Vínculos y obstáculos

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Un cosquilleo recorrió la piel de su cuello, descendiendo como una descarga a través de su columna vertebral.
Abrió los ojos pesadamente y soltó una pequeña risa al notar y sentir lo que Jack hacia en la curvatura de su cuello.

Se había quedado dormida. El cansancio fue el vencedor después de que el ritual de pareja de los licántropos se completó.

— ¿Qué es lo que haces?- preguntó con voz adormilada, dejando que risitas salieran de sus labios.

Jack alzó su rostro para encontrarse con esos hermosos ojos celestes. Su corazón latía frenético contra su pecho masculino. El solo hecho de ver a su pareja lo volvía el macho más feliz en toda la existencia. Parecía un sueño y debía serlo, había conseguido a su pareja.

Una media sonrisa se formó en sus labios y un deseo de poseerla de nuevo lo invadió. Había escuchado de los lobos mayores que cuando un macho encontraba y marcaba a su pareja, sus sentidos eran incontrolables.
Ese maldito sentimiento de posesión y lujuria lo estaban dominando, pero el amor que sentía por esa chica rubia lograba controlarlo.

Elsa no era como él; ella era más delicada y la cuidaría como tal, ese era el deber como su pareja.

Demonios, esas palabras eran una dulce textura en sus pensamientos. Sería el lobo más posesivo y celoso de todo el jodido mundo. No permitiría que ningún otro macho la tocara o se acercara. Elsa era suya, le pertenecía completamente.

— ¡Jack!- chilló la chica sin parar de reír. Tenía un cosquilleo incontrolable y quería que se detuviera.

El licántropo sonrió complacido, adoraba el sonido de su risa.

— Parece que tenemos un punto sensible.- dio un beso corto en su cuello y volvió a mirarla, devolviendo la sonrisa a la desnuda criatura debajo de su cuerpo.

— ¿Responderás mi pregunta?- cuestionó curiosa, no tenía idea de que era lo que hacía en cuanto despertó.

— Sentía tu aroma.- admitió, observándola como si fuera lo más hermoso del mundo. — Todo tu cuerpo tiene mi olor, eso significa que eres mía y nadie puede tocarte, solo yo.

Mordió sus labios suprimiendo una sonrisa. Ella no pertenecía a la familia de los licántropos, pero podía sentir lo especial que era ese momento.
Lo tomó de la barbilla con ambas manos para así acercarlo a sus labios y juntarlos con los suyos.
Cada movimiento, cada caricia en ese beso hablaba por sí solo. Su lengua la embriagaba en miles de sensaciones, volviéndose cada vez más profundo y cautivador.

— Mmm.- gruñó el lobo al sentir tal delicia contra su boca. Demonios, estaba poniéndose duro de nuevo.

Podía devorarla de cualquier forma posible y en ese momento tenía unas incontrolables ganas de introducirse en ella hasta el fondo, sentir como sus músculos interiores lo rodeaban hasta llegar al orgasmo y desplomarse sobre su cuerpo. Saborear y sentir el sudor de su piel contra la suya mientras mordisqueaba y succionaba cada uno de sus deleitables pechos.

Su erección estaba más que rígida y rogaba plenamente por introducirse en su húmeda entrada.
Presionó la punta de su miembro contra el clítoris de la chica, causando que su cuerpo temblara ante tal sensación. Jack se frotaba contra los pliegues de su carne, enviando ligeras descargas a cada rincón de su cuerpo, gruñendo y jadeando en cada fricción.

— ¿Sientes esto, Els?- se frotó de nuevo, esta vez con más vigor haciéndola gemir. — No creo poder soportarlo más, necesito sentirte.

Ella también lo necesitaba, era como si no controlara su propio cuerpo; él le hacía sentir todo tipo de sensaciones y hombre, se sentía muy bien.

El lobo que se enamoró de caperucita roja (Adaptación jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora