El director Dumbledore, la confesión y la sombra

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—¡No es justo que me castigue a mí, directora! —grité. Estaba en el despacho de la directora McGonagall, que se encuentra en la Torre del Director, se accedía a él por una escalera de caracol, oculta por un gárgola en el tercer piso, lo más sorprendente de todo fue cuando el profesor Longbotton gritó: ¡Pudin de melaza! y la gárgola nos cedió el paso. Era una sala circular repleta de estanterías a rebosar de libros (muchos de ellos estaban desperdigados por todo el despacho) y objetos mágicos que no pude reconocer, pude ver al Sombrero Seleccionador, que estaba en una silla cerca del escritorio de la directora. Además en las paredes había numerosos cuadros vivientes de los antigos directores de Hogwarts. La directora McGonagall me observaba detrás de sus gafas con los ojos crispados de ira. Las marcas que le causaban las gafas debajo de los ojos se le estiraban y casi desaparecían al hablar. Había escuchado la versión de James antes que la mía y me había dejado esperando fuera, con la compañía de la gárgola y el profesor Longbotton que parecía más nervioso que yo. Cuando James salió del despacho (con el pecho inflado de orgullo y el entrecejo fruncido) la directora me había llamado para que subiera a dar mi versión de los hechos, después de darla, me había dicho que era igual de culpable que Potter por haberme metido en medio de una pelea, incluso me había amenazado con quitar 100 puntos a Slytherin si no dejaba de gritar y además, como castigo, quedarme limpiando la lechucería (algo realmente estúpido, ese lugar siempre iba a estar sucio sin importar mis esfuerzos) todas las tarde de la semana siguiente—. ¡Yo no hice nada malo! Solo me interpuse entre Potter —la directora me miró con severidad detrás de sus gafas redondas— es decir... James Potter y Eugene Finnigan. ¡Iba a matarlo, directora! Y nadie iba a impedirlo...

La directora se colocó bien las gafas y se apretó aun más su moño gris —Odette decía que en un tiempo pasado, muy pasado, fue negro, pero ni Viviane ni yo la creíamos, ese pelo parecía haber sido gris desde la cuna— y luego se puso su gorro puntiagudo púrpura. Estaba sentada muy recta en la silla de su escritorio y tamborileaba con los dedos en la mesa, algo que me estaba poniendo nerviosa. Muy nerviosa.

—Lo siento mucho, señorita Hopkins, no puedo creerla. Es usted una alumna de la casa Slytherin, no se ofenda, pero los alumnos de su casa no suelen defender a los alumnos de la casa Gryffindor y viceversa. Suelen estar involucrados en peleas, los unos contra los otros. Ha sido así siempre —me crucé de brazos y la miré con dureza. Ni por un momento mi mirada llegó a ser igual de intimidante que la de ella—. Sientese.

Delante de su escritorio había un sillón de terciopelo rojo, ella lo señalaba con el semblante aparentemente tranquilo. Hace unos minutos estaba hecha una mantícora dando vueltas a la sala sin cesar, indignada, gritando y con los brazos en alto. Pero hice caso a la directora y me senté, no quería más problemas y menos para mi casa.

—Se lo repito, directora, yo no he hecho nada... Fue Potter, ¡pregunteselo a Finnigan o a Fred o a Roxanne! Yo estaba en la biblioteca, oí como la gente gritaba que había una pelea, ¡soy una prefecta! Me acerqué a ver quién armaba tanto alboroto y al ver como Potter pegaba a Eugene fui a defenderle.

—¿Por qué? —seguía sin fiarse de mí, lo sabía. En un tiempo pasado la directora McGonagall había sido la jefa de la casa Gryffindor, y no es un secreto que nunca ha sentido demasiada empatía por los alumnos de la casa Slytherin. Motivos no le faltan.

—Eugene y yo somos compañeros de estudio —para mi sorpresa no me avergonzaba de mis palabras—. Sin él no podría estudiar para Trasformaciones o Encantamientos (que no me hace demasiado falta pero a él le hacía ilusión enseñarme) y suspenderé los TIMOs, usted sabe lo importante que son los TIMOs... ¿no? —aquello sí había sonado más propia como una repuesta mía.

—Nunca creí que una de las alumnas más sobresalientes de la casa Slytherin y capitana de su equipo de quidditch mantuviera una relación amorosa con un cazador del quipo de quidditch de la casa Gryffindor, estoy muy impresionada...

Sangre suciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora