Ella se dio la vuelta, dejando escapar un grito, quería cubrir su desnudez con sus sábanas, pero estaba inmóvil, no podía ver a quien le hablaba pero sentía su cuerpo siendo observado sin el mas mínimo pudor, quiso moverse y no pudo.
-¿Quién eres?- preguntó con tanto valor en la voz como agua en el desierto.
-Tú sabes quien soy- dijo el hombre sentado en su silla -fuiste tú quien me llamó.
-¿De qué estás hablando? Yo no se quién eres tú-.
-Relajate, toma asiento, pero no te cubras el cuerpo, eres una bella criatura-.
Ella se sentó en la orilla de la cama, desnuda -sin poder hacer nada-. Empezaba a sentirse calor en la habitación, podía sentir su cuerpo empezando a transpirar.
-¿Has pensado el precio de tu alma?-
-¿Quién eres?- dijo ella mientras el terror la invadía poco a poco, temía la respuesta.
-De verdad te niegas a creerlo, ustedes los humanos son tan arrogantes y tan estupidos -mostrando una sonrisa impecablemente blanca - De verdad creen que ustedes solo aparecieron en este mundo.
-Yo soy aquél al que llaman el enemigo, Satanás, el diablo para que me entiendas y tú firmaste un contrato a cambio de tu alma-.
-Yo no he firmado nada de eso, no entiendo de que hablas, yo no soy religiosa yo no creo en demonios y cosas de ese tipo- dijo tratando de ocultar su nerviosismo, y haciendo un esfuerzo por alcanzar la sabana para cubrirse pero su cuerpo no le obedecía.
El sujeto autoproclamado Satanás extendió su mano mostrándole el pequeño libro rojo. Este pequeño libro lo advierte claramente y tú lo firmaste.
Las palabras se le secaron en la boca, no dijo nada pero se sentía aterrada. Esto debía ser un sueño, su obsesión con ese libro la estaba haciendo tener pesadillas.
-Soy real, aunque si estás soñando, mirate ahí tan tranquila-.
Miró la cama y se vio a si misma durmiendo apasiblemente. No tenía sentido.
-¿Esto es real?- preguntó ella mirando al hombre delante de ella -Notando que la oscuridad ya había disipado un poco y alcanzaba a distiguir un sujeto apuesto, con el cabello ondulado hasta los hombros y vistiendo un traje negro.
-Si lo es, yo soy lo que tú conoces como el diablo, pero no creas nada de eso, es sólo un viejo inventos de seres envidiosos- dijo con desdén.
Ella lo miró intrigada, y asustada al mismo tiempo.
-¿Qué es lo que quieres de mí?-
-Tú alma-
-Mi alma será tuya al fin de cuentas, no he sido nada buena, mis pecados he cometido- dijo comenzando a creer que esto era algo real no podía ser un sueño.
Lanzó una carcajada. -Esto no funciona así, ese maldito al que llaman Dios si que les ha hecho creer tantas mentiras, él no es el único Dios-.
-¿También eres un Dios?-
-Soy más que eso, se necesitaron muchos de ellos para aprisionarme-.
-¿Ellos?-
-Te dije que él no es el único-.
-¿Entonces los malos no van al infierno?-
-Bueno si, pero no todos, es complicado-.
-¿Tú los castigas?-.
-A mí no me importa una carajo lo que les pase a ellos- se puso de pie y dio unos pasos hacia ella -Lucifer es que se encarga de esos asuntos, a mi sólo me interesa volver a ser libre, la maldad y la bondad me son indiferentes, soy un ser eterno, yo estuve aquí desde el inicio, cuando no había ni bien ni mal -Le dio la espalda y se dirigió a la ventana- incluso antes de los dioses.
-¿Quién es mas poderoso tú o Dios?-
-Él, nadie es mas poderoso que él, él creó todo-
-Pero dijiste que tú estabas aquí antes que ellos-
-Como la oscuridad, estaba aquí mucho antes que la luz, pero a donde quiera que la luz vaya la oscuridad parece irse pero no ahí sigue y seguirá incluso cuando todo se haya extinto-.
-¿Por qué te aprisionaron?-
-¿Por qué la luz aleja la oscuridad?- dijo y sin esperar respuesta continuó hablando.
-No hay razón una cosa no puede estar si la otra esta presente-
-¿Si estás prisionero, como puedes estar aquí?-
-Tu alma, ahora que es mía puedo ir a donde quiera que tu vayas, es una conexión eterna nada puede romperla, ustedes fueron creados de energía celestial, igual que yo-.
-¿Para que quieres mi alma?-.
-No sólo la tuya, necesito muchas, para escapar de esta prisión-.
-¿Qué piensas hacer si sales?-
-Irme lo mas lejos posible de esos malditos-.
-¿Porqué no me has matado?-
-Porqué aún no me dices tu deseo-.