Un recuerdo transtornado

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Agatha y Mike eran 2 hermanos, la primera tenía 17 años y el segundo 7. Hace unos cuantos años sus padres murieron y los dejaron al cuidado de sus tíos, quienes los obligaban a ejercer arduas tareas y deberes constantemente. Agatha estaba harta de tal situación mientras su hermano Mike, no le confería mayor importancia al asunto.

Un día Agatha tomó a su hermano y huyó lejos del pueblo, encontrando cerca de las lejanías una casa abandonada. Presenciaron el moho en las paredes y el polvo en aquel lugar como evidencia de los años transcurridos. Mike revisaba el lugar con ánimo y curiosidad encontrando un baúl que yacía abierto con juguetes. De un momento a otro sonaron varios golpes en la pared y cayeron al piso todos los juguetes afuera del baúl, el niño se sorprendió y preguntó al vacío:

– ¿Hola? ¿Quién eres?

Sonó otro golpe en la pared y apareció en la puerta de la habitación un niño pálido con la mirada en el suelo.

– Disculpa... es que no tengo con quién jugar.

Mike le sonrió al niño y lo invitó a jugar, pasaron largas horas de juego para que Mike se quedara dormido y su amigo desapareciera.

Agatha, la hermana mayor había comenzado a trabajar, dejando a su hermano encerrado todos los días. Cuando llegaba a casa se molestaba con Mike por insistir que había otro niño en la casa. Hasta que un día  se metió en la tina durante un largo rato, sumergió su rostro bajo el agua y al intentar levantarlo no podía, algo se lo impedía, luchó con todas sus fuerzas pero todo fue inútil, muriendo ahogada tras fallidos intentos.

Un par de días después, la policía encontró el incidente indicando que Agatha se había suicidado y que ahora Mike iría a vivir con sus tíos de nuevo.

Tras muchos veranos e inviernos un señor con gafas oscuras y su hijo se aproximaban a la casa abandonada. El estado de la casa era aún más deprimente que el anterior, el padre abrió la puerta y le indicó a su hijo:

-Nos mudaremos aquí, busca tu habitación, sabrás cual es.

El padre empezó a barrer la sala mientras le hablaba al vacío:

-Gracias por ayudarme hace años, pude crecer, aprender y vivir libremente, te traje un nuevo amigo, espero juegues con él.

El hijo del hombre salió de una de las habitaciones y abrazó a su padre mientras le decía con una sonrisa en el rostro:

-¡Papá!¡Papá! ¡Tengo un nuevo amigo! ¿Lo ves? ¿Me crees?

– Sí hijo, lo sé, te creo, yo también lo veo.

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