Celeste estaba terriblemente asustada y no sabía cómo reaccionar. Ese hombre que hacía unos minutos le había parecido el más atractivo del mundo y al que terminó besando por alguna extraña razón, parecía un asesino en serie que deseaba estrangularla y disfrutar haciéndolo. Tragó saliva, era verdad que no era muy habladora, Celeste se consideraba más bien tímida y se ocultaba en sí misma. Aunque su familia solía juzgarla por su naturaleza libre y salvaje, ella prefería estar sola y disfrutaba de cada pequeña cosa que la rodeaba. Aunque en su vida solían haber más problemas que alegrías Celeste trataba no desanimarse, pero estaba claro que ese no era su día. Se sentía muy estúpida y atemorizada y que ese hombre la fulminara con la mirada no ayudaba. Un teléfono comenzó a sonar y Celeste logró salir de su estupor un instante, vio al hombre sacar el móvil de su bolsillo y mascullar algo, se sentía tan mareada y confusa que no llegó a comprender nada de lo que el hombre decía.
-Estaré allí en un instante. Me surgió un...- la observó de arriba abajo y eso la incomodó. – pequeño problema. – Colgó el teléfono y tiró de ella por el largo pasillo.-¿A dónde me lleva?- preguntó Celeste agitada y tremendamente asustada, intentando frenar con sus pies, lo que hizo que casi se cayeran.
-¿Qué crees que haces?- Le gritó.
-¡Quiero que me suelte, no lo conozco, no sé a dónde me lleva, déjeme ir!
–Lo vio apretar la mandíbula y todo el valor que había tomado se esfumó rápidamente. Volvió a forcejear con él, pero este la agarró de la cintura y la apretó contra sí. Celeste comenzó a golpear su pecho con fuerza.
-¡Quédate quieta!
-¡No!
El hombre tomó sus manos con una sola suya, las apretó contra su pecho y ella alzó el rostro furiosa. Entonces vio como brillaban esos ojos marrones, era un brillo especial, completamente diferente de lo que Celeste hubiera visto nunca. Lo vio posar sus ojos en sus labios y se sonrojó, intento apartarse, pero fue demasiado tarde.
La beso con rudeza, casi con rabia, Celeste deseaba apartarse, le estaba haciendo daño, en ese momento el la atacó con su lengua y un dulce deseo recorrió su cuerpo. Se pegó más a él y el placer de sentir su calor y su fuerza hizo que su cabeza comenzara a dar vueltas, entonces los flashes comenzaron de nuevo y para cuando recuperó la razón se encontraba en la salida de la universidad con un hombre que sonreía con rabia y un montón de paparazzi que no dejaban de sacar fotos y hacer preguntas que ella no comprendía.
-Señor Stan, ¿es esta joven su nueva pareja?- gritó uno.
-¿Qué ha pasado con Margarita? – Exclamó otro.
-¿Desde cuándo se conocen?-¿va en serio?
Celeste no comprendía de que hablaban, él la apretó contra él y ella ocultó su rostro en el hueco entre su cuello y su pecho.-No daremos declaraciones, mi prometida y yo tenemos prisa. – lo oyó decir y Celeste se sintió morir. ¡Prometida! ¿Desde cuándo? No supo cuando entró en un coche y mucho menos se enteró cuando el tal Señor Stan le pidió al chofer que arrancara. Celeste prefirió quedarse callada y observar como él hablaba por teléfono y le indicaba al chofer donde tenía que ir. Cuando por fin colgó la miró fijamente y Celeste se ruborizó.
-¿A dónde me llevas? – susurró mirándolo fijamente. Acababa de comprender que no la asustaba, que solo se había sentido acorralada, pero aunque tenía el aspecto de un animal asechando su presa, Celeste no le temía.
-Al aeropuerto. Nos marchamos a Grecia.
-¿Nos qué? – jadeó Celeste.
El hombre sonrió de forma socarrona.
Te está bien por intentar conquistarme y haber planeado todo esto. Con ese aspecto de santa y esos besos de virgen que das estuve a punto de creérmelo. Pero solo eres una pequeña viborita que creyó que iba a ganar. Pues estas muy equivocada, te pondré un anillo en ese dedo y vas a hacer lo que yo te diga. – Abrumada por sus palabras Celeste no supo que decir.
-No sé de qué me está hablando, ni siquiera sé su nombre.
Yo... - tragó saliva y apretó nerviosa sus dedos.
– No pienso ir con usted a ninguna parte. A demás, ¿Por qué tengo que hacer lo que usted diga? No lo comprendo...- intentaba parecer tranquila, pero la cabeza le iba a explotar y solo deseaba irse a la cama y dormir un año entero.
El la miró severo y frunció un instante el señor, entonces de repente una sonrisa casi malvada escapo de sus labios.
-Si no haces lo que te digo, juro por lo que más quieras que arruinare tu vida y ninguna empresa o persona querrá darte trabajo después de que termine contigo.
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Alma Inocente
RomansCeleste Reynolds era un ratoncito de biblioteca que deseaba terminar sus estudios y viajar por el mundo. El problema fue cuando la sorprendieron en medio de la graduación besando al magnate más ricos de Grecia. intentando escapar decidió marcharse l...