Visiones, primeras clases y Dayron Khandaar

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Las pesadillas fueron lo peor.

Durante toda la noche me visitó en sueños aquella horrible sombra.

Además mis sueños eran imágenes efusivas que apenas duraban segundos.

Una de ellas era la sombre del tren. James y yo estábamos en un lugar húmedo, como en una mazamorra y ella estaba delante de nosotros y no paraba de susurrar:

Eabha, Eabha.

Era un nombre.

Otro era con tarjeta verde esmeralda.

No salíamos ni James ni yo. Solo era una imagen de como alguien escribía la tarjeta y, de la boca, le escurría el liquido plateado con el que escribía la carta.

Y en la última imagen estaba en las mazamorras. Era como si yo estuviera dentro del cuerpo de otra persona, pero seguía siendo yo, o al menos pensaba como yo. Y un hombre de aspecto exótico y atractivo me gritaba: ¡Corre, Alissa, corre! Luego aparecía un resplandor y la visión se acababa.

Había también pequeñas visiones, pero duraban a penas un abrir y cerrar de ojos. Una cabellera pelirroja. Unicornios trotando por el Bosque Prohibido. Alguien que me besaba, pero no estaba muy segura si era a mí o a la persona de mis sueños, en la me encarnaba. Los ojos de James. Y alguien que me agarraba de la mano, muy fuerte. El color verde estaba presente en todos los sueños. Pero sobre todo serpientes, serpientes, sangre y destrucción. Por todas partes.

Me desperté empapada por un sudor frío. Una voz grave resonaba en mi cabeza, era la voz de un anciano y sonaba segura e imponente, pero habia un matiz, un pequeño matiz. El miedo.

Ha vuelto.

Eso era lo que decía.

Miré a mi alrededor y por un momento me pareció ver una silueta al lado de la puerta. Pero al parpadear ya no estaba.

Excalibur yacía a mis pies, aún dormido. Me pareció raro que no estuviera en el suelo del cuarto, porque juraría que le había dado un montón de patadas.

La tarjeta esmeralda descansaba en mi mesilla. La cogí y por un momento pensé en romperla, pero era una prueba. Abrí un cajón de mi mesilla y saqué una edición de Animales mágicos dónde encontrarlos de Newt Scamander. Siempre llevaba ese libro conmigo. Metí la tarjeta en la primera página.

Me levanté y estiré. Seguramente debía de tener un aspecto horrible. Vi unos rayos de sol colándose por la ventana y supuse que quedaban un par de horas para que empezaran las clases. Me levanté dispuesta a quitar aquel sudor frío del cuerpo.

Después de ducharme comprobé que mis suposiciones eran ciertas. Unas grandes bolsas colgaban bajo mis ojos y estaba más pálida de lo normal. Mis ojos azules eran más bien grises apagados. Me lavé la cara e intenté ocultar las ojeras con maquillaje.

Seguía estando igual de horrible pero al menos no parecía el Barón Sanguinario.

Salí del baño con una toalla en la cabeza. Y me asomé por una ventana. Sí, quedaban algunas horas para que empezaran las clases pero el Gran Comedor estaría abierto.

Levanté a Excalibur y le di un poco de leche. Me puse el uniforme, me sequé el peloy preparé mis libros. Cambié las sábanas e hice la cama. Pasó una hora completa y mis amigas seguían sin despertarse, por lo que hice un hechizo: si en media hora no se despertaban un grito muy similar al de las mandragoras recién nacidas aullaría en sus oídos.

Era cruel, pero era necesario.

Salí de mi cuarto dispuesta a ir sola a desayunar al Gran Comedor. En la sala común había muy pocos alumnos, la mayoría de primero que se preparaban para su primer día en Hogwarts. Pude ver a Heather Talkalot leyendo un libro. La deseé unos buenos días y ella me dedicó una sonrisa nerviosa y un igualmente. Salí de las mazmorras y antes de ir a desayunar opté por pasar por la enfermería. Sabía que aquellas pesadillas no dejarían de atormentarme y no quería tener este aspecto todos los días, además quería dormir tranquilamente.

Sangre suciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora