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-Ojalá todas las personas tuvieran los mismos gustos que tu tienes. - Él se sentó a lado de ella sin preguntar, sin avisar y con una sonrisa en el rostro. Entró a la vida de ella como la explosión de colores que era él.

-Oh bueno... - Ella puso su dedo entre las hojas para no perder la página. - Gracias. - Le regalo una sonrisa sincera gracias al pequeño alago que él le había regalado. Le sonrió una pequeña sonrisa inocente que marcaría días y noches.

-Aunque sabes yo prefiero el primer libro... - Él metió sus manos en sus bolsillos vaya que el día tenía una temperatura agradable pero pequeñas de brisas de aire frío golpeaban de vez en cuando.

-Creo que se llama flores en el ático. - Ella lo miro a los ojos y le regalo otra sonrisa, cuando sus miradas chocaron por primera vez, es como si sus almas de ubieran abrazado para después darse un beso en la frente de bienvenida.

-Sí, así se llama... - La voz de él fue interrumpida por una bocina diciendo "los pasajeros del vuelo #158 con rumbo a Italia debían de abordar el avión".

-¡Oh! - Ella se levantó de un salto - Ese es mi vuelo debo de irme, disculpa. - Ella tomó su maleta. - Adiós. - Se despidió con un movimiento de mano y una sonrisa.

-Esta bien, no te preocupes... Me gustó tener una conversación con una persona de tan buenos gustos. - Ella soltó un pequeña risa por el comentario de él.

-¡Adiós! - Ella se fue casi corriendo hacia la puerta para abordar el avión, tres personas iban delante de ella y en una de sus manos iba ocupada con un libro y la otra mano era ocupada por una maleta.

-Adiós. - Susurro él, porque era obvio que ella ya no lo escucharía.

Él se quedó ahí sentado esperando a que su vuelo fuera anunciado, mientras observaba su maleta, le pareció una buena idea volver a leer esos libros.

Ella subió al avión con una sonrisa y él espero su vuelo también con una sonrisa.

Y no importo cuanto tiempo hablaron, con el recuerdo de la sonrisa y mirada del otro fue más que suficiente para que sus vidas se marcarán.

Pronto los dos aprenderian a amar, sin importar nada.

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Una señora de aspecto serio se sentó del lado derecho de ella, y del lado derecho de está señora se sentó una señor de un aspecto aún más serio.

-Ya te había dicho que no debes de hablar con extraños. - La señora la vio con ceño fruncido.

-Pero solo estábamos hablando de un libro, madre. -Contesto ella con voz baja.

-Eso estúpidos libros no traerán nada bueno. - Su madre desvío la mira hacia adelante, para después ver a su derecha donde se encontraba el señor. - ¡Tu dile algo!

-Dejala mujer es solo una niña. - Le contestó el señor mientras encendía su celular, su hija sabía bien que su padre había descargado una aplicación para leer libros; no había tantos libros en su casa ya que gracias a que su mujer nunca le gustaron, y era algo realmente doloroso porque él y su hija amaban leer.

-Ay tu defendiendo siempre a tu hija... ¿Dónde está el otro? - La señora alzó su cabeza para buscar a alguien más.

-Lo deje que se sentara enfrente, quería estar solo, te recuerdo que acaba de acabar con su novio se siente mal. - Él intentaba hablar con tranquilidad aunque se notaba que estaba algo molesto.

-Mi vida es un infierno... Un hijo marica que no aguanta una separación, una niña tan rara que no la aceptan ni en la área 51 y tu... Un maldito... - Él voltio la mirada rápidamente en dirección de su esposa.

Ella tomó sus adufinos y los coloco bien para que ninguna melodia de las canciones escapara y cuando sintió que sus ojos no podrían aguantar más, se levantó de su lugar y busco alguno otro disponible por suerte lo había y para más suerte había otro asiento libre a lado de ese, comenzó a caminar no sin antes ver a los pasajeros que estaban sentados cerca de ahí, todos escuchaban atentamente la discusión.

Se sentó en el segundo asiento, el que estaba a lado de la ventana y en silencio deseo que todo acabará. Absolutamente todo.

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-No sabía que te gustaran niñas de cunda. - Dijo una señora mientras se paraba a lado de él; él alzó su mirada y después se levantó de la banca.

-No sabía que te gustaran tan mayores. - Dijo mirando directamente a un señor que estaba a dos metros de ella, acto seguido se levantó. - Su traje se ve contoso... El señor ha de tener dinero. - Tomó su maleta. - No sabía que fueras tan interesada. - Se dio media vuelta y avanzó un paso pero después se volvió a dar media vuelta. - Ah no espera... Eso si lo sabia, señorita interesada.

Él comienzo a avanzar a la vez que se mezclaba con las demás personas, la señora dio un salto corto y el señor mayor que había observado todo le regalo una sonrisa, ella solo soltó un bufido.

"Date cuenta de quien te amo de verdad y de quien lo hace actualmente.
No desperdicies buenas personas por un capricho tonto."

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Poesía dramática. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora