Tres

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Cuando pude tomar lugar en uno de los azules asientos, comprobé que tuviera todo lo necesario antes de iniciar la primera clase

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Cuando pude tomar lugar en uno de los azules asientos, comprobé que tuviera todo lo necesario antes de iniciar la primera clase.

Ya se me había olvidado como era estudiar dentro de un aula, así que empaqué desde una cartuchera llena de lápices hasta la regla que me regalaron a mis nueve años, más valía prevenir que lamentar como decía mamá.

Seguía un poco nerviosa por cómo iba a resultar esto, pero me esforzaba en hacerle caso a mi cerebro sobre que no habría de qué temer. Buscando alguna distracción en la paleta de colores neutros que manejaba el ambiente.

Lo que más resaltaba a mi parecer era el gran espacio que ocupaba el blanco tablero, se podía decir que acaparaba toda la grisácea pared, en medio de este se hallaba la silla junto a la oscura mesa del profesor.

Los asientos estaban situados de frente al pizarrón, divididos en tres hileras con seis puestos por fila.

—Buenos días —saludó una elegante mujer apenas entró al aula.

Algunos estudiantes al parecer la reconocían por lo que devolvieron el saludo mencionando su nombre, otros que estaban igual a mí solo optamos por repetir lo que habíamos escuchado.

—Bueno, chicos. —Organizó sus pertenencias en la mesa para después ponerse delante de ella, nos examinó con una sonrisa—. Oficialmente son bienvenidos a este curso.

Apenas culminó la primera clase me dirigí hacia el bloque que me asignaron, o eso había entendido de la profesora cuando nos explicó lo básico de esta preparatoria

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Apenas culminó la primera clase me dirigí hacia el bloque que me asignaron, o eso había entendido de la profesora cuando nos explicó lo básico de esta preparatoria. Al visualizar el número dictado en el papel me dispuse a dejar mis cosas para ir de camino a la tienda escolar.

Tenían mini recesos, era increíble.

No obstante, tuve que detener mi paso al casi chocar con una melena rubia atravesándose en mi marcha.

—¿Eres nueva? —La estudié unos segundos antes de asentir con la cabeza—. Un gusto, me llamo Paula. ¿Te sientas con nosotras?

«¿Nosotras?»

—Vale —contesté pues mi curiosidad era más grande que las ganas de negarme.

Eso fue lo que necesitó la chica de ojos cafés para tomarme de la mano, arrastrándome hacia una de las mesas de madera, ahí pude analizar lo grande que era la cafetería en donde se llevaba el descanso.

¡Cállate, cerebro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora