Capítulo 3

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Al día siguiente me levante en la madrugada para retirar a tiempo un auto usado que compre para poder movilizarme por aquí tranquilamente y que terminado el trabajo descartaría en algún chatarrero, lo hice utilizando una identidad falta obviamente al igual que lo había estado haciendo desde que era un niño.  

Para las 6:30 de la mañana ya estaba ubicado a unos metros del lugar donde se encontraba mi encargue, supuse que todavía se encontraba allí ya que el supermercado no abriaria sino hasta a las 8, pero no pasó mucho hasta que su puerta se abrió y lo vi, cuanto más observaba al bicho raro más extraño me parecía.

¿Qué demonios hacía barriendo y baldeando su entrada a esta hora y con este frío? Ni siquiera se había molestado en peinarse o cambiarse, el chico era un total desastre con la cara hinchada y los ojos pegados, llevaba un gran saco por encima del infantil pijama, me reí de hecho cuando se fastidio consigo mismo porque no podía parar de bostezar y sacudió su cabeza despeinándose aún más.

Luego de eso regó meticulosamente todas las platas que tenía bajo la ventana y volvió a meterse, salió media hora más tarde con ese horrible y holgado uniforme del mercado, llevaba unos cuencos en las manos y cerró a duras penas su puerta, hizo unas cuatro cuadras cuando se encontró con un indigente al que le entregó las cosas rápidamente y haciendo una venia se despidió de él.

El vagabundo no espero a que se alejara para empezar a abrir los recipientes desesperadamente, al parecer el aliencito le llevo comida pero que chico tan idiota, estaba casi raquítico y andaba regalando lo poco que tenia es que simplemente no lo podía entender.

Lo vi llegar a su trabajo y empezar con su turno, creo que personas como él deberían buscar un empleo según sus capacidades porque era casi patético ver cómo se esforzaba en vano para alcanzar a sus compañeros, era determinado le concedo eso pero en este mundo la fuerza de voluntad no es suficiente, si no puedes esconder tus debilidades te comerán vivo.

Todos pasaban sobre él, no necesitaba escuchar lo que le decían con solo ver sus posturas sabía que se estaban burlando, lo mandaban de un sitio a otro para ridiculizarlo y le deban el trabajo más pesado o el que ellos no querían hacer... malditos, si yo fuera el chico ya los habría matado a todos por tratarme de ese modo.

Ver todo aquello en verdad me puso de mal humor, así eran todos siempre aprovechándose del más débil, con ese sabor amargo regrese al asqueroso motel para entrar a su cuarto y averiguar cómo me encargaría de él, ahora creo que hasta le haría un favor limpiándolo así ya no tendría que soportar más la mierda injusta de este mundo.

Forcé la cerradura al ver que no había nadie alrededor y entre, fue bastante impactante ver el interior... de una manera positiva supongo, cuando mi mente relacionaba los moteles como viviendas permanentes lo hacía trayéndome imágenes desagradables de cómo lucía el lugar donde viví con los infelices de mis padres.

Un basurero maloliente y lleno de humedad, las decenas de botellas de alcohol vacías y tiradas por todos lados, restos de comida chatarra descomponiéndose en el suelo junto a las jeringas usadas que mi padre utilizaba para inyectarse heroína, aún recuerdo ese olor y el que desprendía mi madre cuando intentaba abrazarme después de estar con uno de sus clientes.

Pero esto... no era nada como lo que haya visto antes, todo era humildemente reluciente y pensé por un momento que hubiera deseado crecer en sitio como este con alguien que no amará más al dinero o a los vicios que a mí y por alguna razón me pregunté qué clase de infancia habrá tenido el pequeño y risueño rarito.

¿Qué demonios sucede conmigo?, agite mi cabeza para sacar fuera el olor a jazmín que impregnaba este lugar, tenía que concentrarme y hacer lo que había venido hacer que era por lo que me pagarían una maldita fortuna y eso sería todo, adiós Corea para siempre.

EL MERCENARIO | HopeVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora