La verdad

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Elsa ya llevaba un rato sonriendo que incluso sus mejillas comenzaban a doler. Acariciaba el cabello de Jack mientras lo observaba escuchar los latidos del bebe. Apenas habían dejado la cama y, aunque sus piernas y caderas dolían, no quería separarse nunca más. Lo vio sonreír y esta vez le pico la curiosidad.

— ¿Tan increíble es?

Él sonrió aún más.

— No te lo imaginas. Tiene un corazón fuerte, y parece percibirme también aunque aún es muy pequeño. Será muy inteligente.

— Si, supongo que es increíble. — intentó no deprimirse pero le fue imposible. Ella también quería escucharlo y percibir lo mismo que un licántropo.

Jack notó el cambio de ánimo en Elsa y se arrepintió por hablar de más. A veces olvidaba por breves instantes que ella no pertenecía al linaje de los lobos. Su cuerpo sufriría cambios por el embarazo, muy necesarios para mantener al bebe a salvo y saludable durante la gestación. Sin embargo, al dar a luz, todo se iría nuevamente y quedaría un poco débil. Nada de qué preocuparse, solo que él lo haría de todas formas. Siempre se preocuparía por ella, por más mínima que fuese la situación.

— Es increíble poder escucharlo y percibirlo, pero tú puedes sentirlo, Els. Llevas a nuestro hijo en tu cuerpo, eso es más increíble.

La rubia sintió que la ternura le recorría el cuerpo. ¿Cómo no amarlo?

Aún recordaba las palabras de Hiccup antes de venir a la cabaña. Hablo sobre sus pensamientos de estar solo y, a decir verdad, fue lo que sintió cuando comenzó a seguirla a todas partes. Se percató de su soledad y esa se convirtió en una de las razones por las cuales continuó con él. Fue curiosa e insensata, algunos la hubieran llamado estúpida, pero ahora entendía la razón: se habían vinculado mucho antes de unir sus cuerpos. Su primera mirada, su primer beso, así ocurrió. Estaban destinados a estar juntos. Siempre lo estuvieron.

— Te amo, Jack. — Le dijo.

Él la miró con esos ojos tan profundos y después rompió la mirada para besar su vientre aún plano. Trepó por su cuerpo sin aplastarla, hasta llegar a su hermoso rostro. Ella era tan preciosa y nunca se cansaría de decirlo o pensarlo. Cada latido de su corazón le pertenecía a Elsa para toda la eternidad.
Posó sus labios sobre los de ella y la besó como si hubiese sido la primera vez, como en aquella ocasión junto al viejo árbol en el ocaso. Elsa era la inocencia de una rosa, asombrosa en belleza y valentía. Sus labios eran suaves y cálidos, como sus caricias, como su cuerpo. Todo lo que una vez busco, lo encontró en ella.

El beso no tuvo segundas intensiones. Aún si la deseaba más de lo que imaginaba, tenerla cerca era más que un sueño hecho realidad.

Al romper el beso, la miró directamente a los ojos.

— Gracias. — agradeció, acariciando su nariz con la suya en un gesto cariñoso.

— ¿Por qué?

— Eres todo lo que soñé, todo lo que quiero. Tener una familia era imposible para mí, y has cambiado eso. Te tengo a ti y ahora me voy convertir en papá. Estoy tan feliz que apenas puedo respirar.

Elsa sintió que se le humedecían los ojos. Le tomó el rostro con ambas manos para poder verlo.

— No es imposible, Jack — le respondió —. Me encontraste y estoy contigo. Nunca voy a dejarte.

Lo vio tragar saliva.

— Lo fue en un inicio. Por un tiempo, a causa de mi linaje destructivo tuve muchos problemas. Apenas podía hablar con algunos miembros de la manada. La mayoría me odiaba — admitió y observó la sorpresa en el rostro de la rubia —. Es verdad, nunca te hablé sobre esto. Temía que si te contaba, me rechazarías como los demás.

El lobo que se enamoró de caperucita roja (Adaptación jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora