamos librarnos. Por eso, debía entrenar, era elemental que supiera cómo condensar mi energía para así liberarla en el momento oportuno.
«Los dones que son afines a la naturaleza requieren de mayor control, hijo; por ello, no debes frustrarte si te toma un tiempo dominar el fuego. Ten presente que es un elemento demasiado poderoso.»
El fuego.
Aquel fue el don que la gran madre Naturaleza me otorgó, y con el cual, mi padre se regocijó. Mi sola existencia era un buen augurio para nuestra manada.
«Si te preguntas porqué todos parecen quererte y tenerte alta estima, es porque creen que eres la reencarnación de Kevek, el primero con el nombre, y el segundo lobo que lideró este clan, su sabiduría y guía trajo consigo honor y respeto.»
Conocía la historia, no solo mi padre me la había contado, sino también los sabios, entre ellos el padre de mi buen amigo Torkk.
El gran Kevek, fue un maravilloso guerrero y un excelente domador del fuego. A decir verdad, fue bajo su guía que nuestro clan obtuvo la posición privilegiada que mantuvo hasta hace algunos años.
Nadie sabía la razón, pero por algún motivo, nuestras tierras siempre fueron fértiles y llenas de vida; no solo las plantas mantenían su verdor, sino que también los animales encontraban refugio y alimento aquí. Aquello podría considerarse normal, hasta cierto punto, mas, dejaba de serlo cuando fuertes hambrunas se expandían en torno nuestro, pero sin afectarnos de ningún modo. Debido a ello, es que otros clanes, comenzaron a llamar al Oeste como "la tierra bendita", siendo que fue dicha cualidad la que causó recelo y envidia por parte de otras manadas, por lo que libramos interminables batallas con el fin de mantener nuestra soberanía.
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EL CLAN DEL OESTE
FantasyEL CLAN DEL OESTE : Es una historia que se desprende de la futura novela larga titulada "Génesis", misma que es de mi autoría. Cuentan las leyendas, que la raza de los lobos fue creada por una magnífica y bondadosa Deidad que yacía siempre sola. En...