La primera hipnosis.

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  • Dedicado a Irene Bulio
                                    

Este verano surgió la posibilidad de tener una segunda experiencia en este campo tan interesante. A través de Juanate Gil, una gran mujer donde las haya y, mejor profesional aún (si es que eso es posible), tuve la oportunidad de asistir a un Taller de Autohipnosis que impartió alguien a quien considero un maestro en este tema, Horacio Ruiz.

Mi primera intención fue la de ser hipnotizada en una consulta privada, pero tras hablar por teléfono con Horacio y  explicarme en qué consistía la hipnosis, la posibilidad de no poder ser hipnotizada si realmente lo rechazaba, el tiempo que se podía emplear en llegar al lugar o situación  donde realmente quería ir, etc. y hablarme del proyecto que se iba a realizar el fin de semana siguiente: un taller de dos días en el que podía adquirir conocimientos y herramientas para mejorar mi calidad de vida a través de la autohipnosis, decididamente, opté por el taller.

 El día acordado, allí estaba yo, nerviosa y a la vez incrédula por lo que estaba ocurriendo. Esa sensación de inquietud que te llega cuando no sabes exactamente qué va a ocurrir, pero en el fondo sientes que va a ser algo positivo en tu vida.  Pensaba que donde nos habían congregado era un lugar amplio, con mucha gente… y por supuesto, ya predispuesta a tomar apuntes. Lo que realmente me esperaba no podía estar más lejos de la realidad. Era un chalecito en una de las zonas más hermosas de la ciudad; nada más entrar se respiraba mucha paz y mucha calma. Allí conocí en persona a Juana Teresa, alguien que transmite mucha armonía y calidez.  Me presentó a los compañeros que ya estaban y posteriormente a los que iban llegando, además de a Horacio. No éramos más de una docena de alumnos, todos ansiosos por adquirir nuevos conocimientos; la mayoría de ellos eran profesionales de la psicología, coaching, reiki, escritores, etc.

Una vez que todos nos presentamos, se comentó el buen ambiente que había, esa sensación de “parece que nos conocemos”, en la que pudimos hablar con claridad, consultar miles de dudas y sobre todo, para la mayoría de nosotros, el tener nuestra primera experiencia con la hipnosis.

Horacio, tras explicarnos las diferentes formas de hipnotizar, cómo utilizar algunos anclajes, etc. nos solicitó permiso para hacer una práctica en directo. Tuve la gran suerte de ser elegida (aunque al día siguiente se hipnotizó a varios compañeros más).

Aún me dan escalofríos al recordarlo. Había comentado anteriormente a Horacio que en un curso de autoayuda, en un instante en el que nos relajábamos con música de fondo y volaba la imaginación,  vinieron a mí imágenes, sentimientos, sensaciones… que en mi interior sabía que eran reales. Esa misma noche hablé con mi madre, pues era la protagonista de lo que había imaginado, y me dijo  que no recordaba… Al explicarle como era el lugar: un enorme acantilado —no sabía si anochecía o amanecía, pero el sol se veía a lo lejos—, un maravilloso olor a mar que  se podía percibir perfectamente, el rugir de las olas contra las rocas, el azul intenso del océano, la fresca brisa que acariciaba la cara y despejaba el cabello… la sensación — o más bien certeza— de que penetrando en ese mar, iba a encontrar un vacío enorme, “un lugar donde flotar”, donde nada importase…la nada… fundirse con la nada..., ella me dijo que sí, que eso sucedió hacía muchos años. Le comenté que yo estaba presente, pero que no había conseguido verme. Su respuesta fue contundente: Tú estabas en mi vientre.

Un hecho así te abre miles de puertas a la curiosidad. ¿Es posible que eso suceda? Pero… ¿cómo puedo recordar eso si yo no había nacido aún? ¿Por qué era tan importante ese instante? Recordé la de miles de veces que durante la adolescencia tenía esa misma sensación, de entrar en el mar y nadar, nadar, nadar hacia la nada… Siempre coincidía con algún momento triste, esos que te llegan cuando te sientes patito feo, o nada es como soñabas, o incluso, todas las puertas se cierran a tus sueños, y nadie te ha explicado que a veces se llega a ver la luz través de una ventana, o quizás un postigo…

Mi experiencia con la Hipnosis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora