Dos

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Lo que le encontraba de bueno a todo este embrollo del despertador era que por lo menos podía disfrutar de una deliciosa comida hecha por mamá, las arepas de queso que ella hacía no las cambiaba por nada

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Lo que le encontraba de bueno a todo este embrollo del despertador era que por lo menos podía disfrutar de una deliciosa comida hecha por mamá, las arepas de queso que ella hacía no las cambiaba por nada.

—¿Cómo te sientes, amor? —indagó mi progenitora quien lavaba la taza de café, girándose minutos después para examinarme con sus gruesos labios junto a unas delgadas cejas fruncidas—. Sabes que no está mal si necesitas más tiempo, no debes presionarte.

Desvié los ojos demostrándole mi poca cooperación para hablar sobre eso.

Y aquí íbamos otra vez.

Desde pequeña se me había dificultado conseguir una agradable conexión con el exterior, a mi corta edad creía que era un rasgo bastante común de mi personalidad hasta que pasó lo de mi anterior preparatoria.

Fue así que mis padres decidieron alejarme de lo presencial para seguir mis estudios académicos de forma virtual mientras me llevaban a numerosas citas con la señora Emilie, una persona maravillosa a la que fue inevitable no agarrarle cariño.

Pero luego sucedieron muchas otras cosas. Y ahora, después de tantos años me volvía a aterrar cómo se desenvolvería mi comportamiento dentro de una preparatoria, mas no podía exponerles eso a mis progenitores.

—Mamá, ha pasado mucho tiempo —expresé tratando de restarle importancia—. Creo que estaré bien.

Sabía que la comunicación era importante entre nosotros, pero que continuásemos hablando del problema no me gustaba, sentía que les daba un peso que supuestamente con las citas se habría eliminado.

Ya no tenían de qué preocuparse.

Mamá agarró mi mano que era sostenida por la isla de la cocina.

—Reconozco que aún nos resulta difícil, María —confesó separando los dedos de mi palma, no me había percatado de que tenía mis manos envueltas en un puño—. Así que intenta hablar conmigo que me esforzaré en entenderlo. Lo sabes, ¿no? —informó con su apacible voz.

—Estaré bien —repetí más segura.

Tal parecía que seguía sin convercerla porque sus oscuros iris no detuvieron la misión de observarme, así iniciábamos el juego en el que ella me analizaba con cautela mientras que por mi parte intentaba no dejarme intimidar hasta escuchar un buen suspiro de sus labios.

—Casi se me olvida —mencionó cambiando de tema, cosa que agradecí—. Sara traerá a su nuevo novio este fin de semana, avisó que nos lo quiere presentar de forma decente.

—¿Al pelirrojo? —Retomé mi comida a la vez que prestaba parte de la atención a mi madre.

¿Qué buscaba al formalizarnos con el de pecas esas?

—No, con él terminó hace algunas semanas —dijo preparando otra taza de café—. Traerá el que conoció en la panadería. —Inmediatamente nos dirigimos una mirada de complicidad.

¡Cállate, cerebro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora