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Era un día soleado, precioso, ni una nube se podía divisar en el cielo; los pajaros se posaban en grupo sobre los cables de alta tensión para entonar alegres melodías; una suave brisa hacía bailar las ramas de los árboles y obligaba a las hojas a fregarse entre ellas, causando así un sonido semejante a un cuchicheo. Las clases acababan de comenzar tan solo una semana atrás.

Deva había salido de la residencia y se encontraba paseando por un pequeño bosque con el que la universidad contaba. Estaba en el segundo año de carrera y, a diferencia de muchos, le encantaba asistir a clases.
Era una mujer muy inteligente y con mucha maña, y considerada una belleza por muchos. Su larga cabellera era mecida por el viento y en sus ojos marrones el sol se reflejaba, causando así unos tonos verdes y otros ámbar. Su nariz era fina y respingona y conjuntamente con sus labios pequeños y no muy carnosos, la hacían ver como una preciosa muñeca. Su cuerpo no se quedaba atrás: era cierto que no estaba delgada, pero sus kilos de más estaban perfectamente distribuídos por su cuerpo, provocando así unas curvas que dejaban a muchos sin aliento; tenía unos pechos privilegiados y unas caderas anchas, conjuntado todo con una cintura relativamente pequeña -posiblemente así distribuido porque era deportista -.

- ¡Hey! -se vio obligada a salir de sus pensamientos al oir que alguien la llamaba - ¡Espera!

Al principio no sabía de donde venía esa voz, miró a su alrededor y finalmente desde detrás de unos árboles en la lejanía salió un chico corriendo en su dirección.

Era un chico bastante atractivo a su parecer: tenía el pelo negro y lo llevaba por los hombros, una perilla y sobre su nariz, unas gafas para ver de lejos. Recordaba haberlo visto algunas veces por el campus, pero a medida que se acercaba se daba cuenta de una diferencia sutil pero notable, el año pasado estaba más delgado.

- Gracias por esperar, creí que no te alcanzaba -dijo cansado el chico para luego soltar una risilla.
- De nada, pero... ¿Te conozco?
- Perdona mis modales, -el chico tomó aire antes de seguir - Me llamo José María, pero todos me llaman Chema, tu también puedes.
- Encantada, yo me llamo Deva. -contestó la chica con una sonrisa - ¿Y a qué se debe esta presentación tan apurada? -continuó riendo.
- Bueno, es... raro de explicar.
- Dime.
- Verás, yo... -empezó Chema un tanto inseguro - No sé porque, fue un impulso y me sorprendió bastante lo que vi... no lo hice con mala intención, no pienses eso, no quiero llevarme mal contigo...
- ¿Qué es? -la sonrisa en su rostro se desvaneció al pensar de que se podía tratar. Una cara de preocupación se posó en su rostro y cruzaba los dedos para que no fuese lo que esperaba oir.
- Sé tu secreto.

Y luego se hizo el silencio. Deva no lo creía, no quería creerlo. Eso era una pesadilla, una horrible pesadilla de la que quería despertar.
Intentó calmarse para después seguir:

- ¿Qué secreto? -rió nerviosa, muy nerviosa. Esa risa se había escuchado demasiado falsa, quería morirse.
- Pues, el tuyo -dijo el chico obvio.
- Pff, yo no tengo ningún secreto -siguió riendo de esa manera. La estaba cagando - ¿Tu crees que tengo un secreto?
- Sé -dijo recalcando esa palabra - que tienes un secreto.

No podía escapar, no había equivocación, el chico lo sabía, ese chico que no conocía de nada, de algún modo la había descubierto. Deva estaba muy nerviosa, no sabía donde meterse, no sabía que decirle. Observaba temblorosa al chico ante ella, que la miraba expectante.
Al fin venció a sus nervios y con un suspiro amargo volvió a empezar la conversación.

- ¿Cómo?
- ¿Cómo qué?
- Que como lo sabes -la chica suspiró rendida - ¿Cómo sabes lo de mi secreto?
- Bueno pues... es gracioso, -sonrió nervioso Chema - yo soy del departamento de informática, te imaginarás que soy bastante bueno en eso.
- Ajá -asintió la chica.
- Pues verás, yo frecuento las mismas páginas que tú, y siempre en cada una veía el nombre de tu usuario en los comentarios. Al principio no le di importancia pero leyéndolos empecé a descubrir cosas sobre ti. Primero que eras una chica, luego que tenías mi edad, que vivías en la ciudad... parecía un sueño hecho realidad, con lo que cuesta encontrar gente que comparta estos gustos...
- Pero... ¿Cómo lo hiciste? Encontrarme -susurró lo último.
- Pues fue fácil, rastree tu ip. Sé que suena muy mal, pero entiendeme, quería saber quien eras, al principio no sabía que pensar cuando me apareció la residencia. Fue difícil encontrarte, pero sabiendo que eras chica, de mi edad... bueno, digamos que en la zona exacta que me dio la ip tu eres la única con ese perfil. Al final, tu misma has hecho ciertas mis sospechas admitiendo que tienes un secreto.

La chica se quedó callada. Sí que sonaba mal, pero en el fondo todo eso le alegraba. Encontrar a alguien como ella, que comparta sus gustos y no la juzgue. Miró hacia abajo, tenía una barriga, no era muy grande pero se notaba; inconscientemente posó sus manos sobre ella sintiéndola.
Al ver lo que estaba haciendo apartó sus manos rápidamente y volvió a mirar a Chema, quien la miraba con una sonrisa, hermosa cabe añadir.

Sabía que estaba a punto de cometer una locura no tan loca, porque en el fondo no estaba tan mal, ¿no? Es decir, el chico no era un completo extraño, parecía alguien en quien se podía confiar y por eso decidió darle su número. El chico se sorprendió ante tal acción.

- ¿Por qué me das tu número?
- ¿No es obvio? Sé que tu también te mueres por tener un compañero para esto, -señaló la barriga del chico, que estaba más crecida que antes del verano, para después acercar su mano y apretarla suavemente - así que creo que podemos ser compañeros. Si tu quieres, claro.
- ¡Claro!

Ninguno de los dos se lo podía creer, era algo que no creían posible.
No cabían en si de gozo, los dos estaban muy alegres y por eso decidieron ir juntos a clases, ya que la primera clase la tenían en el mismo bloque. Durante el camino se empezaron a conocer y se dieron cuenta que se llevaban muy bien entre ellos.

Finalmente se despidieron para ir cada uno a su clase, no sin antes quedar en llamarse al final del día.

El secreto de DeboraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora