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Cuando los créditos finales se apoderaron de la pantalla de la televisión Chema se levanto y sacó dos enormes batidos de la nevera.

- ¿Qué es eso? -Preguntó Deva.
- Tú pruébalo y déjate llevar.

Le dijo el chico tendiéndole una de las botellas de litro y medio. Deva miró a Chema sospechosamente y luego observó la botella; se trataba de una botella de agua pero en su interior albergaba un líquido blanquecino y aparentemente espeso.
Abrió la botella y olió su contenido, un dulce aroma de vainilla se apoderó de sus fosas nasales.

- ¿Lo vas a probar o seguirás oliendo la botella? -dijo chema aguantándose la risa.
- Antes dime qué es.
- Vale, vale, me tienes... Es un batido de aumento de peso, una maravilla para los que estamos dentro de este mundillo. La verdad es que conseguí los polvos hace poco y tenía muchas ganas de probarlo... y ya que estamos tú también puedes beberte una botella.

Deva sonrió complacida. Este chico sí sabía como hacerla feliz.

- Estoy muy llena, ¿lo sabes no?
- Lo vas a disfrutar, eso es lo que sé -Chema la miró lascivamente y con una sonrisa, ai que maravillosa sonrisa.

Antes de empezar a beber Deva dudó un momento. No sabía si hacerlo o no, le dolía el estómago, no estaba acostumbrada a comer hasta el límite.
Su compañero la sacó de sus pensamientos poniendo una mano en su hombro y dedicándole una cálida sonrisa.

- Está bien, lo haré -Deva le devolvió la sonrisa.
- ¡Salud!

Entonces los dos alzaron sus botellas y las chocaron para seguidamente empezar a beber de ellas.
A Deva le cautivó el sabor, nunca había provado una bebida tan rica... y tan sustanciosa. No llevaba la mitad y sentía que iba a explotar. Paró un segundo y miró a su compañero, que efectivamente había bebido mucho más que ella, pero también lo vio con dificultades para seguir.

Al cabo de un rató decidió continuar bebiendo del batido y así hizo hasta que casi lo había terminado. Su respiración era pesada, con una mano masajeaba su dolorida barriga, que crecía a cada respiración.
Chema, que se percató del dolor de la chica, se sentó justo delante de ella y empezó a masajear la panza de su compañera mientras ella se terminaba la bebida.

Al acabar con el contenido de la botella la dejó a un lado de la cama.

- Túmbate, -le dijo Chema - te sentirás mejor.

Deva le hizo caso y se tumbó mientras su compañero seguía acariciando su barriga. Estaba muy dura, la camiseta que llevaba se había subido hasta por encima de su ombligo, y los pantalones de tiro alto que llevaba los había colocado por debajo de su barriga.
Chema desabrochó el boton de los vaqueros de la chica para que ésta se sintiera mejor y subió aún más la camiseta.

- ¿Sabes que acabas de ingerir un poco más de 4000 calorías en una sentada?
- Nunca pensé que lo lograría.
- Eres una buena cerdita -y le dio un toque en la nariz.
- Tú no te quedas atrás, eh.
- Y veo que llevaste ropa apretada -añadió el chico sugerente.
- Es que... -dijo Deva entre suspiros - Me gusta sentir... -dejó salir un erupto - Perdón.
- No pasa nada, -rió el chico - me parece lindo.

Los dos se sonrojaron ante aquella confesión. Sus miradas chocaron bruscamente, pero no querían apartarla por nada en el mundo.
Entonces Chema se armó de valor y le dio un fugaz beso en los labios a su compañera.

- Perdón... -se le notaba muy nervioso - No debería haber hecho eso... ha sido muy maleducado de mi parte.
- No pasa nada, -respondió Deva apartando la mirada - la verdad es que... bueno... tú también me gustas un poco.

Lo había dicho, ¿era normal? Se habían conocido esa misma mañana. Bueno, no les importaba lo más mínimo pues era un sueño hecho realidad para ambos.
Se limitaron a dedicarse miradas y alguna que otra sonrisa mientras el chico acariciaba la barriga de su amiga y ella se olvidaba de su dolor.

Lentamente ella se durmió y entonces Chema se acurrucó a su lado, un poco más cerca de lo que habían estado, y le besó la mejilla a esa hermosa chica que estaba descansando en su cama.

Finalmente él también se durmió.

Deva fue la primera en despertar.
Se sorprendió bastante al ver que se encontraba abrazada a Chema, quien aún dormía plácidamente. Quería saber la hora pero no quería despertar al chico así que se limitó quedarse allí, cosa que aprovechó para observar con detalle las facciones de su compañero: tenía una nariz fina y bien definida, pero no pequeña; unas cejas negras no muy gruesas ni muy pobladas; se fijó por primera vez en que el pelo del chico no era totalmente negro, sino de un castaño muy oscuro; pero en lo que mas se fijó fue en sus labios, no eran finos pero tampoco carnosos, lo que sí eran... besables.
Luchaba contra su voluntad al intentar no besar sus labios, pero finalmente cayó en la tentación y lo hizo. Posó los suyos sobre los de Chema en un delicado beso que, para su mala fortuna, despertó al chico.

- ¿Qué estabas haciendo? -preguntó el chico con voz ronca y sonriendo tiernamente.
- ¿Yo? Nada... Como... -siguió nerviosa. Siempre se ponía igual - ¿Qué crees?¿Que aprovechaba que estabas dormido para besarte porque no me atrevo a hacerlo si estás consciente? ¡Qué tontería!

Chema se puso a reir escandalosamente y después de un rato Deva lo siguió. Realmente era una situación cómica, debía admitirlo.

Cuando los dos se habían calmado se propusieron a ver la hora. Eran las 20:15, no muy tarde.

- Bueno, ¿quieres quedarte a cenar?
- Me encantaría pero suelo cenar con Alejandra, mi mejor amiga.
- Pues... -el chico empezó a soltar pequeñas risas - Buena suerte ocultando esto -dijo agarrando suavemente la barriga de Debora.
- ¿Qué?

La chica se levantó en busca de un espejo que encontró al lado del armario. Era de cuerpo completo así que pudo ver bien el desastre: su camiseta alzada hasta sus pechos y sus vaqueros de tiro alto desabrochados por debajo de su barriga aún hinchada.
Bajar la camiseta fue tarea fácil, aunque al ser apretada hacía que se notara aún más la comilona que se había dado; lo difícil fue atar los pantalones. Cuando al fin lo consiguió se dio cuenta de que al ser tan apretados hacían que un poco de su barriga saliera por encima.

Chema no podía reir más. Le daba mucha gracia ver a Deva así, aunque debía admitir que se veía bien. Demasiado bien. Si fuera suya, la tendría todo el día en ropa apretada para que se viera más gorda.
Eso último le recordó una cosa. La chica pesaba setenta y seis kilos. Estaba ya gorda para su altura pero eso no era nada. Chema la haría crecer.

Su risa ahogada fue interrumpida por el móvil de la chica. Era Ale.
Tras un rato hablando y después de colgar Deva se giró mirándolo desesperada.

- Chema, déjame una camiseta grande -dijo suplicante.
- ¿Por qué? -preguntó acercándose a ella y poniendo su mano en el pequeño trozo de barriga que sobresalía de los pantalones - Yo te veo perfecta así.

Deva sucumbió un rato a sus encantos y dejó que jugara un ratito con ese trozo de barriga.

Después de unos minutos Chema se apartó y le dejó a su compañera una camiseta suya, la cual le quedaba un poco holgada a Deva.
Tenía que admitirlo, ver a la chica con su ropa le encantaba.

- Ha sido una tarde maravillosa Chema.
- Me alegro de que te haya gustado -dijo sonriente.
- Debería irme ya.
- Lo sé.

Se quedaron unos segundos en silencio delante de la puerta del apartamento.

- ¿Volverás?
- Encantada.

Entonces se empezó a alejar cuando sintió que alguien la cogía de la mano.
Cuando se giró, era Chema quien la retenía. La chica no entendía nada hasta que su compañero la atrajo hacia él y depositó un suave beso sobre sus labios.

- No podía dejarte ir sin antes besar tus labios de nuevo.

La chica se puso como un tomate en cuestión de segundos. Le encantaba Chema.

Tras esa despedida tan romántica, Deva pasó a buscar a Ale en su habitación y juntas partieron a cenar fuera de la universidad, aprovechando que era viernes.

El secreto de DeboraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora