Querido diario:
Hoy es un día más, como otros. Otro día sin sentido en que no puedo hacer más que lo rutinario. Me levanto de mi cama cada mañana, me ducho, me visto, desayuno, salgo de casa hacia mi trabajo, regreso a casa en la noche, alimento a Kirán, mi gato. Todo aquello tenía sentido antes. Cuando estabas tú, presente en cada cosa que hacía. Ha pasado un tiempo, ¿no? Y así, la ausencia de hace cada vez más grande. ¿Crees que puedo seguir sin ti? Seguro pensarías que sí, pues, es lo que me pediste antes de partir para siempre de esta tierra egoísta en la que habitamos los que aún vivimos. Pero... ¿Sabes? Te extraño horriblemente y *no puedo* vivir sin ti. ¿Por qué me dejaste? Te extraño. Te amo. Te odio...
***
Tiró su bolígrafo apenas se cansó de recitar las palabras en su cabeza a medida que dejaba que su pulso lo guiaran en la escritura. Se quedó petrificado en su lugar, evitando haciendo ningún tipo de movimiento. Fue entonces, que una lágrima traviesa descendió por su mejilla. De repente, el llanto ruidoso se hizo presente.
Una noche más de dolor y ausencia. Una noche más de malestar y dolores de cabeza. Sabía que estaba mal, pero aún no se resignaba a ello. ¿Por qué seguía así? Tan simple... Su novio así se lo había pedido.
La cólera lo invadió entonces, luego de unos minutos. Comenzó a tirar todo, empezando por arrojar por el aire, su querido diario. Luego, la mesa... Estaba tan cegado por la desesperación, que llevó sus manos a su bolsillo, buscando aquello que había decidido, sería la "gran solución".
Hacía meses, había estado en una clínica de rehabilitación, donde le habían explicado que las drogas no ayudaban en nada. Sin embargo, esta vez no las usaría para olvidar su dolor, sino más bien, para darle su punto final.
Tomó el pequeño frasco entre sus manos, leyendo con lentitud la etiqueta sin darle realmente, una verdadera atención. Lo abrió y lo acercó a su boca, tragando a los segundos, todo su contenido.
Las lágrimas volvieron a hacerse presente, y con la poca fuerza que le quedó, comenzó a masticar las pastillas, tragándolas y después pasándolas con la botella de alcohol que tenía a un lado suyo.
— Dijimos "hasta luego", ¿no? Te veré pronto, mi ángel. Espera por mí...
Fue cuestión de minutos, cuando su vista se nubló. No quedaba más que hacer, sabía que al fin, había conseguido "quitar su carga".
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ᝰ𝘌𝘭 𝘤𝘭𝘶𝘣 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘮𝘱𝘳𝘦𝘯𝘥𝘪𝘥𝘰s˚̣̣̣͙༄
DiversosLa historia de seis chicos que comparten algo en especial: 𝐄𝐥 𝐬𝐮𝐢𝐜𝐢𝐝𝐢𝐨