Andén 9¾, rumores y una inóspita llegada a Hogwarts

721 23 5
                                    

El caos se cernía en el Andén 9¾. Las familias se despedían. Las madres lloraban mientras se aseguraban de que el desastre de su hijo no se dejara nada y los padres daban palmaditas en la espalda a sus hijos, fingiendo estar orgullosos, aun sabiendo que habían creado un desastre sin solución, y de vez en cuando, soltaban alguna lagrimita.

Lo mejor de todo eran los niños. Mientras sus padres lloraban, ellos sonreían ampliamente y se deseaban suerte los unos a los otros. Muchos adolescentes se abrazaban, nostálgicos por el verano, aunque muy felices por volver a Hogwarts, la tranquilidad se acabó, amigos. Yo les observaba desde el Expreso de Hogwarts, ya estaba sentada en el compartimento donde todos los años me sentaba, al lado del vagón de los prefectos. Esperaba a Viviane Parkinson y Odette Black, que seguro que se abrirían paso entre la multitud con un solo chasquido de dedos, como todos los años.

Llevaba aquí un buen rato. Siempre intentaba venir antes que la mayoría de la gente, pues a mí nadie me despedía. Fuera de los muros de Hogwarts no conozco a nadie que no sea un muggle, mis padres y mis amigos son todos muggles y no podrían entrar aquí, al Andén 9¾. Yo era la primera maga de toda mi familia, y me sentía muy orgullosa de ello. Sobre todo de ser una slytherin. Mi supuesta mejor amiga muggle, Mary-Lou Lancaster, me había traído a Londres desde Surrey, una pequeña región de Inglaterra al lado de Londres. Mary-Lou y yo vivíamos en la misma ciudad, Little Whinging. Somos amigas desde pequeñas, puesto que las dos vivíamos en el mismo vecindario, Privet Drive, e íbamos a la misma escuela. Pasábamos todo el tiempo juntas (y también con las demás de nuestra «pandilla» muggle) además de que ella se pasaba todo el tiempo en mi casa, ya que vivíamos al lado, ella en el número 6 y yo en el número 8. Inseparables.

Su hermano nos había traído a las dos hasta Londres, y Mary-Lou me había acompañado por todo King's Cross hasta el Andén 9, donde nos habíamos despedido de forma muy emotiva. Luego ella volvió con su hermano y yo me interné en mi verdadero destino.

Pasaba todo el verano con mis amigas muggles y no podía quejarme, no era lo mismo, pero estaba bien. Quitando que no podía entrenar para quidditch y que no me enteraba de nada del mundo mágico. Aunque me carteaba con todos mis amigos, y alguna que otra vez Odette o Scorpius Malfoy me mandaban una edición de El Profeta.

Todo cambió cuando recibí mi carta de admisión en Hogwarts, fue mágico. Mis padres le dijeron a todo el mundo que me iba a un internado al norte de Escocia. Todos les creyeron, pero la tarea más difícil fue convencer a mis amigas. Mi uniforme era muy raro. Mis libros eran raros. Y eso de tener que llevar a un gato como mascota era muy, muy raro. Pero éramos crías y al final las conseguí convencer. Lo peor de todo fue cuando entré en el equipo de quidditch. Estaba claro que ellas no sabían que yo practicaba ningún deporte, escondí la escoba y la equipación, pero los banderines con el escudo de la serpiente y mi bufanda verde escarlata y gris de Slytherin que tenía colgados en mi habitación no ayudaban. Y las dije que eran de un equipo de lacrosse del internado y que me había vuelto aficionada.

Ahora puedo decir completamente orgullosa que soy la buscadora y capitana del equipo de quidditch de la casa Slytherin. Y además, una de las prefectas de dicha casa.

Cuando el Sombrero Seleccionador puso a una sangre sucia en Slytherin las serpientes rápidamente dijeron que tenía que haber sido un error. Pero cuando el jefe de mi casa, Ludwing Gallagher, y profesor de pociones, dijo que para que Salazar Slytherin, uno de los primeros fundadores, hubiese decido que yo tenía que estar con las serpientes, me tenían que recibir con los brazos abiertos, pues me aguardaba un gran futuro.

Y no se equivocaba. Al principio, las serpientes me miraban con desprecio, y no eran los únicos: las águilas y los leones tampoco me mostraban mucho afecto. Incluso algún que otro tejón me miraba mal cuando me veía por el pasillo. Pero conseguí hacerme notar. Conocí a Albus Potter y él me presentó a su peculiar familia y...

Sangre suciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora